Ainara LERTXUNDI
HERNANI
Entrevue
PATRICIA VÉLEZ Y MAYI UGARTEMENDIA
PORTAVOZ DE ETXERAT Y MADRE DEL PRESO BEñAT AGINAGALDE

«El problema no es el covid-19, es el alejamiento; kilómetro cero ya»

Mayi Ugartemendia, madre de Beñat Aginagalde (preso en Jaén), y Patricia Vélez encaran con incertidumbre el regreso este fin de semana a las carreteras en plena crisis sanitaria. Tras más de tres meses sin verlos, la ilusión se mezcla con más inquietud.

La última visita que Mayi Ugartemendia tuvo con su hijo, Beñat Aginagalde, encarcelado en Jaén, fue el segundo fin de semana de febrero. Después llegaría la pandemia, el estado de alarma, la suspensión de la movilidad y con todo ello la imposibilidad de visitas.

En este tiempo, su nieto, de dos años y ocho meses, solo ha visto a su aita en una videollamada semanal de diez minutos. Este fin de semana no irán de visita. «Al locutorio solo pueden entrar dos personas, con guantes y mascarilla. Si al menos pudiéramos entrar mi nuera y yo, una de las dos se puede hacer cargo del niño si se agobia, aburre… pero con solo un adulto… Además está el viaje, demasiado largo para ver a su aita 40 minutos detrás de un cristal y en esas condiciones», detalla Ugartemendia a GARA.

En su caso, debe pasar por siete provincias para llegar hasta Jaén, toda una odisea en plena alerta sanitaria. Este fin de semana, buena parte de los amigos y familiares de 232 presos vascos volverán a salir a las carreteras en la llamada «nueva normalidad» que obliga a llevar mascarilla en viajes y locutorio, a guardar las distancias… así cientos y cientos de kilómetros.

«Si al principio del estado de alarma todo fue un caos, ahora es otro. No hay un criterio único desde Instituciones Penitenciarias, nos estamos moviendo en la improvisación y en la incertidumbre», subraya Patricia Vélez, mientras trata de cerrar las rutas de las furgonetas e incluso su cantidad, porque a día de ayer cárceles como Córdoba y alguna otra aún no habían confirmado si se permitirán las comunicaciones.

El 14 de marzo, el presidente español, Pedro Sánchez, declaró el estado de alarma. ¿Cómo vivieron esos días previos?

Patricia VÉLEZ: En la semana del 9 de marzo se empezó a hablar de riesgo de pandemia. Recuerdo el nerviosismo entre los familiares, los conductores de Mirentxin... ¿Se podrá viajar? Era la pregunta que en estaba en el aire. En principio, sí, respondimos desde Etxerat. El jueves 12 de marzo, fueron los propios presos quienes empezaron a pedir a sus familiares que no viajaran. El viernes, antes las noticias del inminente estado de alarma, desde Etxerat se decidió suspender tanto el autobús de Andalucía como las furgonetas, y fuimos llamando uno a uno a todos los familiares. Pusimos en la balanza la edad de las personas que viajan, muchos de edad avanzada y niños. ¿Cómo íbamos a meter a tantas personas en un autobús 40 horas si estaban diciendo que esto es una pandemia? Hubo quienes se arriesgaron y les echaron atrás en Madrid. Algunos llegaron hasta Puerto; en Puerto I no permitieron las comunicaciones y, en cambio, en Puerto III, sí. Esa semana fue horrorosa, agónica.

Mayi UGARTEMENDIA: ¡Qué semana! Por una parte se intuía que venía algo gordo, pero por otra querías hacer esa última visita porque no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar sin verles. Se hablaba de cierre de provincias… ‘Y si me pilla en Jaén con mi nieto de dos años y cuatro meses...’, pensaba yo. Siempre que vamos con el niño lo hacemos en coche porque Jaén es una provincia mal comunicada, no hay ningún transporte público directo. Yo he ido de un montón de formas; a Málaga en avión y allí alquilar un coche; de noche a Madrid y luego coger un tren… pero con el niño, siempre en coche. Tardamos entre ocho y diez horas, porque tienes que parar cada cierto tiempo. Procuras hacerles el viaje agradable, que para ellos sea un motivo de alegría ir a verles. Ir a ver a su aita, en este caso.

¿Cómo ha sido la comunicación en estos meses?

M.U: Aparte de las ocho llamadas semanales han tenido cuatro extra de ocho minutos cada una. El gasto de las mismas ha corrido a cargo de los familiares, que pedimos a las cárceles que asumieran ese coste dadas las circunstancias. Mi nieto, aunque pequeño, sí que ha notado la ausencia de su aita y está molesto. Sabe que hay un coronavirus, que no tiene ikastola, que está todo el día con su ama. Para él era un disfrute ver a su aita, que siempre le sacaba al vis a vis un cuento o un regalito y jugaba con él. A esta edad todavía no tienen capacidad de entender por qué no está el aita y por qué solo aparece en una pantalla una vez a la semana, los viernes, diez minutos. E igual de esos diez minutos se pasa la mitad entrando y saliendo porque tampoco es consciente de que cuando acaban esos diez minutos ya no hay más.

Pese a no tener visitas, no les han ampliado el número de cartas semanales que pueden enviar, que son dos. Ni en eso han cedido un poco. Y las fotos del niño que le ha enviado mi nuera han estado retenidas. Tampoco les hemos podido meter o sacar paquete, así que siguen, por ejemplo, con la ropa de invierno, con el calor que está haciendo ya en Jaén. Una vez me dijo el funcionario que ya tienen lavandería. Todo ha sido muy restrictivo.

