Mirari ISASI

La demonización del PT da alas al ultraderechista Bolsonaro

Jair Bolsonaro se consolida como favorito para presidir Brasil los próximos cuatro años. La demonización del PT, desgastado por trece años en el poder y por la corrupción, junto a la inseguridad, la desesperanza y el deseo de cambio, están dando alas a la ultraderecha.

Desde la caída de la dictadura, en 1985, Brasil nunca ha vivido unas elecciones tan decisivas como la segunda vuelta de las presidenciales que se celebrarán el domingo. 147 millones de brasileños decidirán quién ocupará el Palácio do Planalto, si el ultraderechista y claro favorito, según las encuestas, Jair Bolsonaro (PSL) o el izquierdista Fernando Haddad (PT). Aunque los últimos sondeos reflejan una ligera remontada de Haddad, con el 43% de la intención de voto, Bolsonaro sigue liderando las preferencias, con un 57%, seduciendo con un discurso de seguridad, pero sobre todo aprovechando la demonización del PT y el deseo de cambio de una sociedad sin esperanza.

No importan sus declaraciones racistas, homófobas y machistas, ni su defensa de la dictadura (1964-1985) y justificación de la tortura, el exmilitar ultraderechista es visto por millones de brasileños como la garantía de un cambio en el país. Y no solo arrasa entre la clase media que surgió durante los años en los que gobernó Luiz Inácio Lula da Silva – que sacó a 30 millones de personas de la pobreza–, pero que se volvió anti-PT al ver frustrado su ascenso social debido a la crisis económica, también lo hace entre los nuevos ricos, la élite judía y las favelas. Sobre todo en Rio de Janeiro, pero incluso en el nordestino feudo petista.

Ha sido fundamentalmente el rechazo al PT –no así a Lula, al que las encuestas situaban como claro vencedor en las presidenciales– lo que ha dado alas a Bolsonaro, hasta el punto de haber conseguido seducir a mujeres, negros y LGTBI a pasar de ser humillados una y otra vez por el candidato del PSL. Todos citan la inseguridad –en 2017 se produjeron más de 63.000 homicidios– y la corrupción –que imputan solo al PT aunque casi todos los partidos se han visto salpicados– como su mayor preocupación y restan credibilidad a sus incendiaras declaraciones, que consideran fake news fomentadas por el PT e «inventos» de la prensa.

El desgaste del PT por trece años en el poder –con algunas medidas muy cuestionadas– y los escándalos de corrupción les ha llevado a perder la esperanza y a ver en Bolsonaro un nuevo mesías –su segundo nombre es ese– en el que confían para que, con sus promesas de mano dura y liberalización de la tenencia de armas y su defensa de la «familia tradicional», resuelva los problemas de inseguridad, acabe con la corrupción y asegure el retorno del «orden moral».

Como sucediera hace dos años con Donald Trump, cuando arrancó esta carrera electoral nadie pensaba que un político radical e intolerante como Bolsonaro podría llegar a la Presidencia del gigante sudamericano. Su victoria supondría otro terremoto en toda la región, como lo fue la del propio Trump.

Aunque, y a pesar de todos los indicadores que apuntan lo contrario, hay quien todavía confía en que Haddad, defensor de la democracia frente a la extrema derecha, pueda ganar el domingo. Los analistas coinciden en que es algo improbable salvo que ocurra un giro dramático. Para ello, Haddad debería atraer a un importante número de votantes de los candidatos eliminados en la primera vuelta y reducir la base de apoyo de Bolsonaro.

Pero, por ahora, no ha logrado formar el «frente democrático» que esperaba de cara a la segunda vuelta. A diferencia del «frente republicano» que se creó en el Estado francés para bloquear a la extrema derecha en 2002 y 2017, en Brasil no hay una tradición de frente antifascista ya que es la primera vez que hay un candidato ultraderechista.

 

Tímida respuesta al llamamiento a crear un frente democrático ante la «amenaza fascista»

En su lucha para evitar que «el fascismo se asiente en Brasil», Fernando Haddad sigue buscando apoyos que le permitan remontar la clara ventaja que los sondeos dan a Jair Bolsonaro, pero una docena de partidos han decidido declararse neutrales. Entre ellos, el PMDB, de Michel Temer, y el PSDB, de Fernando Henrique Cardoso. El resto, una serie de formaciones de enorme peso en el Congreso, la mayoría parte de la coalición derechista de Geraldo Alckmin (PSDB).

Solo el PTB y el PSC, en el que militó Bolsonaro, han declarado su apoyo oficial al ultraderechista, mientras Haddad, quien ya contaba en su coalición con el PCdoB y el PROS, ha sumado a su alianza al PSOL y al PSB, y ha logrado el «apoyo crítico» del PDT, de Ciro Gomes, y de Rede, de Marina Silva.

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, pidió ayer la creación de un frente democrático para apoyar a Haddad y frenar la «amenaza fascista». Poco después del llamamiento de Lula, dos rivales históricos del PT, el expresidente del PSDB Alberto Goldman y el senador del PMDB Jarbas Vasconcelos, que gobernaron los estados de Sao Paulo y Pernambuco, respectivamente, declararon a través de las redes sociales su apoyo a Haddad en la disputa con Bolsonaro. «Contra mi voluntad y lo que pensaba, contra mis principios y contra todos los años de lucha contra el PT, votaré por Haddad. Luego pediré disculpas y pediré a Dios que me perdone», dijo Goldman. «Jamás apoyaría a Bolsonaro. No hay condiciones de eso. Son caminos y pensamientos opuestos», señaló, por su parte, Vasconcelos.M.I.