Soledad GALIANA

El partidismo del DUP obstaculiza los acuerdos en Belfast y Londres

«No se debe confiar en estas personas, su interés no es Irlanda del Norte, sino su beneficio personal», decía del unionista DUP el fallecido líder lealista David Ervine, y su actitud refuerza esa visión. El interés partidista del DUP amenaza el futuro de las instituciones norirlandesas y el proceso de paz, y un posible acuerdo entre Londres y la UE sobre el Brexit.

Las acciones y declara- ciones del DUP sobre el Brexit son una bofeta- da para la mayoría de la población norirlan-desa, cuyo 55% votó por perma-necer en la UE; solo el DUP hizo campaña por la salida de las ins-tituciones europeas. Los unio-nistas parecen dispuestos a romper con el proceso de paz y la dependencia económica de la Unión Europea (UE) por mante- ner la unidad con Gran Bretaña. Es un DUP que añora los viejos tiempos de la frontera militari-zada y el Gobierno de Londres.

Y hablando de Londres, el control de los unionistas sobre el Ejecutivo en minoría de Theresa May obstaculiza el avance de las negociaciones del Brexit. Desde el principio, Bruselas hizo del mantenimiento del Acuerdo de Viernes Santo una prioridad, fijando la frontera en Irlanda como una de las primeras cuestiones a resolver en la primera fase del proceso. La UE apoya a Dublín en su demanda de que la frontera entre norte y sur siga siendo no ya invisible sino inexistente, y en esa dirección se movieron las negociaciones.

En diciembre, May viajó a Bruselas para cerrar la primera fase del diálogo con la firma de las bases que abrían la etapa para negociar un acuerdo comercial cuando alguien filtró el texto al DUP. La inclusión de la convergencia regulatoria del norte de Irlanda con la UE en caso de que Londres y Bruselas no llegaran a un acuerdo final, lo que desplazaría la frontera entre la UE y Gran Bretaña al mar de Irlanda, repele a los unionistas. Una llamada de su líder, Arlene Foster, obligó a May a elegir entre la humillación internacional o la pérdida del apoyo de los diez diputados del DUP en Westminster. May dio marcha atrás y enfadó a Bruselas y Dublín.

Días después, el DUP logró la promesa de que no habría «nuevas barreras reglamentarias» entre el norte de Irlanda y Gran Bretaña y de garantizar el «acceso sin restricciones» al mercado interno británico.

Esto se agregó a la declaración conjunta UE-Reino Unido de diciembre, pero desapareció del texto legal presentado el 28 de febrero por Bruselas, en el que se retoma la idea de la permanencia del norte de Irlanda en la unión aduanera y el mercado único en caso de un Brexit sin acuerdo con Londres.

La débil May, para mantener su Gobierno, ha vuelto a asegurar al DUP que se mantendrá la unidad territorial de Reino Unido y que no habrá frontera entre el norte y sur de Irlanda, algo difícil porque la salida de Gran Bretaña del mercado único significa automáticamente la creación de barreras comerciales y aduaneras… En pocas palabras, en veinte meses de negociaciones, el DUP se ha asegurado que estas no vayan a ninguna parte.

Para hablar de estancamiento y de dar marcha atrás en el último momento, volvamos al norte de Irlanda, sin Gobierno efectivo desde enero de 2017, cuando Martin McGuinness anunció su renuncia como co primer ministro. Las irregularidades cometidas por Arlene Foster cuando era ministra de Empresas, Comercio e Inversión fue la gota que colmó el vaso tras el veto unionista a la ley del irlandés, al matrimonio gay y otras cuestiones importantes para los nacionalistas.

Los resultados electorales de marzo de 2017 en el norte de Irlanda fueron un duro golpe para los unionistas, que perdieron su mayoría en la Asamblea de Belfast y el derecho a veto. A ello se sumó la demanda de Sinn Féin del final de un status quo que mantenía un nivel de desigualdad a nivel institucional y de implementar el contenido de los Acuerdos de Viernes Santo, San Andrés y Hillsborough.

Tras un año de negociaciones, el 10 de febrero, durante su elección como vicepresidenta de Sinn Féin, Michelle O’Neill anunció que se esperaba un acuerdo en días, pero toda esperanza de solución a la crisis acabó con la intervención de la supremacista y protestante Orden de Orange, que advirtió a Foster contra la firma de un documento que se comprometía a implementar acuerdos previos y a abrir la puerta a la oficialidad del gaélico y al matrimonio igualitario. Y el 14 de febrero, día de la firma, se transformó en otra jornada de frustración.

Sinn Féin filtró días después parte de su contenido para disipar «falsedades e imprecisiones», explicó su presidenta, Mary Lou McDonald. Se saldaba la cuestión del gaélico, en el centro del desacuerdo, con una ley del idioma irlandés, una ley para el dialecto Ulster y una ley general de respeto a la diversidad.

McDonald dijo que no hubo consenso para prohibir el matrimonio gay, pero sí para revisar el mecanismo de votación en la Asamblea y para establecer un comité para analizar la posibilidad de redactar una Declaración de Derechos para el norte de Irlanda. Ambas partes también se habían asegurado el compromiso del Gobierno de Londres de iniciar una consulta sobre mecanismos y financiación para tratar el legado del conflicto.

Al anunciar su retirada de la negociación, el DUP pidió suspender las instituciones y que Londres se hiciera cargo del Gobierno norirlandés. Así, los unionistas gobernarían indirectamente a través del Ejecutivo de May, que depende de sus votos en Westminster.

Que esta fuera la intención unionista desde las últimas elecciones explicaría la postura ambivalente del DUP durante las negociaciones en Belfast, aunque quizás en el futuro pague por la situación que ha provocado en el norte de Irlanda y que ha sido criticada desde el propio partido por Eileen Paisley, viuda de su fundador y vicepresidenta, que ha cuestionado el liderazgo de Foster.