El coronavirus en Madrid pone a prueba también la salud mental de su población
La precariedad por la política sanitaria del PP lleva al extremo la paciencia de los trabajadores de hospitales y de los pacientes, en un sistema que no está preparado para contener la dimensión psicológica de la crisis. Para el confinamiento, un consejo médico: «Podemos vernos y podemos hablar».
La crisis desatada por la epidemia del coronavirus ha hecho evidentes las carencias de la sanidad pública en Madrid tras un cuarto de siglo de gobiernos del PP. Pero más allá de los fríos números del sistema, hay personas. La menor cantidad de plazas de médicos y enfermeros y de camas para pacientes llevan a una asfixia que impacta de lleno en el estrés de los trabajadores sanitarios y de los pacientes, en quienes se presentan más trastornos de ansiedad y angustia.
«La privatización ha traído precariedad y la diferencia es enorme entre los médicos mayores y los jóvenes, que tienen contratos mucho peores. Además, la precariedad va de la mano con las cargas de trabajo», explica en entrevista con NAIZ la médica especialista en Medicina Comunitaria y ex diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid Carmen San José.
Alerta que sus compañeros médicos le cuentan que las autoridades «están mandando doblar turnos, y algunos están haciendo hasta triple. Y están desesperados». También reclaman por las condiciones: el Movimiento Asambleario de Trabajadores de Sanidad de Madrid (MATS) viene recibiendo denuncias por la falta de material adecuado, mascarillas y EPIS (equipos de protección individual)y el déficit en respiradores para los pacientes.
El médico especialista en salud pública y excandidato a diputado por Más País Javier Padilla asegura a NAIZ que «de forma habitual ya se trabajaba en Madrid a un nivel muy cercano al límite de las capacidades, con infraestructura limitada y recursos humanos limitados». A este contexto se le debe, ahora, añadir el problema que muchos trabajadores sanitarios «van a estar en cuarentena o enfermos, por lo que el sistema puede dejar de funcionar».
Incide en que este sistema requiere «una reordenación de funciones para eliminar una dinámica de tareas burocráticas que no tienen sentido y poder así liberar recursos humanos. También es necesario mejorar los servicios sociales, que está raquíticos y adelgazados, sin capacidad. Y así termina canalizándose por la vía de lo sanitario la necesidad social que podría ser resuelta, por ejemplo, por dependencia».
«Hay otro estrés añadido en esta situación para los trabajadores, porque además del estrés común de tener que atender patologías graves, está el que viene por las condiciones laborales malas», enfatiza Carmen San José.
A las situaciones particulares de los hospitales, Madrid ahora suma a toda la ciudad a un semiconfinamiento en el que el Gobierno pide quedarse en la casa para contener la propagación del coronavirus. Los madrileños han acudido este sábado con normalidad a parques y a pueblos de la Sierra de Guadarrama –este último caso se ha viralizado en Twitter por una foto publicada por la cuenta oficial del 112 en la que el Gobierno comunitario regaña con un ‘Así no, Madrid’ a los residentes que copan la zona de La Pedriza-. Y esta actitud ha llevado a que el alcalde, José Luis Martínez Almeida, haya decretado el cierre desde el sábado por la tarde «de todos los parques y jardines» de la capital del Estado.
San José advierte que en el sistema de Madrid en particular y en el del Estado español en general «no se considera la salud psíquica». En lo que hace a la comunidad que concentra la gran mayoría de los infectados y muertes por el coronavirus, «la salud mental ha sido uno de los sistemas más deteriorados por la gestión del PP. Hubo una reforma muy buena en los 80, pero se abandonó, y se parte ahora de una base muy débil».
La médica alerta que muchos trabajadores y pacientes abocados a este cautiverio «están en riesgo de sufrir trastornos de ansiedad y crisis de angustia» y ha pedido que se pongan en contacto al menos telefónico con los centros de salud. Ha recordado que durante la crisis económica «ya hubo un aumento de patologías psicológicas, porque la salud está determinada socialmente en un 80%, y por la cuestión de género también, está comprobado».
Lamentablemente, «no hay psicólogos en todos los centros de salud» para atender la demanda creciente de cuestiones emocionales producto de la epidemia: «El sistema no está preparado para esto, y hay que tener en cuenta que hay gente que no soporta el confinamiento», expone.
«La clínica no nos cuidó»
Tras una semana confinada en su casa por haber dado positivo en el test del Covid-19, Andrea -pide resguardar su apellido- está sufriendo angustia y ansiedad, que se agrava por no poder dormir a la noche debido a la tos seca y fuerte que padece. Ella se contagió atendiendo pacientes en una clínica privada del noroeste madrileño.
«En el despacho de médicos no había mascarillas y ni siquiera jabón. Tuve que llevar jabón de mi casa y reclamar antiséptico. Cuando pedí mascarillas, la jefa de los auxiliares me respondió que estaban bajo llave. En la clínica se sorprendieron de que a los auxiliares de limpieza también tuvieran que darles mascarillas», relata.
Aquel último viernes de febrero, Andrea -de 34 años– atendió a un paciente de unos 70 años que tenía coronavirus, cuando todavía no había protocolos ni las clínicas habían hecho preparativos para enfrentar el cuadro emergente. «Me siento traumatizada porque no me sentí amparada en absoluto por el sitio donde trabajo, y me he enterado que mi baja la tiene que pagar el Estado y no ellos, lo que me da rabia. Ellos me tendrían que haber cubierto. Había pocas mascarillas y de las malas. No nos cuidó».
La joven madrileña cuenta que tiene compañeros de trabajo que están triplicando las guardias «con mucho miedo, porque saben que se están contagiando» y que, para empeorar las cosas, en su lugar de trabajo les han dicho que no les pagarán las horas extras sino que acumulen los días para luego librar.
«Más allá de todo, me siento orgullosa por cómo están respondiendo los sanitarios. Con la falta de recursos, los que estamos apechugando somos los trabajadores del sistema», recalca. Y pide resaltar lo siguiente: «Espero que esto sirva de escarmiento para que los políticos dejen de escatimar recursos y sobre todo personal sanitario».
En medio de este clima social, la doctora San José pide a la población que vea esta crisis «como una oportunidad», porque se está viendo «el sistema en el que estamos todos inmersos» Propone a quienes sufran por el confinamiento –en Madrid son decenas de miles– que «eviten el pánico y reflexionen». «Podemos vernos con otros, sin darnos besos ni achuchones. Aprovechar a los vecinos, charlar en una escalera a un metro de distancia. Esta especie de lazos comunitarios ayuda».
«La gente no se tiene que quedar encerrada viendo la TV. El coronavirus no es igual de contagioso que el sarampión. Nos podemos ver en casa, a distancia de un metro y sin tocar nada, y si se toca algo, lavarse las manos», subraya. Y ha llamado a recordar que «la solidaridad no se acaba ni tiene que acabarse».