Mikel Insausti

Sororidad entre mujeres marroquíes

ADAM
Marruecos. 2019. 98’ Dtora.: Maryam Touzani. Guion: Maryam Touzani y Nabil Ayouch. Prod.: Nabil Ayouch. Int.: Lubna Azabal, Nisrin Erradi, Douae Belkhaouda, Aziz Hattab, Hasna Tamtaoui. Fot.: Virginie Surdej. Mont.: Julie Naas. Son.: Nassim El Mounabbih. Dec.: Pilar Peredo. Vest.: Aida Douri.

La ópera prima de Maryam Touzani se presentó en la sección Un Certain Regard de Cannes y en la Seminci de Valladolid. (NAIZ)
La ópera prima de Maryam Touzani se presentó en la sección Un Certain Regard de Cannes y en la Seminci de Valladolid. (NAIZ)

La ópera prima de Maryam Touzani se presentó en la sección Un Certain Regard de Cannes y en la Seminci de Valladolid, además de ser seleccionada por Marruecos para el Óscar internacional. Es el fruto de la estrecha colaboración de esta cineasta emergente con el ya asentado Nabil Ayouch, que es su pareja en la vida real.

Ayouch ganó la Espiga de Oro en la Seminci por “Los caballos de Dios” (2012), y después contó con Touzani como guionista en “Much Loved” (2015), película sobre la prostitución prohibida en Marruecos, y en “Razzia” (2017), en la que asimismo debutó como actriz principal. Ahora cambian de roles y es ella quien dirige “Adam” (2019), mientrás que él hace de coguionista y productor.

Su primer largometraje gira en torno a la amistad entre mujeres, la crítica a la sociedad patriarcal alauita y la maternidad. La sororidad que dinamiza las relaciones entre una viuda con una hija de ocho años y una soltera embarazada está tratada con una fiel perspectiva de la realidad de un país donde la discriminación a las madres solteras se da dentro de las propias familias.

Samia, papel interpretado por la actriz novel Nisrin Erradi, es víctima de dicha situación y se queda literalmente en la calle. No le queda otra que llamar a la puerta de Abla, a quien da vida la curtida Lubna Azabal, y que al principio no puede acoger a la desconocida porque es viuda y ha de sacar adelante a su hijita de ocho años con un horno de pan que tiene instalado en su vivienda.

Sin embargo, Samia conecta con la niña y no tarda en ganarse igualmente a la madre, a cuya existencia aportará una mayor libertad, sacándola de su hermetismo y tristeza del duelo no superado. Por extensión traerá consigo recetas tradicionales, que la panadera ya no se podía permitir hornear por culpa del ahorro en elaboraciones y del margen de beneficios.