Si se hacen números, se ve que el hundimiento del PP en Euskal Herria, y en concreto en la CAV, no se debe al fraccionamiento de la derecha, sino a que los discursos de Pablo Casado, Javier Maroto y Amaya Fernández han espantado a buena parte de sus electores más razonables. Tomemos por ejemplo Araba, donde el tortazo de Maroto todavía está haciendo eco entre las faldas de Gorbeia y la Sierra de Entzia. En 2016 PP, Cs y Vox sumaron 43.249 papeletas, un 25,67% de los participantes. Este domingo, todos juntos, se quedaron en las 37.234 votos, un 20,95%. Perdieron 6.015 apoyos y un 4,72%.
Es cierto que si un puñado de votos de Vox se habrían quedado en el redil, el PP hubiera obtenido un escaño en la CAV (ridículo consuelo para quien en el 2000 logró tener 7); pero no es menos cierto que si no hubiera irrumpido Elkarrekin Podemos en el panorama electoral, quizá EH Bildu pudiera haber repetido en 2015 los resultados de Amaiur en 2011.
La debacle del PP ha alimentado a otros partidos, entre ellos al PNV, que este domingo sumó 394.627 votos, rozando su récord de 417.154 del 14M de 2004. A menos de un mes de las elecciones forales y municipales esas cifras son todo un tesoro. Baste recordar que en 2015 los jeltzales lograron 360.279 papeletas (por debajo de la marca actual) y en las autonómicas de 2016, 398.168.
El 26 de mayo el PNV puede aspirar a retener buena parte de esos electores de orden que el domingo se refugiaron en sus siglas, ante el panorama apocalíptico que les ofrecía al PP. Y será difícil que los actuales candidatos de este partido pueden rectificar su discurso hacia la sensatez. El reto de Sabin Etxea será ahora que no se vayan a la abstención.
Campamento base de EH Bildu
Las elecciones a Cortes son el peor contexto electoral para la izquierda independentista, pero el domingo lograron subir de los 184.713 votos de 2016 a los 258.840 de este año. EH Bildu corría el peligro de sufrir un nuevo traspié que minara la moral de su electorado a cuatro semanas de una elecciones trascendentales para la formación.
Arnaldo Otegi y los suyos consiguieron encontrar un elemento ilusionante para sus bases: frenar al «trifachito» y, en Araba, acabar con la carrera política de Javier Maroto. Habrá que ver qué efecto tiene todo esto el 26 de mayo donde, por ejemplo, la batalla por la Alcaldía de Gasteiz va a ser emocionante.
Viento de cola para el PSOE
El triunfo del PSOE en el Estado puede ayudar a sus federaciones vascas de cara a las diputaciones y los ayuntamientos, de lo que a la postre se volverá a beneficiar también el PNV, porque nadie duda de que el PSE correrá a sus brazos para repetir pactos de gobierno. Lo que queda por ver es qué hará el PSN en Nafarroa.
Unidas Podemos maquilló su resultado del domingo bajando menos en Hego Euskal Herria que lo que hizo el partido del Ebro para abajo, pero marcada queda la caída de 431.080 votos de 2016 a 291.718. Una pérdida de 139.362 papeletas, un 32,32%. Y las elecciones municipales y forales no son las mejores para la formación morada, toda vez que además es en estos niveles donde han surgido más disputas y rupturas internas.
Buen escenario para el Cambio
Pese a que EH Bildu y Geroa Bai quedaron fuera del reparto de escaños en Nafarroa, las opciones para que las fuerzas del Cambio vuelvan a imponerse el 26M siguen vigentes.
Navarra Suma ha restado apoyo si se toman los resultados que UPN-PP y Cs tuvieron en 2016. El crecimiento del PSN parece alimentado por sectores que han ido a las urnas a oponerse a las derechas y es dudoso que ante las elecciones forales esa parte del electorado confíe en la lista que lidera María Chivite, que nunca ha sido freno al Régimen, sino su bastón.
EH Bildu rozó el escaño, Geroa Bai reforzó su voto frente a 2016 y Unidas Podemos perdió menos de lo que hacían prever sus reyertas internas. El 26 de mayo, nuevo examen.