Alberto PRADILLA

Urnas a derecha o izquierda

Latinoamérica inaugura este fin de semana un ciclo electoral intenso que puede reforzar la actual ofensiva conservadora y liberal o reescorarla a las posiciones progresistas y de izquierda hegemónicas en los últimos 15 años.

Dos de cada tres ciudadanos latinoamericanos están llamados a las urnas este año. 2018 viene condicionado por la ofensiva neoconservadora que trata de poner fin al ciclo progresista abierto desde principios de siglo. Las elecciones presidenciales en Venezuela y Brasil, donde la derecha desarrolla estrategias golpistas de distinta intensidad, serán determinantes en este sentido. Otra de las potencias de la región, México, también elige jefe de Gobierno en medio de una brutal crisis del Estado, con los índices de violencia desatados. Por último, Colombia busca sustituto para Juan Manuel Santos con la confianza en el proceso de paz con las FARC debilitada por los incumplimientos del Ejecutivo y con el acuerdo con el ELN pendiendo de un hilo

Desde la victoria de Hugo Chávez en Venezuela en 1999, América Latina ha sido el escenario de una revolución democrática, con el establecimiento de gobiernos progresistas alineados en torno al proyecto bolivariano. La victoria de Mauricio Macri en Argentina en 2015, las protestas en Venezuela desatadas el pasado año o las disputas internas en Ecuador hacen que diversos autores conservadores ya hayan anunciado el fin de un ciclo. Lo que determinen las urnas este 2018 servirá para darles la razón o revertir la tendencia de debilitamiento de los ejecutivos de izquierdas. Habrá que tener en cuenta el impacto de casos de corrupción como el escándalo de la constructora Odebrecht, vinculada a sobornos en una decena de países. También, hasta qué punto un ambiente de desconfianza hacia las formaciones políticas tradicionales implica un incremento del apoyo a candidatos «outsiders». Ha comenzado un año clave para América Latina.

Venezuela

Después de un año marcado por las protestas de la derecha, Nicolás Maduro aspira a la reelección en un contexto complejo. En términos políticos, el presidente bolivariano parece haber superado la crisis de 2017, que provocó más de 120 muertos entre opositores y chavistas, y que salvó con la convocatoria de elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente. Falta por conocer la fecha concreta para los comicios, aunque el órgano legislativo nacido en agosto ya ha anunciado que la cita con las urnas tendrá lugar en el primer cuatrimestre del año, lo que lleva a pensar que se celebren en abril.

Maduro tiene a su favor la profunda crisis en la que se halla sumida la oposición, cuyo liderazgo se fracturó entre quienes aceptaron que sus gobernadores electos en octubre de 2017 se juramentasen ante la ANC y los que la rechazaron por «ilegítima». En contra juega la grave situación económica del país, que no repunta pese a que los principales objetivos del nuevo órgano legislativo eran la pacificación y la recuperación de los índices de bienestar hundidos en los últimos años. Recientemente se ha añadido otra dificultad, con la aparente brecha en el interior del chavismo, con antiguos pesos pesados como Rafael Ramírez, expresidente de PDVSA, en guerra contra Maduro tras ser acusado de corrupción.

A falta de saber quién será el candidato de la oposición (Henrique Capriles está inhabilitado y su supuesto sucesor, Leopoldo López, sigue preso), no parece probable otra cosa que no sea la victoria de Maduro.

Brasil

Lula da Silva aspira a la reelección en octubre con la espada de Damocles del proceso judicial en su contra. El líder del Partido de los Trabajadores, el político más aplaudido en la potencia sudamericana, podría ser excluido de la contienda tras ser condenado a 12 años de cárcel. Todavía le quedan recursos, pero la sentencia no parece revocable.

Esta ofensiva en los tribunales tiene su origen en el golpe judicial contra la presidenta Dilma Rousseff, forzada por el Senado a dejar el poder en 2016 por haber minimizado el déficit en la presentación de sus presupuestos. Desde entonces, ejerce la presidencia el neoliberal Michel Temer, quien ha impulsado una contrarreforma para poner fin a los programas sociales que el PT desarrolló desde 2002 y ha sido duramente contestado en la calle.

En caso de que Da Silva finalmente no pueda presentarse, queda la duda de si el PT podrá presentar un candidato que aglutine tanto como el exmetalúrgico que se ganó el apoyo de las clases populares y sacó de la pobreza a 30 millones de brasileños. Atentos al rol del ultraderechista Jair Bolsonaro, expolicía que gana popularidad pese a sus exabruptos machistas, homófobos y racistas.

Colombia

Juan Manuel Santos deja la Presidencia de Colombia con el proceso de paz con las FARC en crisis y pendiendo de un hilo un diálogo con el ELN que daría por definitivamente cerrado el conflicto armado más antiguo de América Latina. Los acuerdos suscritos en 2016 serán el hilo conductor de los comicios, que también están marcados por la pobreza, la salud, el desempleo y una creciente desconfianza de los ciudadanos hacia las estructuras tradicionales de la política.

