Ingo Niebel

El auge de la ultraderecha politiza y polariza Alemania

Las elecciones regionales en Sajonia y Brandeburgo constatan tanto la consolidación de la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD) y el auge de los Verdes como también el declive de la Unión Cristiano Democrata (CDU), del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y de Die Linke (La Izquierda). El paisaje político ha cambiado esencialmente.

Aunque la AfD no ha conseguido su objetivo de convertirse en la primera fuerza política en ninguno de los dos estados federales de Sajonia y Brandeburgo, ambos situados en el este alemán, sí se ha situado claramente como segunda fuerza. Quizás su resultado habría sido incluso un tanto mejor en el primero si la Corte Constitucional del Estado Libre de Sajonia no hubiera limitado la lista electoral a 30 diputados debido a un error formal que la AfD cometió al presentarla. Este número de parlamentarios corresponde más o menos al 23% de los votos. Sin embargo, la formación ultra ha logrado más del 27%. Gracias a los siete mandatos directos, su presencia en el hemiciclo de Dresde subirá a 37, ocho escaños detrás de la CDU.

En Brandeburgo, la AfD consiguió que 23 de cada 100 votantes se inclinaran en su favor. Así, queda a solo tres puntos del SPD. «Hemos venido para quedarnos», exclamó su candidato Andreas Kalbitz, que quedó un punto por encima de lo que auguraban los sondeos. Ese 23% es un triunfo especial para el partido ultra, que tuvo que afrontar una peculiar campaña política y mediática en su contra. Pese a –o quizás por– la probada cercanía de Kalbitz al neonazismo alemán, consiguió su meta del «20% más equis». Tanto él como el líder de la AfD en Turingia, Björn Höcke, pertenecen al denominado ala «nacionalconservadora», la más derechista dentro de la formación que se identifica con el color azul. Aun así, ambos líderes dejaron ayer su habitual discurso que roza el neonazismo para hacerse pasar por &bs;«demócratas» que defienden el parlamentarismo.

Aunque la CDU seguirá gobernando en Sajonia, la consolidación de la AfD le pone en una difícil situación, porque en Brandeburgo es la tercera fuerza, ocho puntos por detrás de los ultras. Si el partido de la canciller Angela Merkel quiere establecer una alternativa al tripartito «rojirojiverde», formado por el SPD, el Linke y ecologistas, que se avecina en Potsdam, tendrá que encontrar un modus viviendi con la AfD. Su tradicional socio, el Partido Liberaldemocrático (FDP), no superó el eliminatorio límite del 5% en ninguno de los dos länder.

De cara a la formación del futuro ejecutivo en Dresde, el ministropresidente Michael Kretschmer (CDU) tiene tres opciones. La primera, convertir su hasta ahora bipartito con el SPD en un tripartito, incluyendo a los Verdes. La segunda opción sería una “gran coalición” de la derecha, con la AfD, o un gobierno en minoría, tolerado por los ultras. Aunque hasta ahora, la CDU y su presidenta Annegret Kramp-Karrenbauer, apodada AKK por su partido, ha vuelto a prometer: «Mantenemos el rumbo distanciándonos claramente de la AfD». No obstante, se han alzado voces que lo ven diferente y hasta ahora AKK solo ha cosechado pérdidas.

 

Mientras tanto, el SPD trata de esconder su crisis detrás del hecho de que en Brandenburgo haya vuelto a ser la primera fuerza política, a pesar de haber perdido más del 5%. Si el ministropresidente Detlev Woidke quiere seguir gobernando con el Linke tendrá que llegar a un acuerdo con los Verdes para establecer un tripartito en Potsdam, tal y como existe ya en los länder Berlin, Bremen y Turingia. Dado que el SPD sólo dispone de una cúpula compuesta por tres copresidentes en funciones, es difícil responsabilizar a alguien en concreto del noveno desastre electoral consecutivo. En Sajonia, ha perdido más de cuatro puntos, quedándose en el 7%.

Otro perdedor es Die Linke. Aunque las encuestas presagiaban bajadas de unos cuatro puntos, estas casi se duplicaron, dejando al partido izquierdista en el 10%, empatando con los Verdes en Brandenburgo y dos puntos por delante en Sajonia.

 

El este siempre ha sido un terreno difícil para los ecologistas, pero para el Linke era su feudo regional. Ahora lo ha cedido a la AfD, que además pretende ser la portavoz de los exciudadanos de la socialista República Democrática Alemania (RDA), que se consideran los perdedores del proceso de unificación. La copresidenta del Linke, Katja Kipping, culpa del doble desastre al voto táctico que ha ido al SPD para frenar la ultraderecha. El problema es más complejo, pero el Linke no quiere debatirlo hasta finales de octubre, cuando espera que su ministropresidente Bodo Ramelow repita su tripartito con el SPD y los Verdes en Turingia.

Así como los socialdemócratas han salido siempre diezmados de las tres “GroKos” con Merkel, Die Linke pierde votantes cuando es socio minoritario del SPD. Por eso, su debacle en Brandenburgo confirma la regla. En un lustro unos 47.000 de los ancianos que le votan por tradición en el este alemán han perecido en Brandenburgo y Sajonia, y el partido no ha podido captar nuevos electores. Además, el Linke ha perdido las características que le han diferenciado del SPD y de los Verdes. La actual cúpula ha apostado por un incondicional discurso internacionalista, pero sin buscar el diálogo con sus bases, que en el este se sienten incómodos con la llegada de los extranjeros. Así, se ha dejado campo libre sin batalla alguna a la enemiga AfD cuando habría sido necesario ofrecer un programa social y nacional alternativo a la xenofobia, el nacionalismo y el racismo de la Nueva Derecha.

Alemania se ha sumado a los países que han girado hacía la derecha. Esta tendencia acaba de instalarse para ampliar su posición política e institucional.