La Junta saca del debate a Vox porque ERC tiene bastante más derecho a entrar. A buen seguro, el quinto atril antes se quedará vacío que servir a un catalán. La ortodoxia biempensante española siempre quiere que la tostada caiga del lado de su mantequilla.
La Junta Electoral está teniendo más trabajo que nunca. Podemos hizo muy mal proyectando los papeles de Bárcenas, expediente al canto. Ciudadanos mantiene una lona en campaña electoral, otro expediente. La última polémica la encontramos en uno de los carteles seleccionados para sanfermines. Verónica Ferreira, relleno de la lista de EH Bildu al Congreso, sale soplando un txistu con la falda levantada. Navarra Suma lo tiene claro: se trata de un ardid de Asiron para catapultar a Bel Pozueta. Lo de que ha elegido el cartel un jurado compuesto por técnicos (donde ya no vota el concejal Fermín Alonso) para otro día.
Las elecciones dan miedo, pavor, a las organizaciones que se presentan. La sicosis es normal. Si pincha Ciudadanos, se volverá UPyD. Si pincha el PP, se convertirá en Vox. Si pincha el PSOE, se convertirá en Ciudadanos. Y si pincha Vox, Vox desaparecerá. De ahí que la Junta Electoral tenga tanto trabajo. Están quejicas.
Da la impresión, no obstante, de que el electorado vuela más alto que todo esto. No sostengo que haya podido evadirse de la maquinaria electoral, pero sí que su voto acabará decantándose en función de otros fenómenos de mayor peso en la formación de la opinión pública. A saber, el consumo generalizado de información falsa y tendenciosa, la evidente decadencia del periodismo seria, la pérdida de lectores de prensa diaria y la disminución de la comprensión lectora. Cuatro cosas que van tan ligadas que, probablemente, constituyan un mismo fenómeno, solo que todavían no se ha ideado (o desconozco) una palabra para referirse a él con precisión. Probablemente será un anglicismo.
La Junta Electoral Central, desde luego, carece de herramientas para imponer juego limpio y desembarrar el escenario. Cuenta, además, con la dificultad añadida de partir de una democracia tan deficitaria como la española, que confunde un lazo amarillo reivindicando los derechos humanos con un cartel propagandístico. No resulta extraño, por tanto, que acabe discutiendo sobre los pololos de un traje de casera.