El expresidente Uribe sigue liderando la oposición al proceso de paz, ahora a través de su sucesor, Iván Duque. Junto a él, el bloque de la derecha lo componen Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez. No obstante, el mayor peligro está en el progresivo desmantelamiento de los pactos que se lleva a cabo desde el Congreso y el Senado. Ambas cámaras se renuevan en marzo, dos meses antes de las presidenciales, cuya primera vuelta se celerará el 27 de mayo.

Por el momento, las encuestas las lidera Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín, que se presenta como «centrista» (con todas las comillas que merece esta descripción).

En el área progresista destaca la candidatura de la exsenadora Piedad Córdoba. Los comicios también serán una prueba de fuego para las FARC, reconvertidas en partido, que presentan a Rodrigo Londoño Echeverry, Timo, como candidato a presidente.

México

México cerró 2017 con un total de 29.168 homicidios, lo que supone su tasa más alta en las últimas dos décadas. El descabezamiento de los grandes carteles de la droga provocó la fragmentación de las estructuras criminales y una diversificación de sus negocios ilegales. Esto, sumado a la pugna por el territorio, ha disparado los niveles de violencia en el país norteamericano.

Será el sustituto del actual presidente, Enrique Peña Nieto, del PRI, quien tenga que lidiar con la criminalidad desatada y con la relación con EEUU. No olvidemos que Donald Trump ha declarado la guerra a la migración irregular y ganó sus comicios bajo la promesa de construir un muro en la frontera que pretende obligar a costear al final al Gobierno mexicano.

A la cabeza de las encuestas para el 1 de julio, que es cuando se celebran las elecciones, se encuentra Andrés Manuel López Obrador, líder de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), quien se la juega al dicho de «a la tercera, va la vencida». No se puede dar por derrotado al PRI, con una importante red clientelar. Que su candidato sea José Antonio Meade, que no tiene carné priísta, es síntoma de una crisis de las estructuras tradicionales. Otro ejemplo: Ricardo Anaya lidera una lista configurada entre el PAN (derecha) y el PRD (izquierda).

Habrá que estar atentos al resultado de Marichuy Patricio, candidata indígena y que tiene el apoyo del EZLN.

Estas son las elecciones más grandes en la historia de México, se escogen más de 3.400 cargos que van desde el jefe de Gobierno hasta el alcalde de la capital.

Otras citas con las urnas

El año electoral se abre este fin de semana con las elecciones presidenciales en Costa Rica, un país tradicionalmente estable, y el referéndum constitucional en Ecuador. Esta última cita con las urnas se presenta como una pugna dentro del propio movimiento Alianza País. Desde la victoria de Lenín Moreno a finales de 2016 se ha desatado un duro enfrentamiento con su antecesor, Rafael Correa. La consulta, que pone en cuestión asuntos aprobados por el último Gobierno, como permitir la reelección indefinida, puede entenderse como una disputa dentro de la izquierda ecuatoriana.

En abril, Raúl Castro prepara su relevo al frente del Gobierno cubano, lo que implicará una renovación del Partido Comunista. Todo ello, apenas año y medio después de la muerte de Fidel Castro. Habrá que esperar para conocer cuál es el rumbo planteado por los nuevos líderes de la revolución, ya generacionalmente alejados de aquellos que subieron al Graman en 1959.

En Centroamérica, dos son las citas con las urnas, que llegan en un contexto de corrupción generalizada, la violencia convertida en pandemia a pesar de una leve reducción en Honduras, Guatemala y El Salvador y un desgaste de la política.

Primero serán las elecciones parlamentarias y municipales en El Salvador. Aquí, el FMLN se juega mantener su mayoría en el Congreso o ser derrotado por el derechista Arena y comenzar a la defensiva la carrera hacia las presidenciales. Será clave la pugna en la capital, San Salvador, donde el actual alcalde, Nayib Bukele, se presenta como independiente después de haber sido expulsado de la formación de izquierdas.

En Guatemala, el Gobierno de Jimmy Morales se sacó de la manga un referéndum sobre la disputa con Belice, a quien reclama casi la mitad de su territorio desde hace dos siglos. La consulta llega en un contexto en el que el mandato de Morales está siendo cuestionado por sus alianzas con partidos corruptos y por su declaración de guerra a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), el órgano auspiciado por la ONU que investiga las estructuras criminales que cooptan el Estado.

El superciclo electoral latinoamericano puede volver a escorar al continente hacia posiciones de izquierdas o reforzar la ofensiva liberal que trata de superar más de 15 años de hegemonía progresista. Las urnas dieron el poder a Chávez, Correa o Evo Morales y las urnas determinarán los equilibrios en una región históricamente combativa.