¿Por qué comenzó a interesarse por la gran fuga de Ezkaba?
En la investigación sobre el fuerte se aúnan dos pasiones: la historia y el senderismo. Hacia 2008, después de la lectura de ‘La Gran Fuga de las cárceles franquistas’, de Félix Sierra e Iñaki Alforja, me preguntaba qué rutas hubieran debido seguir los reclusos una vez tomado el fuerte si hubiesen contado con algunos mugalaris que los acompañasen en el exterior, algo que no podía suceder, por cuanto que el plan de evasión se organizó en el interior de las celdas sin apoyo alguno desde el exterior. Esta primera cuestión sobre rutas y senderos me llevó a más preguntas acerca de quiénes eran los fugados, sus biografías, quienes eran los organizadores, quienes alcanzaron la muga…para ir desvelando muchos elementos que la obra anterior no había resuelto, a pesar de su trascendental aportación, contando con el irrepetible concurso de quienes habían estado presos y, en algunos casos, participado en la fuga de 1938.
¿Qué descubrió en esas biografías?
Por ejemplo, casos de fugados como Mariano Herranz, un miliciano madrileño que escapó a rastras porque le faltaba una pierna; o de Amador Rodríguez, un zapatero pontevedrés que, tras escapar, se hizo un zulo en el cercano valle de Ezkabarte, a la vista del fuerte y permaneció ahí escondido durante casi tres meses, hasta que fue localizado… También llama la atención que muchos de los organizadores de la fuga se comunicaban entre sí en esperanto, lengua que las organizaciones sindicales de la época pretendían difundir. Hablaban esperanto, pero entre los fugados también se encuentra el caso de Pedro Areta Elizburu, natural de Eibar y vecino de Zestoa, que era euskaldun monolingüe y necesitó traductor en el interrogatorio que siguió a su captura. Pedro Areta fue uno del centenar de vascos que se sumaron a una evasión de 795 prisioneros, entre los que eran mayoría los castellano-leoneses (48%) y gallegos (22%). Esto explica que los tres fugados que quedaron documentados como haber alcanzado la libertad después de cruzar la muga fuesen un leonés (Jovino Fernández, que llegó a Urepel), un segoviano (José Marinero) y un salmantino (Valentín Lorenzo), que cruzaron por Luzaide.
¿Cuáles son las principales novedades que aporta esta tercera edición del libro?
A lo largo de estos años he ido desgranando numerosos aspectos. Por ejemplo, desmontar documentalmente que los 206 muertos de la fuga fue consecuencia de una refriega con los perseguidores, tal como mantenía la versión oficial; constatar que hubo una docena de mujeres –socialistas, anarquistas, nacionalistas- que visitaban a presos y que fueron detenidas por su presunta colaboración con los fugados desde el exterior; o que hubo dos intentos previos de evasión colectiva en 1936, organizados por los anarquistas presos en el fuerte y que se saldaron con el fusilamiento de 25 de ellos en noviembre de ese año, si bien había quedado como una ejecución de presos comunes.
Son muchos los nuevos elementos de esta última edición, pero hay uno del que me encuentro más satisfecho, y es haber resuelto lo que hasta el momento era un agujero negro. Me refiero a la cantidad de opositores al golpe militar de julio de 1936 que fueron encerrados en el fuerte. Se sospechaba que eran unos pocos cientos, pero por medio de un documento de otro sumario, en enero de 1944, se certifica su número. Las dictaduras tratan de ocultar sus crímenes, pero su burocracia les delata. Ese documento de 1944 buscaba conocer las raciones alimenticias de los presos recluidos, en un caso de malversación de fondos. Así hemos conocido que a finales de julio de 1936 había 356 presos; en setiembre asciende a 668, y después hay un drástico descenso, finalizando el año 1936 con 327 reclusos. ¿Fueron ejecutados todos los que faltan? No, pero la importancia de estas cifras es su estrecha relación con estas ‘sacas’ de presos desde el fuerte. Al igual que ocurrió desde la prisión provincial, desde el fuerte se llevaron a cabo numerosas sacas, en las que se ejecutaba extrajudicialmente a los detenidos. Esa extendida práctica llevó también a que, respecto a la fuga de 1938, quedase tan extendida en la memoria de esa generación la idea de que les habían dejado escapar para luego fusilarlos, tal y como había sucedido con anterioridad en 1936 y 1937. Es otra falsa idea acerca de la evasión que desmonto en este libro.
