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El confinamiento sanitario en Estados Unidos sirve de excusa para las acciones de la ultraderecha

Mientras las cifras de muertos por el Covid-19 en Estados Unidos no paran de crecer –se han superado los 65.000, según la Universidad Johns Hopkins–, grupos de ultraderecha afines a las políticas implantadas por Donald Trump protagonizan incidentes en estados gobernados por el Partido Demócrata, usando sus protestas contra el confinamiento sanitario con claros intereses electoralistas.

Protesta en el estado de California por el confinamiento. (Agustin PAULLIER/AFP)
Protesta en el estado de California por el confinamiento. (Agustin PAULLIER/AFP)

Economía y salud son dos términos que deberían ir de la mano, pero, a cuenta de la pandemia del coronavirus, la expresión más salvaje del capitalismo los ha conseguido enfrentar, en algunos casos con claros intereses electorales. En ese afán por arrastrar a la ciudadanía hacia el dilema, mortal en algunos casos, de elegir entre una u otra, como si fueran cuestiones antagónicas, la desinformación y el agitamiento social juegan un papel manipulador esencial.

Estados Unidos, el país de las oportunidades con 40 millones de indigentes y nula cobertura médica si no se dispone de un seguro privado, ya se está moviendo en esos términos. Superados los 65.000 fallecidos y aglutinando en sus fronteras casi una tercera parte de los contagios a nivel mundial, las huestes de Donald Trump han salido a las calles y ocupado organismos oficiales –en algunos casos con armas en la mano–, en lo que se antoja como un nuevo disparate electoralista impulsado por el multimillonario político.

Bajo la demanda de restablecer la normalidad laboral y vivencial, los primeros incidentes se han centrado en estados gobernados por demócratas –Michigan y California–, lo que no parece fruto de la casualidad a medio año de celebrarse los próximos comicios estadounidenses, en los que se dirimirá si Trump prorroga su mandato durante otros cuatro años más como presidente de la nación más poderosa del mundo.

Hay quienes no tienen ninguna duda sobre el papel instigador del septuagenario neoyorkino. «Ha animado a la gente a ‘liberar’ estados, lo que ha provocado un aumento de las llamadas a la guerra civil por parte de grupos extremistas de ultraderecha», asegura en un artículo el laboratorio de ideas Soufan. Dichos colectivos aseguran que la pandemia «no es tan grave como se la describe» y transmiten a sus seguidores que la vacuna es una «conspiración» en la que están involucrados personajes como Bill Gates y George Soros.

Una labor desinformadora de manual, originada por la espiral de acontecimientos y consecuencias que ha generado la crisis sanitaria mundial. «Hemos llegado tan lejos como para decir que lo que estamos viendo hoy podría considerarse una superautopista de desinformación alimentada por múltiples enlaces y narraciones dispares que convergen y se nutren entre sí, en una situación casi sin precedentes», manifiesta Emerita Torres, directora de investigación política del centro Soufan.

Y el destino de esa intensa tarea desvirtuadora de la realidad es aquella parte de la población superada por el exceso de información. Phil Cowdell, experto en desinformación y transformación digital, corrobora que, según diversos estudios sociológicos y psicológicos realizados a diferentes grupos académicos, «cuando la carga y capacidad están al límite y no queda disponibilidad para pensar, es el momento en el que las personas conectan con respuestas emocionales», algo que persiguen esos colectivos «desestabilizadores».

Equiparación insostenible

En el colmo del dislate, dichos grupos, muchos de ellos de carácter supremacista, no dudan en identificar las medidas que se han puesto en marcha para frenar la expansión del Covid-19 con las que se adoptaron en su momento contra los afroamericanos estadounidenses o los judíos durante el régimen nazi. «El hecho de que sean virulentamente racistas y antisemitas no les impide equipararse con minorías perseguidas que luchan contra una supuesta injusticia de boleras, restaurantes o tiendas de tatuajes cerradas», analiza dicho laboratorio de ideas.

El mayor peligro reside en que la estadounidense es una sociedad que tiene interiorizado el uso de las armas como método de autodefensa. Así, aunque hasta la fecha no se ha registrado ningún tipo de enfrentamiento grave entre dichos colectivos y las fuerzas policiales, «un error o una reacción exagerada podría conducir a un resultado terrible, un escenario que luego se parecería mucho a una profecía autocumplida», advierte Soufan.