Txisko Fernández
Donostia

Lecciones magistrales para gestionar el Covid-19 que llegan desde Islandia

Con campañas masivas de test desde un primer momento, sin confinamiento aunque guardando las distancias, sin cerrar guarderias ni colegios de primaria... el Gobierno islandés está dando muchas lecciones que hay que aprender para gestionar próximas crisis sanitarias, porque en esta quizás ya sea tarde incluso para repetir curso.

Imagen tomada durante un seminario sobre salud en las aguas heladas del lago Kleyfarvatn, cerca de Reikiavik. (Halldor KOLBEINS | AFP)
Imagen tomada durante un seminario sobre salud en las aguas heladas del lago Kleyfarvatn, cerca de Reikiavik. (Halldor KOLBEINS | AFP)

Algunas de las peculiaridades de Islandia a la hora de afrontar esta pandemia son obvias: la insularidad como factor geográfico a tener muy en cuenta –por ejemplo a la hora de aislarse del exterior– y su reducida población –unos 360.000 habitantes–. No obstante, al combinar esas dos características hay que subrayar que la mayoría de la gente, más de 200.000 personas, vive en el distrito de la capital, Reikiavik, cuya densidad es de unos 400 habitantes por kilómetro cuadrado.

Pero es la gestión de la epidemia que está realizando este país la que nos abre las puertas a un mundo desconocido, a un escenario que, en estos tiempos de coronavirus, se parece muy poco al que tenemos a nuestro alrededor quienes vivimos en Euskal Herria.

El Gobierno de la feminista Katrín Jakobsdóttir –primera ministra y líder de Los Verdes de Izquierda– tenía claro desde un principio que el objetivo no era evitar la llegada del virus, sino «garantizar que las infraestructuras esenciales del país, y primordialmente la Sanidad islandesa, sean capaces de hacer frente a esa mayor carga que la enfermedad inevitablemente causará».

Y se puede decir que por el momento ha logrado ese objetivo con muy buena nota. Lo ha hecho sin decretar el confinamiento general y sin cerrar guarderías ni escuelas de primaria. Medida esta última que ha salido reforzada porque los resultados de los análisis han confirmado el débil papel de los más pequeños en la transmisión del Covid-19, ya que en una de las campañas masivas realizadas ningún menor de 10 años dio positivo.

No obstante, institutos y centros universitarios cerraron el 16 de marzo, seguidos de piscinas, polideportivos, cines, restaurantes y bares. Como las autoridades consideran que ya ha pasado el pico de la epidemia, el 4 de mayo reabrirán centros educativos, museos y peluquerías.

Siguiendo la versión que se ofrece en la web oficial, «a pesar de la declaración de emergencia nacional, este hecho en sí no tiene gran impacto sobre la vida cotidiana de la población», ya que las medidas decretadas por el Gobierno «afectan, sobre todo, a las instituciones y empresas esenciales» del país y han sido diseñadas «para que éstas emprendan las acciones necesarias para afrontar la evidente amenaza que el Covid-19 supone».

Ha bastado con una detección precoz, análisis masivos y respetar las medidas de distanciamiento para mantener controlada sanitariamente la epidemia.

Más test por habitantes que ningún otro país

Según los datos oficiales difundidos ayer, Islandia tiene confirmados 1.785 casos de Covid-19, de los cuales 1.462 ya se han recuperado, mientras que 10 han fallecido. Tiene 19 personas hospitalizadas, 5 en cuidados intensivos.

Redondeando para hacer una sencilla comparación, la población de Islandia es 9 veces menor que la de Euskal Herria. Por tanto, tiene un número de contagios confirmados por cada mil habitantes similar al de Euskal Herria, pero extrapolando su cifra de fallecidos, aquí deberíamos contabilizar en este momento 90, en lugar de los más de 1.500 que lamentamos ya.

Salvo muy pocas excepciones, el término «casos confirmados» no tiene el mismo significado en Islandia que en el resto del mundo, porque allí ya se han hecho pruebas de diagnóstico al 12,7% de la población, 44.468 personas.

