«Aquí te espero, ten cuidado». Estas son las últimas instrucciones que una madre da a su pequeño, que, con el periódico en la mano, intenta contener los nervios ante la que se avecina.
Mientras los progenitores buscan la sombra en las aceras de la cuesta de Santo Domingo, los protagonistas del momento se van arremolinando ante la hornacina de San Fermín, decorada con los pañuelos de las Peñas, como marca la tradición.
Los astados se dirigen con paso tranquilo hacia los corrales. Aunque son de cartón- piedra, lucen unas hermosas astas que llegan a confundir a un perro con pañuelo sanferminero incluido, que rompe a ladrar ante su intimidante presencia.
Tras el preceptivo cántico, se lanza el cohete y los chavales empiezan a correr como alma que lleva el diablo hacia el ayuntamiento, mientras los veteranos que acompañan a los más pequeños les piden calma y que esperen a que se vean las astas de cartón-piedra.
Algunos impacientes van en busca de la torada, que aparece potente desde el museo, saltándose las barreras que marcan el límite hasta que el que pueden bajar los corredores.
Los astados irrumpen prácticamente en fila, abriéndose paso entre chicos y chicas, que realizan bonitas carreras delante de los morlacos, demostrando una forma física envidiable.
Entre un gentío, los toros alcanzan la plaza Consistorial, punto de retorno a los corrales. Con un encierro a la inversa, se prepara la siguiente tanda, que mantiene la misma parafernalia.
El momento suscita el interés de una cadena de televisión japonesa, que instala su potente cámara en lo alto de la cuesta de Santo Domingo para recoger el peculiar encierro entre los curiosos que también se agolpan en ese espacio para seguir la evolución de las diferentes tandas.
Y así se suceden los cuatro encierros de ida y vuelta, mientras desde megafonía piden a padres y madres que se mantengan en las aceras si no corren con sus hijos, y a los corredores se les invita a correr delante de las astas y a no tocar a los toros.
Tras el paso de los morlacos, algunos corredores tienen que pasar por alguno de los dos puestos de atención sanitaria con los que cuenta el recorrido, uno situado en el edificio del Departamento de Educación y una pequeña ambulancia aparcada en la trasera del ayuntamiento. Afortunadamente, los cuatro encierros han sido limpios y solo ha sido necesario atender algún raspazo y vendar algún tobillo un poco lastimado.
Con los morlacos retirándose definitivamente a corrales, finaliza un encierro txiki que ha dejado infinidad de sonrisas en los más pequeños y entre los mayores, que también han disfrutado de lo lindo viendo las buenas maneras de los corredores del futuro.
Para los que no han tenido la oportunidad de participar en este peculiar encierro, todavía queda una segunda oportunidad. La cita es este viernes día 12 a las 11.30 horas en la cuesta de Santo Domingo.