Iruñea se aprovisiona y blinda ante el huracán sanferminero
Miles de personas preparan Alde Zaharra para un arranque sanferminero bestial, al caer el txupinazo en viernes.
Los barriles de cerveza saltan al girar por los adoquines de Alde Zaharra. Parecen plantas rodadoras cruzando la calle central de un poblado del Oeste. En la entrada sur de Iruñea, la Policía española lleva desde el lunes parando furgonetas, buscando la entrada de material de estraperlo, ya sean sustancias prohibidas o panceta caducada, que de todo se encuentra en las fiestas de San Fermín. Ya no falta nada.
Las furgonetas de los municipales callejean comprobando con sus retrovisores si los camiones de reparto de bebida dejan espacio suficiente para que pasen otros vehículos de tamaño mediano. Pero no pueden controlar semejante caos.
En el nuevo hotel Pompaelo, cuya fachada da a la Plaza del Ayuntamiento, han entablado todos los ventanales. Solo queda libre la puerta. La imagen recuerda a los países caribeños preparándose para la llegada del huracán de turno. También han martilleado tableros en el resto de comercios que dan a una plaza que luce aspecto de búnker.
Muchos o pocos,
«Buf, me puedo quedar embarazada tocando esto», comenta la dueña de una tienda de vestidos mientras ajusta con un taladro atornillador unos paneles de madera con un grafiti de motivo sanferminero para cubrir su escaparate. Lleva tres años poniéndolos y nunca les ha pasado un trapo. «Paso, yo cierro. Para que entren borrachos y no vender casi nada, prefiero irme también de fiesta», asegura.
Otros comercios, sin embargo, necesitan de estos nueve días para subsistir. Una tienda de souvenires, pañuelos rojos y fajas de Estafeta cree que estas son unas fiestas venidas a menos. «Está pasando menos gente que otros años a comprar. Por el momento, los de casa», asegura el tendero. Cuenta que su amigo taxista también le comenta que hay menos meneo que nunca. «El año pasado ya hubo menos australianos y eso se nota. Yo me alegro. Tengo un pariente allá, no tengo nada contra ellos, pero son muy gamberros».
Un vendedor de periódicos de Estafeta sostiene que los sanfermines van poco a poco a menos. Los turistas enamorados de las fiestas de Iruñea van a mayores. «Ya no aguantan tantos días como antes», dice. Y el relevo no termina de llegar. «Las fiestas son muy caras. La gente se queda un par de días, pero salir aquí durante cuatro sin ser de la ciudad resulta demasiado caro», expresa. Su predicción es que habrá mucha gente los fines de semana, pero que el resto serán tranquilos.
Pese a todo, las calles de la ciudad ya están tomadas de gente extraña. Punkis, buhoneros y nórdicos merodean sin rumbo claro mirándolo todo para tomarle la medida a la ciudad y poder orientarse por las calles después de que explote el cohete. El intento es fútil. Alde Zaharra es un laberinto durante el año y, estos días, San Fermín hace las veces de Minotauro.