Pablo GONZÁLEZ

Crimea vive su peculiar integración en Rusia

Un puente, los derechos humanos, las sanciones y una paulatina normalización marcan el día a día en una región que se va alejando cada vez más de las primeras planas para afrontar los problemas del día a día que le crea y soluciona su nuevo estatus.

Han pasado ya más de tres años y medio desde que la península de Crimea fuera anexionada por Rusia aprovechando la inestabilidad que vivía Ucrania en aquel entonces. Desde entonces la situación ha ido cambiando poco a poco hacia una estabilidad no exenta de problemas. La actualidad de este territorio la marcan varios asuntos tan diversos como un puente, los derechos humanos y las sanciones internacionales, pero todos ellos entrelazados entre sí.

El proyecto principal en lo que a Crimea dentro de Rusia se refiere es el puente que debe unir la península con la Rusia continental. Serán cuatro carriles para automóviles y dos vías de tren, con un coste al cambio actual de unos 3.200 millones de euros. Dentro de esta estructura estarán integradas vías para suministrar electricidad y gas. Un vez finalizado, la parte para automóviles en diciembre de 2018 y la parte para los trenes en diciembre de 2019, el territorio dejará de depender por completo de la Ucrania continental.

La construcción preocupa a Ucrania, que ve como la península cada vez más se aleja. Los propios esfuerzos ucranianos por retenerla tampoco han sido demasiado bien planteados, y es que las autoridades de Kiev han cortado el suministro eléctrico y de agua a la península, así como han promovido un embargo comercial. Ello no ha proporcionado a Ucrania de momento dividendos y si una pérdida de mercado y entrada de divisas, así como aun menos simpatías entre la población local.

Los tártaros

El único grupo étnico al que se aferran las autoridades ucranianas en Crimea, incluso por encima de los propios ucranianos, es a los tártaros. En parte gracias a ello se tiene más constancia de presuntas violaciones de los derechos de algunos activistas tártaros por parte de las autoridades rusas. Se han denunciado varias desapariciones y una constante presión hacia aquellos tártaros que mantienen una estrecha relación con Kiev. Mustafa Dzhemilev, uno de los líderes tártaros en el exilio en Ucrania, denuncia que hasta 20.000 ártaros habrían abandonado el territorio, una cifra rechazada por las autoridades de Crimea, que solo reconocen casos aislados y dentro de la normalidad.

Otro de los temas que más influyen en la vida de la península son las sanciones que se le han impuesto al territorio y a Rusia en su conjunto a raíz de la anexión y la posterior guerra del Donbass. Las empresas rusas que trabajen en Crimea son perceptibles de ser sancionadas, con medidas como por ejemplo el bloqueo a sus transacciones en mercados occidentales. Por ello la mayoría de ellas no se mostraron muy entusiasmadas con la idea de trabajar en la península, pero poco a poco han ido encontrando soluciones. La mayoría simplemente ha fundado allí empresas satélite, las cuales sobre el papel son independientes, pero en realidad son simples empresas puente.

Uno de los casos más sonados al respecto ha ocurrido este año, cuando se supo que la multinacional de origen alemán Siemens había suministrado a Crimea cuatro turbinas de gas para dos centrales eléctricas de nueva construcción, precisamente para paliar el bloqueo ucraniano. Tras un serio escándalo entre Siemens y el gobierno de Kiev se supo que una empresa rusa las había comprado en el mercado de segunda mano y firmado con Siemens un contrato para su puesta a punto mediante una empresa colaboradora rusa. Un lío legal que según los juristas de la propia Siemens tiene poca posibilidad de solucionarse a favor de los intereses de Ucrania. Las turbinas se han instalado y funcionarán con normalidad en Crimea, Siemens por su parte sobre el papel tampoco ha violado el régimen de sanciones.

Turismo

Todo ello son cuestiones de infraestructura del territorio, pero su principal fuente de ingresos es el turismo. En este área la anexión no parece haber hecho demasiada mella, y tras una caída en 2014, las cifras vuelven a subir. En lo que llevamos de 2017 han viajado a Crimea 5,57 millones de turistas, de lellos algo más de 800.000 ucranianos-.El récord de la época ucraniana se marcó en 2012 con 6,13 millones turistas.

La problemática principal sigue siendo la corrupción. A pesar de los esfuerzos de Moscú de traer a funcionarios desde otras partes de Rusia, la mayoría de trabajadores siguen siendo los mismos que en los tiempos de Ucrania.

Por ello, Moscú está prestando cada vez más atención a como se gastan los fondos aprobados para el desarrollo del territorio. La corrupción de Crimea ha sorprendido incluso a Rusia, país con bastante carencias en ese ámbito. Por ello se ha llegado incluso a traer empresas y trabajadores de otras partes de Rusia para cualquier proyecto con una importancia mínima.

Como vemos, Crimea recupera la normalidad. Para parte de la comunidad internacional sobre el papel sigue siendo ucraniana, pero el día a día la lleva cada vez a integrarse más en Rusia y su sistema, con su beneficios, pero también con los problemas que ello conlleva. Una broma actual al respecto reza así,: «¿Qué esperaban en Crimea? Fueron anexionados por Rusia y no por Suiza o Alemania».