Arnaitz Gorriti
Kirol-erredaktorea, saskibaloian espezializatua / redactor deportivo, especialista de Baloncesto

«No jugarás con el pan de mis hijas», la frase que hizo crecer a Marcelo Nicola

Gipuzkoa Basket visita la cancha de un crecido Saski Baskonia en el retorno de Marcelo Nicola al lugar donde creció como jugador, un hábitat en el que también debió madurar deprisa. El técnico argentino sabe que ganar en Gasteiz es muy improbable, por eso no le exime de exigir «actitud y lucha».

Ganando o perdiendo, pero Gipuzkoa Basket debe dar su mejor cara en cada partido. (Juan Carlos RUIZ / FOKU)
Ganando o perdiendo, pero Gipuzkoa Basket debe dar su mejor cara en cada partido. (Juan Carlos RUIZ / FOKU)

A las 17.00 de este domingo se va a vivir uno de los derbis más desiguales en la historia de la Liga ACB: un TD Systems Baskonia en pleno crecimiento, que llega después de vapulear a Anadolu Efes a domicilio por 59-77 recibirá a Acunsa Gipuzkoa Basket, colista de la presente Liga ACB y que, en las últimas jornadas, viene de encajar paliza tras paliza. Sin ir más lejos, perdió ante Unicaja por 104-69, mientras que el último partido de Illunbe previo al parón por las Ventanas FIBA fue aún más frustrante para los donostiarras: 68-99 ante el Joventut, y una horrible sensación de vacío en el discurso de Marcelo Nicola tras el partido.

«Hay jugadores que tienen la cabeza en otro sitio. Eso no puede ser y hay que traerlas aquí (las cabezas) porque algunos no están concentrados en lo que tienen que hacer y no muestran ganas por estar en este equipo y en esta liga», dijo el preparador argentino, para rematar su breve pero dolida alocución que «no se puede empezar un encuentro como hemos empezado hoy. Hay que respetarse más a nosotros mismos y a todo nuestro trabajo».

Quizá en las palabras de Marcelo Nicola resonaran los gritos de Ramón Rivas, en el vestuario de La Mano de Elías de Tel Aviv, durante el descanso de uno de los duelos que aquel Taugrés Baskonia entrenado por el «sheriff» Manel Comas disputó ante el Maccabi.

Cuenta la leyenda que aquel espigado alero, que llegó a Gasteiz gracias a «ojo de águila» de Alfredo Salazar, las vio moradas ante las iras del pívot boricua, quien lo agarró de la pechera tras una mala primera mitad, fruto de una indolencia que Nicola nunca terminó de sacudirse por completo. «¡No jugarás con el pan de mis hijas!», espetaba el pívot de Puerto Rico, uno de los referentes anímicos de aquel Baskonia, desesperado  ante la escasa capacidad de reacción de aquel alero de 2,07 metros y talento desbordante, pero que no arrancaba si las cosas se torcían. Tuvo que interceder el propio Manel Comas para evitar que a Rivas se le fuera la mano, y hasta el propio «sheriff» dijo alguna vez, entre bromas y veras, que temió por su propia salud al interponerse entre el airado veterano y el asustado novato.

Nicola aprendió aquel día la parte más agria de lo que significa ser un profesional, en el que la interdependencia del equipo obliga a cada cual a dar siempre lo máximo, por respeto a los propios compañeros y porque solo así se alcanzan los resultados. Años después, aquel inolvidable 12 de marzo de 1996, en la final de la Recopa que aquel Taugrés disputó en el Araba Arena ante el PAOK de Salónica, Rivas se iba hasta los 31 puntos y 14 rebotes, sosteniendo al equipo gasteiztarra ante el mejor arranque de los helenos, liderados por el alero serbio Prelevic, y en el que unos imberbes Jorge Garbajosa y Carlos Cazorla tuvieron un rendimiento puntual clave para evitar desengancharse del partido.

«¡Los buenos siempre aparecen!», comentaba en directo un emocionado Pepe Laso, luego de ver a Nicola sacudirse sus limitaciones para clavar un triple en la cara de «Kinis» Stojakovic y un mate en transición que puso de forma definitiva al Baskonia por delante, en una exhibición de carácter y de respuesta ante un equipo que había peleado a brazo partido para que él y Perasovic, las dos estrellas gasteiztarras, volvieran del banquillo y resolvieran aquella final, como la resolvieron.

Mentalidad, sí o no

Acunsa Gipuzkoa Basket poco tiene que ver con aquel Taugrés Baskonia de mediados de los años 90, pero no se trata de una cuestión de calidad, sino de mentalidad. Mal asunto cuando el entrenador te recuerda que tienes que competir ante todos, sin importar quién es tu próximo rival.

Y ahora su equipo viaja a Gasteiz, un lugar siempre especial en la historia de Marcelo Nicola. «Es una ciudad muy particular para mí, muy especial y que me trae muy buenos recuerdos por los títulos que conseguí allí y los muchos amigos que dejé en tantos años en ese club y en esa ciudad», ha reconocido durante la semana. El técnico argentino no quiere dar por perdido el encuentro y espera que puede servir para crecer y ganar confianza.

«Exijo actitud, sacrificio, lucha y competición a todos mis jugadores», ha incidido Nicola a sus muchachos, una exigencia mínima a sabiendas de que la calidad de este Saski Baskonia es muy superior, por mucha acumulación de partidos con la que llega a este derbi, amén de la duda de Luca Vildoza, ausente de los dos últimos encuentros por culpa de una lumbalgia.

«Cuando juegas te gusta ganar y, sobre todo, te gusta competir. Creo que en los últimos partidos hemos dejado de hacerlo y es la cosa que más nos duele a todos. Se puede perder, pero si compites, te vas con diferentes sensaciones. Al principio de liga, en los primeros partidos, lo hacíamos bien y hay que volver a encontrar ese juego y seguir adelante», ha declarado por su parte Pere Tomàs, uno de los jugadores que más responsabilidad va a adquirir en el derbi de este domingo, toda vez que el ala-pívot William Magarity sigue de baja por lesión.

«Afrontamos este derbi como todos los partidos, pero esta vez espero que haya un cambio de actitud, un cambio de coger este partido de una buena forma. Se puede perder porque el Baskonia es un equipo de los top de la Liga, pero hay que volver a coger sensaciones como equipo. Si las cogemos, yo pienso que podemos competir», ha declarado el alero balear.

Las cartas están boca arriba para la plantilla de Gipuzkoa Basket. Ahora es cosa suya que, pase lo que pase en el Buesa Arena, su entrenador salga con la cabeza alta o avergonzado.