P.V: Lo que ha hecho el Estado español ha sido aislar las cárceles. Frente a las recomendaciones de la OMS y de la ONU de excarcelar a personas mayores de 65 años, a los presos gravemente enfermos o en tercer grado, lo que ha hecho ha sido aplicar medidas completamente restrictivas y cerrar las cárceles; no ha salido nadie, no ha habido progresiones de grado, no ha habido permisos ni visitas… todo el acceso al exterior ha estado cerrado. Está, por ejemplo, el caso de Fernando Alonso. Le dieron permiso pero como estaba fuera de su comunidad de residencia le internaron en un CIES; los que estaban en tercer grado salían todos los días, entraban sin guardar la cuarentena, sin medidas de prevención, y él ha estado ahí, con el riesgo de contagio que ello conlleva.

¿Cómo encaran esta etapa dentro de la «nueva normalidad»?

P.V: Si el comienzo del estado de alarma fue un caos, la vuelta está siendo otro. No hay un criterio definido, ni un protocolo. Es una especie de «sálvese quien pueda». Cada cárcel va decidiendo sobre la marcha. Hace tiempo que empezaron las visitas en locutorio con personas que viven en la misma provincia. Con el fin del estado de alarma pensamos ‘bueno, ya las podremos hacer’. Nos encontramos con que han aplicado los protocolos para el covid-19, es decir, solo se pueden utilizar la mitad de los locutorios, por lo que han dividido los turnos; a la mayoría de familiares les está tocando entre semana a unas horas imposibles; miércoles 19.30, lunes 9.00 de la mañana. Y no tenemos aún idea de cuándo se reanudarán los vis a vis.

M.U: Hasta este martes no me han confirmado que la visita es este viernes, con dos opciones de horario; a las 14.15 o a las 17.15. Siempre te dicen que es el interno quien tiene que pedirla. Ya, pero si el preso no sabe nada, ¿cómo va a pedirla? Desde la cárcel nos dicen que ellos lo saben con 48 horas de antelación; ¡pero nosotros tenemos que viajar 800 kilómetros! Tenemos que saberlo antes.

En principio este viernes iba a ir yo. Pero no tengo Mirentxin. Entonces, había pensado viajar con dos amigos de un preso que está en el mismo módulo que mi hijo, pero están trabajando y el mismo preso les ha pedido que no vayan para 40 minutos y que encima tengan que perder un día de trabajo. En mi lugar irá un amigo de mi hijo. Como no sabemos cuándo van a autorizar los vis a vis, mi nuera y yo nos planteamos incluso ir en coche con el niño para que vea a su aita después de tanto tiempo. Estando las dos, una puede jugar con él, salir del locutorio si se agobia y hacerlo un poco más llevadero. Pero resulta que en las actuales circunstancias solo pueden entrar dos personas y el niño para esos efectos cuenta como si fuera un adulto.

P. V: Normalmente, los viajes en el autobús o en Mirentxin los cerramos los lunes. Estamos a jueves –por ayer– y todavía tenemos un montón sin cerrar. En Herrera, por ejemplo, están funcionando como antes; los lunes se piden las visitas y te las dan el sábado. En Córdoba todavía no han decidido si van a autorizar las comunicaciones y, encima, han habilitado otros números de teléfono y no nos han avisado. Hasta 60 llamadas para que el funcionario acabe diciendo a los familiares que no sabe si podrán o no ir al locutorio. De Algeciras no sabemos absolutamente nada y los propios presos han pedido que no se vaya porque igual hasta este viernes por la tarde no nos dicen si podrán o no tener comunicaciones. En Granada solo han contestado a dos módulos, el resto aún no sabe nada. Es una locura.

El Gobierno de Lakua ha pedido que se acerque a todos los presos vascos, el Departamento de Salud dice que no puede haber cientos de familiares viajando a cárceles lejanas porque no es recomendable en esta situación sanitaria. ¡Imagínate 40 horas en un autobús o en una furgoneta con mascarilla! No son condiciones. Si siempre ha sido locura, en estos momentos en los que te están diciendo que te cuides, que si no es absolutamente imprescindible viajar no lo hagas, que mantengas el distanciamiento... es totalmente demencial. Va en contra de todas las recomendaciones sanitarias y del consenso social e institucional que hay en cuanto a que se debe poner fin a la dispersión. ¿No está la salud por encima de todo? ¡Esto hay que pararlo! El problema no es el covid-19, es el alejamiento porque si estuvieran en Euskal Herria y aun en caso de un rebrote –que los está habiendo– cerrasen las provincias, podríamos ir a verlos a Martutene, Zaballa... El virus está, pero nuestro gran problema es el alejamiento y para eso sí hay solución.

M.U: Nos movemos todos los findes de semana y somos muchísimas personas. En mi caso, atravieso siete provincias; Araba, Burgos, Segovia, Madrid, Toledo, Ciudad Real y Jaén. ¿A cuántas personas y provincias habría que poner en cuarentena si alguno de los familiares por lo que fuera tiene fiebre? Luego está la preocupación de los presos; cada vez que hablo con Beñat siempre me dice que nos cuidemos, me pregunta por la amona, mi ama de 90 años que lleva casi tres años sin verlo porque ya no está en condiciones de hacer un viaje tan largo. La falta de contacto se está haciendo muy larga y no vemos la luz al final del túnel.

P.V: Somos parte de esta sociedad que ha vivido un confinamiento terrible, que está preocupada por el virus, por los ERTE, por los rebrotes y encima tenemos un familiar en la cárcel alejado con medidas excepcionales. ¿Qué más mochilas? Es el momento del kilómetro cero, de salir a las concentraciones, a los últimos viernes de mes, a sumarse a la campaña Izan Bidea de Sare. Es el momento de transmitir y escenificar el consenso social e institucional en torno al fin de la dispersión. No nos podemos relajar. Nada de esto tiene sentido y menos ahora.