¿Por qué había en Ezkaba presos opositores al régimen franquista que no aparecían reflejados en los registros penitenciarios?
En el fuerte, un Libro de Registro inscribía a quienes llegaban con condena judicial, pero hubo cientos de presos, llamados gubernativos, que no quedaron inscritos, y que dan cuenta del descontrol existente en la gestión de este penal. Ese descontrol no fue solo en los primeros meses, sino que se extendió en el tiempo.
Se habla de un cuarto preso que habría conseguido alcanzar la muga tras la fuga de mayo de 1938. ¿Por qué resulta tan difícil confirmar este dato?
Hay numerosos y sólidos indicios de su existencia. La premisa previa, que hubiese presos en el fuerte que no estaban inscritos, queda resuelta. La dificultad estriba precisamente en esa ausencia de registros contables, así como en el hecho de que han pasado 80 años y ha desaparecido cualquier testimonio personal, o de las restricciones a la hora de acceder a archivos, en ocasiones por injustificadas restricciones. Es complicado. Basta recordar que en los campos de Francia quedaron unos 600.000 desaparecidos en la Primera Guerra Mundial.
Sus investigaciones, junto con los trabajos de la sociedad Aranzadi, han permitido localizar los restos de fugados que fueron fusilados y enterrados en fosas de Olabe, Burutain, Urdanitz, Urtasun, Lintzoain… pero todavía falta por hallar los restos de muchos fugados. ¿Confía en que serán localizados?
En primer lugar, resaltar que es un trabajo coral. Es el trabajo técnico de Aranzadi, la financiación del nuevo Ejecutivo navarro, y también la labor de numerosas personas implicadas: una concejala en un valle, una persona mayor que fue testigo de un fusilamiento siendo niño/a, algo que se ha repetido en varios casos; una hija o un nieto que informan, por conocimiento familiar, de la ubicación de una fosa… Hasta ahora son nueve las fosas las localizadas, con los restos de 43 fugados ejecutados. Aunque hay expectativas de que pueda encontrarse alguna más, creo que será imposible localizar a los 206 presos que fueron asesinados después de capturados.
Una vez localizados esos restos, surge el problema de identificarlos. ¿Qué se hace en estos casos?
En este mes de mayo voy a ir a Castilla a dar algunas charlas sobre el 80 aniversario de la fuga, y también quiero divulgar la existencia de un banco de ADN con los restos de estos fugados, para tratar de cotejarlos con familiares suyos. Es una labor de apoyo a la que realiza el Gobierno de Navarra.
Ahora se van a cumplir 80 años de aquella gran fuga y todavía se siguen buscando datos. ¿Han sido ocultados deliberadamente por quienes apoyaron la dictadura franquista?
Esta evasión, que pasó por la puerta de nuestra casa y es la mayor fuga de la historia carcelaria en Europa, ha destacado por otro motivo: el silencio en que quedó envuelta durante décadas. Es paradigmático lo que decía Martín, el pastor que llevó a la localización de la fosa en Burutain donde se recuperaron los restos de seis ametrallados: nunca lo había comentado antes, ni tan siquiera en el ámbito familiar más cercano. Es una generación que tuvo que callar, y tan solo en los últimos años ha ido desvelando lo que vio. Callaron, pero nunca lo olvidaron.
