La serie documental ‘El Estado contra Pablo Ibar’, dirigida por el sevillano Olmo Figueredo, se estrena este jueves en la sección Zinemira, destinada a las producciones vascas, pues tras ella se encuentra la compañía Irusoin, que se ha encargado del proyecto junto a la andaluza La Claqueta, con la que impulsó ‘La trinchera infinita’.
El equipo de Figueredo fue el único al que se permitió grabar el segundo juicio a Pablo Ibar, el que ordenó celebrar el Tribunal Supremo de Florida en 2016 después de anular el que le había condenado a muerte por los crímenes de Casimir Sucharski, Sharon Anderson y Marie Rogers en 1994.
El juez autorizó su acceso a la sala con siete cámaras –una captaba imágenes para las televisiones que lo solicitaran– y ocho micrófonos, aunque sorprende más aún que permitiese filmar los rostros del jurado y las discusiones entre la acusación y la defensa cuando la vista quedaba interrumpida.
Cuando comenzó este segundo juicio en 2019, Figueredo y compañía llevaban ya grabando tres años las vistas orales previas vinculadas a un caso por el por el que el realizador sevillano comenzó a interesarse en 2013.
Fue cuando preparaba en Estados Unidos ‘The Resurrection Club’, un trabajo en pro de la abolición de la pena de muerte, y descubrió que Seth Peñalver, condenado a pena de muerte por los tres crímenes de Florida, había sido finalmente absuelto.
«¿Cómo uno puede estar fuera y otro condenado por los mismos hechos?», se preguntó entonces y decidió encontrar respuestas.
En 2014 contactó con el preso de origen vasco y su familia, quienes aceptaron que se contara su historia, aunque sabían que en esta serie no se iba a clamar por su inocencia.
«No sé si Pablo lo hizo o no, eso nunca lo sabremos, pero ya lleva 26 años en la cárcel y, de la misma forma que estoy en contra de la pena de muerte, estoy a favor de la reinserción. Y si no lo hizo, se le ha infligido el castigo más inhumano, que es privarle de su libertad durante un cuarto de siglo», opina el director.
«La duda razonable –añade– es en lo que me he querido basar todo el tiempo. La verdad aquí no importa porque nunca la sabremos, pero sí era importante dedicarle seis episodios a la duda generada por una parte y por la otra, y que seamos cada uno en nuestras casas los que decidamos nuestra opinión», recalca.
Los familiares de las tres víctimas del crimen también tienen voz en esta serie documental, que pretende mostrar «todos los grises que hay alrededor de una realidad», en la que dejan caer su malestar por el tratamiento mediático que el caso ha tenido en el Estado español.
«Ni todo es blanco ni todo es negro», asegura Figueredo, que encontró en las familias de las víctimas el mismo convencimiento de la culpabilidad de Pablo Ibar que el que tienen muchas personas en el Estado español sobre su inocencia.
El realizador no cree que el sistema penal estadounidense «esté corrompido y no funcione. Tiene las suficientes instancias para revisar los posibles errores, pero es muy punitivo y se precisan medios económicos tremendos para costear la defensa».
En la serie se observa cómo se despliega una extraordinaria maquinaria letrada para intentar que el jurado declare a Ibar no culpable, y se ve asimismo cómo al fiscal no le basta con la cadena perpetua y, tras el veredicto de culpabilidad, se pone de nuevo en manos del jurado una decisión de vida o muerte.
Tras sus seis capítulos, hay más de 2.000 horas de grabaciones, 53 personas entrevistadas, seis años de investigaciones y cinco de rodaje, además de imágenes e importante material extraído por el equipo de Figueredo del sumario al que también les dieron acceso.
Y hay un acusado que no tiene tanto protagonismo como puede suponerse porque la intención de los autores ha sido hacer visibles a aquellos que «han vivido un calvario» alrededor del caso durante todo este tiempo, de uno y otro lado, incluidos los abogados, «que se han visto arrastrados durante años por esta odisea judicial».