En Hego Euskal Herria –del norte del país no tenemos datos sobre esta cuestión– se han realizado unos 75.000 test PCR; es decir, solo al 2,7% de la población.

Dicho con otros números, Islandia está a la cabeza del ránking mundial de test realizados en proporción a la población del país, con 128 por cada 1.000 habitantes, mientras que los que mayor impacto están sufriendo no se acercan ni de lejos a esas cifras: 12 por cada 1.000 en Estados Unidos; 20 en el Estado español; 24 en Italia: y solo 7 en el Estado francés.

Incluso Corea del Sur, admirado por su capacidad de hacer test desde un primer momento, ha realizado once veces menos (11 tes por 1.000 habitantes). Y Alemania, que también arrancó pisando el acelerador, se queda en 20 por 1.000.

En el conjunto de Euskal Herria, con un cálculo aproximado, estaremos entre 20 y 25 test por cada 1.000 habitantes.

Antes de que llegara el virus

Para no perder de vista la singularidad islandesa, hay que destacar este hecho: allí comenzaron a realizar test del nuevo coronavirus un mes antes de detectar el primer caso. Como suena: el primer análisis se hizo el 31 de enero, cuando la OMS ni siquiera había bautizado al virus como SARS-CoVid-2, y el primer positivo se registró el 28 de febrero.

En las estadísticas de Osakidetza aparece el 5 de febrero como la «fecha de validación» del primer test –que dio «no positivo»– pero el segundo no aparece registrado hasta el 23 de febrero. Y el primer positivo se data el 1 de marzo, cuando solo se habían hecho otros 32 análisis.

Además, aquí hasta el momento solo se han hecho esas pruebas, en una primera fase, a personas son síntomas de agudos de infección respiratoria y es ahora cuando, de forma progresiva, se están ampliando los análisis a los grupos de riesgo y a todo el personal sanitario.

En Islandia, el 31 de enero comenzó la primera campaña, llevada a cabo por el Hospital Universitario Nacional, haciendo test a todas las personas que presentaban síntomas y también a aquellas que habían viajado a las zonas de riesgo, que entonces eran, además de China, los Alpes austriacos, italianos y suizos, adonde muchos islandeses suelen viajar para aprovechar la temporada de esquí.

Se hicieron análisis a 9.000 personas –la mayoría jóvenes–, de las cuales el 13,3% había resultado infectado para finales de marzo.

La segunda campaña fue realizada por deCode Genetics, empresa local filial de la estadounidense Amgen. Esta comenzó a mediados de marzo y estaba abierta a todos los islandeses que no tenían síntomas o que tenían síntomas leves y no estaban en cuarentena.

En esta muestra, con más de 30.000 personas analizadas, la proporción de casos positivos ha sido muy inferior: entre 0,6% y 0,8%.

Casi la mitad, asintomáticos

En total, el 43% de los positivos corresponden a personas asintomáticas. Y, analizando el total de casos confirmados, se observa claramente que los mayores de 60 años son un porcentaje muy reducido –no llega ni al 20%–, ya que la inmensa mayoría tiene edades comprendidas entre los 18 y los 59 años. Datos que apuntan a que en nuestro país el número de personas portadoras del virus es mucho mayor que el de «casos confirmados».

Y esta es otra lección magistral que llega desde “la tierra de hielo”: tanto las personas con síntomas leves como las asintomáticas han ido pasando la cuarentena en sus domicilios, evitando que la epidemia se propagase de forma descontrolada desde un primer momento.

En Madrid y París todavía se están “preparando” para la fase en la que se comience a detectar a las personas asintomáticas, especulando con la posibilidad de confinarlas en instalaciones específicas, ya sean hoteles o albergues.

Por otro lado, a principios de abril, el Gobierno de Reikiavik lanzó una aplicación para recoger, con la autorización de su usario, todos los datos GPS del teléfono móvil durante 14 días. Así, si posteriormente esa persona da positivo, las autoridades le solicitarán el acceso a esos datos para avisar a las personas con las que haya estado en contacto.

En apenas una semana, se hicieron más de 130.000 descargas, que corresponden a más de un tercio de la población del país.