Ane URKIRI

Feminismo y defensa de la tierra ante un capitalismo «que nunca nos beneficia»

Hoy se celebra Feministon Herria en Bilbo como acto central de la XI. Marcha Mundial de Mujeres pero el miércoles, activistas de Kenia, Palestina y del pueblo Navajo de Norteamérica expusieron la realidad de la mujer así como las resistencias en dichos territorios.

Nunca tendremos una revolución sin la emancipación de la mujer», afirmó la keniata Sophie Ogutu citando a Thomas Sankara, revolucionario comunista y teórico panafricanista que presidió Burkina Faso a mediados de los años 80. Admitió la contradicción en la que había caído cuando instó al público a que tengan referentes mujeres que aún estén con vida y que cada una sea la que inspire a otra gente: «Si conseguimos eso, podremos avanzar». 

«Cada una tiene su historia y cada una tiene su impacto», así resumió la activista africana el poder de las mujeres. Junto a ella y junto a la resistencia feminista de Kenia, los oyentes que llenaron la sala de Hika Ateneo de Bilbo pudieron presenciar las historias de Palestina y del pueblo Navajo de Norteamérica mediante las declaraciones de Tahreer Jaber y Jiham Geavon, respectivamente.

Todas coincidieron en un mensaje aunque en cada una de las regiones la lucha de la mujer sea muy dispar: «El capitalismo nunca nos va a beneficiar, siempre saldremos perdiendo». Geavon añadió, además, que hay que evolucionar en los valores del socialismo para poder enfrentar las desigualdades y reflexionó acerca de cuánto nos hemos divorciado de la «madre tierra».

El pueblo Navajo –o Dineh, como se denominan entre ellos– ha sufrido desde hace muchas décadas la crueldad del imperialismo; primero, con el intento de exterminación de los y las indígenas y ahora, con la expropiación de tierras para colocar centrales enérgicas, desarrollar el uso del fracking o con la extracción del agua de sus reservas para que lo aprovechen «los pueblos fronterizos muy ricos». «Estamos regalando los recursos y alguien está sacando ganancias. Tenemos un 54% de desempleo, el 35% de casas no tienen agua y 20.000 hogares están sin electricidad», detalló. Ante ello, precisó lo fundamental que es la organización para frenar todos esos procesos «y para construir una economía alternativa utilizando la energía solar, impulsando la soberanía alimentaria y produciendo la lana».

¿Y qué papel juega la mujer en esa organización? «En nuestro territorio ser una mujer significa hablar de parte de la madre tierra. Decidimos cómo utilizar el agua». Tienen toma de decisión pero ello no quita que estén exentos del patriarcado. Explicó que las hijas se quedan en los pueblos mientras los hijos suelen irse a estudiar fuera, «para luego volver como terratenientes. Los ricos están acaparando zonas y ello se puede considerar otra forma de colonización».

«Triple sufrimiento»

De colonización y de ocupación saben mucho los palestinos y palestinas, y Tahreer Jaber quiso hacer un pequeño homenaje a todos los palestinos que están presos en cárceles israelíes. Incidió en que actualmente hay 53 mujeres encarceladas y «hace diez días las fuerzas israelíes lanzaron piedras hasta matar a una mujer que era madre de ocho niños». Mencionó también que muchas mujeres dan a luz a sus bebés en los checkpoints por la pasividad de las fuerzas invasoras.

La ocupación es uno de los sufrimientos a las que están sometidas las palestinas pero recalcó en que padecen un «triple sufrimiento». «Eramos granjeras pero hemos perdido más del 80% de las tierras y ahora solo el 19% de las palestinas está trabajando». Y, por último, están bajo el sistema patriarcal, aunque hizo hincapié en que son muy activas en boicotear productos israelíes y en la lucha social al promover varias campañas para que haya leyes específicas: «Queremos un sueldo mínimo, erradicar el matrimonio a edades muy tempranas y estamos a favor de la economía alternativa para participar a través de cooperativas agrícolas y medio ambientales».

«No podemos descansar o esperar, necesitamos nuevas formas y nuevas energías», animó la keniata Ogutu, recordando que en su tierra nació la resiliencia feminista gracias a las mujeres que estaban en huelga por sus maridos que fueron encarcelados por razones políticas en los años 90. «Eran admiradas por su resistencia» y denominaron como “Esquina de la Libertad” el sitio en el que se congregaban. Al principio nada funcionaba y las reclutaban, hasta que tuvieron una idea que fue el comienzo de todo: «En nuestra cultura es un tabú ver a mujeres mayores desnudas y como los policías eran más jóvenes decidieron quitar toda la ropa en cuanto procedían a la detención. Ganaron».

No conformarse

Ese fue el principio en Kenia pero Sophie Oguntu opinó que el verdadero florecimiento del movimiento llegó en el 2007, cuando la Marcha Mundial de las Mujeres organizó una huelga «inclusiva. Hasta entonces las movilizaciones estaban relacionadas con partidos políticos y etnias y en el 2007 cambió todo. No fue fácil pero fue una oportunidad para construir luchas».

Para construir dichos puentes puso en relieve la necesidad de conectar la realidad local con la global, al igual que remarcó que no le gusta que en los medios no tengan cabida los movimientos de resistencia de África, como puede ser el feminismo. «El pasado 8 de marzo todos conectamos con Washington, fue una huelga muy poderosa. Fue un ejemplo de resiliencia».

La indígena sostuvo la idea de no conformarse: «Las que no tenemos zonas de confort tenemos que superar el concepto de que ese derecho no es sostenible».