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Tras recular en su asilo a refugiados, Merkel recibe a un Orban crecido

Tras recular en su política de acogida a refugiados, Angela Merkel recibió en Berlín a un ufano Viktor Orban, que llegó crecido al ver que los partidarios del endurecimiento de la política migratoria triunfan en la UE y que la canciller se ha visto obligada a unirse a ellos. Ambos evidenciaron sus diferencias sobre los valores de Europa.

La canciller alemana, Angela Merkel, dejó claras ayer sus diferencias con el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, al señalar que la protección de las fronteras exteriores de la Unión Europea (UE) no busca convertir al bloque en una «fortaleza» sino acabar con el negocio de los traficantes, y subrayó que Europa debe ayudar a los refugiados e inmigrantes y plantearse, en cooperación con África, permitir «contingentes legales». Merkel hizo estas declaraciones cuando se le acusa de haber cedido ante quienes defienden un endurecimiento de la política migratoria común.

«Vamos a proteger las fronteras exteriores» de la UE, «pero no con el objetivo de encerrarnos y de no hablar de otra cosa que del cierre y de una especie de fortaleza», dijo Merkel al recibir a Orban por primera vez en tres años. Admitió «divergencias», pero añadió que «queremos tener una cooperación estrecha. Las diferencias no pueden impedir que busquemos soluciones conjuntas».

«La humanidad es el alma de Europa y, si queremos conservarla [...], Europa no puede simplemente alejarse de la angustia y el sufrimiento», atrincherándose en una «fortaleza», añadió.

A Orban no le gustó la lección. «Ayudamos de forma humanitaria al no provocar un efecto llamada» migratorio, apuntó. A su juicio, «la única solución» es «cerrar las fronteras y no hacer entrar a quienes traen el mal» a Europa. «No queremos importar problemas», añadió.

También invitó a Berlín a reconocer el papel de Hungría, que vigila estrechamente su frontera con Croacia y Serbia, ya que «de otra manera, cada día llegarían a Alemania entre 4.000 y 5.000 refugiados».

Merkel y Orban han encarnado durante mucho tiempo polos opuestos en materia de política de asilo: la voluntad de acoger frente al rechazo frontal a la inmigración, en nombre de los valores cristianos de Europa.

Pero Alemania ha ido endureciendo su política migratoria y acercándose a los partidarios de una mayor firmeza. Ayer Orban llegó ufano a Berlín tras ver cómo su línea dura en inmigración es ya mayoritaria en la UE, impulsada por la llegada al poder de la extrema derecha en países como Austria e Italia y por su ascenso en otros como la propia Alemania, y al ver cómo, poco a poco, ha logrado imponer su agenda al resto de la UE.

Y lo hizo después de que Merkel haya tenido que enterrar su proyecto de reparto por cuotas debido a la oposición de los países del centro y este europeos y haya reculado en su generosa política de acogida iniciada en 2015 por la presión del pilar más derechista de su Gran Coalición al verse obligada a ceder ante su ministro de Interior, Horst Seehofer, muy próximo a Orban.

Merkel aceptó que los migrantes ya registrados en otros países de la UE sean llevados a «centros de tránsito» en la frontera alemana y devueltos al Estado por el que entraron, a través de acuerdos bilaterales con los países implicados.

Ayer quiso justificar su viraje al explicar que esos centros no pertenecerán legalmente al territorio nacional –serán como las zonas internacionales de los aeropuertos– y que en ellos refugiados e inmigrantes estarán «siempre bajo vigilancia policial», aunque no detenidos.

También apuntó que sólo se pondrán en marcha una vez que se firmen acuerdos con los países europeos a los que corresponda devolverlos y destacó que en ellos se deberá poder aclarar «en 48 horas» el futuro de los solicitantes de asilo.

 

Alemania, Austria e Italia estudiarán cómo «cerrar» la ruta del Mediterráneo

Los ministros de Interior de Alemania, Austria e Italia se reunirán la próxima semana para estudiar cómo cerrar la ruta migratoria por el mar Mediterráneo hacia Europa, en el marco de la cumbre de titulares de Interior de Europa del jueves y el viernes en Innsbruck, anunciaron ayer el ministro alemán de Interior, Horst Seehofer, y el canciller austríaco, Sebastian Kurz. A Viena acudió Seehofer para explicarle a Kurz el plan migratorio de Alemania, acordado por la CDU y la CSU, que prevé e construir «centros de tránsito» en la frontera común. Un plan que suscitó una fuerte respuesta por parte de Austria, que amenazó con reforzar los controles en la frontera con Alemania para impedir que los albergados en estos centros cruzaran a su territorio.

Seehofer aseguró a Kurz que estos centros no afectarán al flujo migratorio hacia Austria, su principal exigencia. GARA