Agustín GOIKOETXEA
BILBO

Duro relato de la víctima de abusos sexuales en el Colegio Gaztelueta

Duro testimonio el ofrecido ayer en la Audiencia de Bizkaia por el exalumno del Colegio Gaztelueta que denunció al que fue su preceptor por abusos sexuales. Nervioso, a veces bloqueado al rememorar lo sufrido desde los 12 años, confesó que había estado a punto de suicidarse por el calvario vivido con burlas y vejaciones de sus compañeros.

La Sección Primera de la Audiencia de Bizkaia juzga al exprofesor del Colegio Gaztelueta acusado de presuntos abusos sexuales a un exalumno. En la primera sesión, el tribunal escuchó el duro testimonio de la víctima que, como reconoció a preguntas de la acusación popular que ejercen sus progenitores, le llevó al borde del suicidio. «Esto se puede suavizar, pero no curar», añadió al ser preguntado por el letrado de la defensa de J.M.M.S.

Detalló caricias en las manos tras ofrecerle una chocolatina, diversos tocamientos, obligación de masturbarse en presencia de quien fue su preceptor en Primero y Segundo de ESO hasta una penetración anal con un bolígrafo y algún dedo, que no supo precisar al igual que otras cuestiones que le fueron preguntando las partes a lo largo de la declaración. Más tarde, el presidente del tribunal, Alfonso González Guija, le solicitó que fuera explícito al exponer lo que había vivido, aportando más detalles aunque otros los ha borrado de su mente para superar el calvario padecido.

Relató que cada vez que era citado por el acusado al despacho, al que otorgaba gran autoridad sobre él, el pánico le invadía y trataba de comunicar con su madre para irse a casa. En esa situación de tensión, sin desvelar el calvario que estaba sufriendo, algunos compañeros le consideraban la «novia» del profesor y decían que se «cascaba pajas» en los despachos. No ayudaban tampoco los comentarios que profería el que era su profesor de Religión ridiculizándole.

El tiempo que permanecía a solas con J.M.M.S. podía llegar a ser de 45-50 minutos, por lo que perdía horas de clase. La víctima afirmó que el profesor le llegó a decir, «en un tono amenazante» que «no contase nada de lo que hacíamos ahí dentro». No lo hizo, porque «sentía vergüenza y miedo de que se rieran de mí, de que las burlas fuesen a más».

El acoso de un grupo de alumnos fue en aumento y se extendió cuando abandonó el colegio en 2010 para ir a otro centro; más tarde, se trasladó a Logroño. En los últimos compases en Gaztelueta, le entró «una sensación de culpabilidad».

Detrás de un biombo, explicó que no fue exponiendo más detalles de lo vivido en los cursos 2008-2010 en el colegio vinculado al Opus Dei por «vergüenza» hasta que, en 2015, siendo mayor de edad, contó la penetración después de años de terapia para superar el «bloqueo». La crisis personal llevó al chaval a comportarse de manera anómala con situaciones de ansiedad que le llevaron a plantearse quitarse la vida.

Tras años de tratamiento, ha logrado seguir sus estudios tras perder cuatro cursos, pero todavía tienen dificultades para dormir, estudiar y hacer actividades. «Ahora mismo sí tengo sentimiento de culpa por no haberlo dicho antes», confesó.

El acusado lo niega todo

La vista oral se abrió con la toma de declaración al acusado, que se negó a responder a las cuestiones planteadas por la abogada de la acusación particular. J.M.M.S, numerario del Opus Dei y ahora alejado de la docencia, negó que abusase del niño como le planteó su letrado. «Jamás he hecho yo eso, ni con Juan ni con ningún otro alumno», manifestó.

Llorando, aunque luego se mostró tranquilo durante la sesión y hasta llegó a sonreír al abandonar la sala con su letrado, aseguró que lleva «2.669 días que me levanto por la mañana y no encuentro explicación. Yo no encuentro explicación para esto. Yo soy maestro. Quizás en el juicio vengan profesionales que puedan explicar esta frustración o inquina», en referencia a la familia denunciante. «Su testimonio está muy trabajado», advirtió al tribunal.

El exprofesor de Gaztelueta reconoció que mantuvo bastantes encuentros con la víctima para tratar de orientarle en sus estudios, viendo que, al faltar bastante a clase por problemas de salud y viendo que los padres se quejaban por las notas que obtenía, debía ayudarse en algunas asignaturas. En ello también influyó que el subdirector y anterior preceptor le invitase a ello. Defendió que no trataba de manera diferente a este alumno y comentó que era igual de «guasón» con todos.