En una tertulia de la pasada semana comenté que en la campaña electoral de abril Pedro Sánchez había hecho un discurso que invitaba a pensar que el acuerdo con Unidas Podemos sería coser y cantar tras las elecciones, y que después acabó bloqueándolo; por lo que ahora que había firmado una campaña mirando a la derecha –recuerden su arranque en el debate proponiendo, entre otras cosas, volver al Código Penal de Aznar para convertir en delito la convocatoria de consultas– igual se descolgaba con un gobierno de izquierdas. Era cachondeo, no un vaticinio con el que ahora pretenda colgarme ninguna medalla.
Por arte de birlibirloque, después de las elecciones del domingo, en algo más de «veinticuatro horas», lo que no era más que un vacile pasó «de las musas al teatro», que diría Lope de Vega, y ayer vimos a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias rubricar «un preacuerdo para conformar un Gobierno progresista de coalición», que fue imposible durante todas las veinticuatro horas de cada día de los meses de mayo, junio, julio, agosto y setiembre. Y qué abrazo entre el presidente en funciones del Gobierno y el hombre que hasta hace tan poco le impedía dormir, solo de los escalofríos que le daba imaginárselo en su Consejo de Ministros.
Creo sinceramente que sería bueno que este preacuerdo fructificara y abriera de verdad un tiempo mejor que el actual, que sustituyera la imposición por el diálogo y las leyes del mercado por los derechos sociales, pero –siento ser aguafiestas– hay algo aquí que va mal. Este paso se ha dado demasiado pronto.
A nadie se le escapa que un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos tiene importantes enemigos. Baste ver que influyentes grupos de presión empresariales ya se posicionaron públicamente en su contra y el Ibex 35 cayó ayer un 0,87% tras conocerse el preacuerdo y ver las fotos de la firma. Por ello, todo hace pensar que si quieres llevar a buen puerto un pacto así hay que anunciarlo a última hora para cortocircuitar a los saboteadores.
Quedan cuatro semanas antes de la hipotética sesión de investidura. Demasiado tiempo. Estoy pensando mal. Si Sánchez hubiera querido un gobierno con Iglesias lo habría firmado en junio. Perdonen, pero quedo a la espera de un cambio brusco de guión desde la Moncloa.