Si la campaña electoral ha hastiado a la mayoría de italianos, lo que presenta el futuro no es más halagüeño. El panorama político del país ha dado un giro de 180 grados; Italia ha abandonado el «centro» del tablero político y los partidos tradicionales, para abrazar a formaciones que desafían al establishment, al statu quo del país. El Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi –en el poder en la última legislatura– ha hecho aguas, la Forza Italia de Silvio Berlusconi se ha visto superada por la xenófoba Lega de Matteo Salvini, mientras que el Movimiento 5 Estrellas –antipactista y euroescéptico –ha sido la formación más votada por los electores.
El paso por las urnas ha dejado dos claros ganadores: el M5S y la Lega. Los liderados por Luigi Di Maio han superado las expectativas para hacerse con alrededor del 32% de los votos, lejos del 40% necesario para gobernar en solitario. Así, se topan con un problema relacionado con el ser mismo del partido: necesitan formar coalición si quieren gobernar, opción que rechazaban hasta ayer mismo, cuando el candidato a primer ministro afirmó por vez primera que están dispuestos a hablar «con todos». El movimiento «anticasta» se ve necesitado de la «casta» para gobernar.
Una posible opción de gobierno sería la alianza entre M5S y la Lega, extremo descartado por el propio Salvini durante la valoración de los resultados electorales. Si los grillini –seguidores de Beppe Grillo, fundador del M5S– se han hecho con el voto mayoritario del sur del país, los xenófobos de la Lega han controlado el norte y, lo que es más importante, se han hecho con el timón de la coalición de derechas que, entre todas las fuerzas, suma alrededor del 37% de los votos, erigiéndose como el bando con mayor representación parlamentaria. El acuerdo entre Salvini y Berlusconi era que sería el partido más votado entre los dos el que propondría candidato a primer ministro, por lo que la pelota está en el tejado de los que antaño abogaban por la independencia del norte del país.
Tanto Di Maio como Salvini se han beneficiado del descontento social y de su discurso antinmigración, temas que han pasado factura a los partidos tradicionales. Los electores han preferido a un xenófobo antes que a un Berlusconi envuelto en escándalos sexuales y condenado por fraude fiscal, y a un populista antes que a un Renzi que durante su mandato se olvidó de que pertenecía a una formación de izquierdas. Además, el ataque perpetrado por un excandidato de la Lega a principios de febrero en Macerata, abriendo fuego contra personas negras, parece no haber influido en la decisión de los votantes, cuando tanto la Lega como el M5S callaron, siendo el PD el único partido en condenarlo.
Debacle de la izquierda
A quien no van a encontrar ni la Lega ni el M5S para la formación del nuevo Gobierno es al PD, según afirmó ayer Matteo Renzi, que, además, anunció su decisión de dimitir como secretario general del partido tras los malos resultados obtenidos. Y es que el partido referencia de la izquierda en Italia no ha superado el 20% de los votos, firmando el peor resultado para la socialdemocracia en el país desde la implantación de la República. Renzi se va sumando la mitad de votos cosechados que en las elecciones europeas de 2014 y habiendo perdido un referéndum constitucional en 2016. Aquel joven político que prometía un vuelco del panorama político italiano –apodado Rottamatore y símbolo de un cambio generacional– se marcha por la puerta de atrás sumando más fracasos que victorias.
Pero no es el político toscano el único perdedor en la izquierda. La escisión más importante, la liderada por los históricos Massimo D’Alema y Pier Luigi Bersani –Liberi e Uguali–, que presentaba al exmagistrado y expresidente del Senado Pietro Grasso como candidato a primer ministro, también ha salido derrotada por el paso de las urnas, al recibir solo un 3,4% de los votos, cuando el umbral para entrar al Parlamento es del 3%. Quien no ha superado ese listón es Emma Bonino, protagonista de las luchas sociales más importantes del país, y que se presentaba bajo la marca de Más Europa. Sumando el apoyo recabado por todas las fuerzas, la izquierda italiana no llega ni al 25% del respaldo del electorado, y ve cómo una parte de sus votantes se ha inclinado por una opción como es el M5S, que dice no ser ni de derechas ni de izquierdas pero que muestra tendencias fascistas en temas como la inmigración. En esta tesitura, la izquierda no tiene más remedio que reinventarse.
Un futuro incierto
El escenario político que se abre en Italia tras las elecciones es, al menos, incierto. No hay fuerza o coalición alguna que sume lo suficiente para gobernar en solitario y las posibles coaliciones parecen casi irreales. Sí hay, por contra, sectores que deberían estar preocupados, como podrían ser las personas migrantes o las instituciones europeas.
En campaña electoral, y tras el ataque en Macerata, Berlusconi prometió la deportación de 600.000 migrantes, propuesta que cuenta con el agrado de la Lega y a la cual el M5S no tendrá mucho impedimento para dar el visto bueno. Y es que la sensación de abandono por parte de la Unión Europea en el tema de los refugiados está muy arraigada en la sociedad italiana, que se ha sentido sola cuando ha tenido que lidiar con la llegada masiva de migrantes.
También en Bruselas estarán siguiendo con atención lo que acontece en Italia, ya que tanto el M5S como la Lega son dos de los partidos más euroescépticos del panorama político del país. Ambos han coqueteado con la posibilidad de celebrar un referéndum sobre el euro –yendo más allá en el caso de la Lega, que también pone en duda la pertenencia a la UE–, aunque ambos rebajaron el tono al acercarse el país a la cita electoral. Pero escuchando a Salvini en su valoración de los resultados nada puede darse por descartado. «La implementación del euro como moneda en Italia fue y es una mala decisión», afirmó el candidato del partido xenófobo, que añadió que cada vez que Jean-Claude Juncker abre la boca «la Lega suma votos».
Ahora será Sergio Matarella, presidente del país, quien decida sobre quién recae la responsabilidad de la formación del nuevo Gobierno. Pero en Italia ya se especula con una tercera vía, que sería la vuelta a las urnas. No se puede descartar que Matarella ordene la formación de un gobierno tecnócrata, y tampoco que el principal deber del mismo sea la confección de una nueva ley electoral que haga más fácil la gobernabilidad en un país que se está acostumbrando a vivir en crisis y en donde la tendencia muestra una sociedad que se está inclinando hacia la derecha y el populismo.