Goikoetxea, Agustin

Desencajados

Cuando hasta el saque inicial se interrumpe por haber botado incorrectamente, por haber sobrepasado los jugadores babazorros la línea central, es síntoma de que el partido no será un duelo para recordar en la retina. Quién sí lo recordará será Williams, que firmó un partido muy completo; estuvo en todas, provocó el penalti del 1-0, estrelló el balón en el larguero antes del 2-0... Hizo más que todos los jugadores albiazules juntos. Se puede decir que el de ayer fue uno de los peores partidos con Asier Garitano, que no supo encontrar reacción en un derbi de lo más interrumpido.

Y es de extrañar porque el Glorioso ha demostrado saber manejar esos duelos en los que parece que no se juega a nada. Pero ayer, en frente tenía a otro especialista en ese tema, y Gaizka Garitano le comió la tostada a Asier sin hacer demasiadas brillanteces. Raúl García acertó desde los once metros y Muniain estuvo más rápido para remachar el rechace del paradón de Pacheco. Eso fue todo. Y es por ello que deja un sabor aún más agrio esta nueva derrota del Deportivo Alavés.

Frente al Sevilla sí hubo una intentona de reacción, incluso terminó con mejores sensaciones el duelo a pesar de caer derrotado. Pero ayer no había más que mirar el rostro de Asier Garitano a falta de cinco minutos para concluir su primer derbi como entrenador albiazul. Estaba desencajado, seguramente consciente de sus errores. Porque fue extraño cambiar la línea defensiva sin que existiese ninguna lesión y para más inri, fue entonces cuando encajó el 2-0. Ximo Navarro estuvo totalmente descolocado cuando pasó a jugar de central, en el sitio de Ely para dar cabida a Martin Agirregabiria. Tampoco es cuestión de hacer sangre, pero ayer no funcionó ni el trivote que pareció complementarse en los anteriores duelos. Pina, Wakaso y Manu García no se hicieron con ningún segundo balón, ni que decir de Vidal y Rioja, totalmente desaparecidos. Joselu tampoco tuvo esos balones que tanto le gustan, para bajar al verde y jugar de espaldas. Corrieron sin un rumbo fijo y quizás eso duele igual o más que la propia derrota.