Una cuestión sobre la que he pensado bastante es sobre la población civil de esos valles. Junto a la férrea censura de la dictadura, la población de estos hermosos valles entre la capital y la muga, que había logrado eludir las masacres que azotaron sobre todo a la Ribera navarra en 1936, se vieron envueltas en un operativo que en tres semanas acabó con 206 evadidos. Esta cifra es la más abultada en el último año de guerra. No eran vecinos, pero fueron ejecutados allí, en esos valles, y esa población civil, con mayor o menor grado de voluntariedad, tuvo que salir en su búsqueda, apoyando a los perseguidores, y en todos los casos, fueron quienes los enterraron. Eso no fue plato de gusto, y coadyuvó al silencio que cayó sobre esta fuga.
Esto tiene otra consecuencia: obliga a repensar la imagen que identifica fusilamientos con el sur de Navarra, y que reflejada en mapas por municipios, dejaba a estos valles en blanco. No fue así. Los porcentajes de estos asesinatos, cometidos en valles con una escasa población, son superiores a la media de Navarra.
Llama la atención la versión de la fuga de Ezkaba que publicó el ‘Diario de Navarra’. Este periódico afirmó que los implicados, «salvo un reo de delito político, estaban sometidos a procesos por delitos comunes de la peor especie», y los tildó de «puñado de asesinos, atracadores y ladrones». ¿Se tienen datos sobre los motivos por los que fueron detenidos y enviados al campo de concentración de Ezkaba?
La práctica totalidad de detenidos en el fuerte lo eran por motivos políticos, por su oposición al golpe militar. Está documentada la filiación socialista, comunista, nacionalista, anarquista… de buena parte de ellos. Bastantes de los organizadores habían sido apresados en la Casa del Pueblo de Valladolid, así como comunistas y anarquistas de la Margen Izquierda bilbaina.
Una de las aportaciones de la última edición del libro es precisamente un interesante artículo de José Javier Uranga, director del ‘Diario de Navarra’ durante 26 años. En julio de 1955, con motivo del XIX aniversario del Alzamiento, relata cómo la población civil afín a los golpistas salió a la captura de los fugados de Ezkaba, cómo procuraban eludir los fusilamientos de los capturados, y que regresaron contando lo emocionante de la aventura. Esa era su valoración del asesinato de dos centenares de fugados.
Usted también ha sido uno de los principales promotores de la ruta montañera creada para unir el fuerte de Ezkaba y Urepel. ¿En qué fase se encuentra este proyecto?
Los informes oficiales y declaraciones de los 586 capturados, así como el dramático trazado que aportan las fosas localizadas, nos permitieron aventurar una propuesta de sendero hacia la frontera, en concreto a Urepel. A este pueblo llegó uno de los fugados, Jovino Fernández, y quisimos rememorar su gesta aunando senderismo y memoria en el GR ‘La Fuga de Ezkaba 1938 Ezkabako Ihesa’. El número del GR, 225, es un guiño a la fecha de la fuga, que fue el 22 de mayo.
Esta ruta está totalmente señalizada y no hay grupo de montaña o de jubilados que no la haya realizado o lo tenga programado, lo que es una gran alegría para el numeroso grupo de voluntariado que ha estado detrás de su realización, contando con la implicación de los ayuntamientos de los valles por donde pasa, la Federación de Montaña y el Gobierno de Navarra.
Uno de los debates de los últimos años gira en torno al futuro del fuerte de Ezkaba. ¿Qué uso cree que habría que darle a esta construcción?
En las charlas que voy dando integro una reflexión a este respecto. Alguna vez habrá que plantearse su futuro. De entrada, es obligado el paso a la administración civil, de similar manera a como se hizo con la Ciudadela en la capital. Más tarde se realizaría un proceso de participación social, que más allá de su destino, sirva para airear ese siniestro pasado carcelario. Cualquier finalidad que se plantee, que según mi criterio tendría que ser más modesta que faraónica, debería servir para deslegitimar la dictadura y su sistema carcelario.