Ante un Estado que se retrata, un pueblo que vota. Frente a un Estado capaz de vulnerar de forma masiva derechos fundamentales ante la mirada en shock de medio mundo, un pueblo que demuestra un nivel de madurez político admirable. Ante una Europa que calla, un pueblo indignado, dolido por ese silencio, pero firme en su determinación de votar, de sonreír, de aguantar, de defender a los suyos, de luchar por su futuro.
Porque esta es una cuestión europea, indudablemente es también una cuestión europea. No porque ese silencio atronador comience a resquebrajarse aquí y allá, sino porque ante una vulneración tal de derechos fundamentales, ante el uso de la violencia estatal contra un pueblo exquisitamente democrático y pacífico, contra la que todavía es «su» propia población civil, es competencia de la Comisión Europea salvaguardar la letra y el espíritu de los tratados. El Estado español ha reventado en vivo y en directo, en estos últimos días y horas, la Carta Europea de Derechos Fundamentales. Nada que nos debiera sorprender, nada que no supiéramos, pero eso no le resta gravedad ni dimensión europea, y emplaza directamente a la Comisión de Juncker y al resto de estados miembros. Mariano Rajoy se ha colocado a la altura de Orban o de Erdogan, y ni Comisión ni los estados miembros pueden ignorarlo. No es un mero deseo, es la constatación de lo vivido y recogido por y en la Delegación Parlamentaria Internacional de la que EH Bildu ha formado parte con orgullo y responsabilidad. Hoy arranca un nuevo pleno en el Parlamento Europeo; viajaremos a Estrasburgo llevando la voz y la indignación, pero también la exigencia de futuro, de un pueblo magnífico al que desde estas líneas rindo tributo.
Hoy hemos vivido, reído y llorado junto con decenas de catalanas y catalanes. «Contad la verdad de lo que está pasando, contad al mundo lo que nos están haciendo». Tienen nuestra palabra y nuestro compromiso, ayer, hoy y siempre.