Joseba VIVANCO

El Athletic perdió su partido y la Real ganó el suyo

El Athletic de Eduardo Berizzo buscaba, decía su entrenador, un partido redondo, pero visto el 1-3 de anoche en San Mamés ante el eterno vecino, lo que le urge es un resultado redondo. Llevó el peso del derbi, pero una Real mucho más práctica y que sacó provecho de dos penaltis acabó haciendo su juego y ganando. El Athletic, con el suyo, perdiendo.

ATHLETIC 1

REAL SOCIEDAD 3

 

Decía Diego Armando Maradona que un Boca-River en la Bombonera es como dormir con Julia Roberts. Y quien dice dormir, dice pasar la noche. Eduardo Berizzo, inquirido en la previa sobre si podía equipararse el clásico bonaerense al derbi vasco entre Athletic y Real Sociedad, respondió que «para mí el partido es de importancia máxima, a la altura de un Boca-River», evidentemente, desde su perspectiva como técnico rojiblanco, porque estos duelos de rivalidades se parecen lo que las rabas bilbainas a las gildas donostiarras. Son un aperitivo, sí, pero hasta ahí puedo comparar. Dicho esto, un Athletic-Real, o vicevesa, no será el derbi más relevante del concierto futbolístico, pero sí el que se se rodea fuera del campo y en la grada del ambiente más sano y de rivalidad bien entendida. Y este es el nuestro. Dentro, enemigos, fuera vecinos.

En un derbi no hay favoritos, no hay excusas, pero sí rivalidad y enconamiento, besos al escudo como Oyarzábal cuando adelantó a los suyos con un penalti de VAR y generó un tsunami de improperios en la cercana grada popular que hasta entonces la tenía tomada con el presidente Josu Urrutia. Puños al cielo y rabia desatada como la Muniain, tras empatar un suspiro después para desasogiego de un San Mamés herido que todavía maldecía la pena máxima rearbitrada más allá del césped. Entre uno y otro instante, el estadio fue una olla a presión, junto a su equipo desde el mismo instante del himno, arbitrando cada jugada, jaleando a sus jugadores, superiores a una Real un tanto conservadora que veía al Athletic llegar pero no arañar.

Los primeros diez minutos de los leones prometían, primera incursión de Williams, dos melonazos al área, alguna arrancada de Yuri, un par de llegadas malgastadas por Susaeta... Sucesivos ¡uys! desde la grada que al final acabaron en un ¡ay!, el que paralizó, primero, y soliviantó, luego, a San Mamés, tras esa jugada en la que Iñigo Martinez elevó su intento de despeje demasiado y golpeó a Sangalli en su remate. El suspense del VAR hizo el resto. Mikel Oyarzábal se aisló de la música de viento y puso el 0-1. Casi al minuto, Muniain, en un arranque de rabia, iniciaba y culminaba la igualada, ayudado tambien por el infortunio de la zaga realista.

Con las espadas en alto en una entretenida primera parte, jarro de agua fría a vuelta de vestuarios con el segundo gol realista, obra de Sangallí, tras error en la salida de Yuri y una floja presión de Beñat sobre el centrador Zubeldia. Espoleado, el Athletic tocó a rebato mientras el rival lo fiaba a una contra con la que cerrar la visita al Botxo. No le hizo falta, el Athletic, con más corazón que acierto, se lo puso en bandeja en una desafortunada cesión de Yeray que acabó con Simón derribando a Bautista. El ‘10’ realista no falló desde los 11 metros. 1-3 y San Mamés, si ya se había contagiado del marcador, acabó dejándose llevar. Su equipo, atropellado, no dio para más. El Athletic, que busca un partido redondo, decía Berizzo, necesita más bien un resultado redondo. La Real fue, de nuevo, mejor a domicilio. El Athletic propuso su partido y perdió, la Real, el suyo y ganó. Se llevó un derbi más. No un Boca-River, un Athletic-Real. El nuestro.