«No pueden asimilar que llevemos al corazón del Estado los efectos del cambio estratégico»
Rafa Díez Usabiaga no solo es el último condenado del «caso Bateragune» que salió de prisión, sino también un agudo analista político. Las dos facetas iluminan esta entrevista sobre los efectos de la repetición del juicio ordenada por el Supremo el lunes.
No esperaba que el Supremo llegara a tanto, pero encuentra numerosas claves interrelacionadas tras su decisión: la crisis del Régimen del 78, la influencia de los independentismos en Madrid, el resquemor de Madrid con Europa... Seis días después de conocer que volverá a ser juzgado por un caso que ya le tuvo preso más de 2.300 días, el ex secretario general de LAB y hoy miembro de la comisión de Estrategia de Sortu valora para NAIZ y GARA este golpe judicial.
Sinceramente, ¿se les había pasado por la cabeza volver al banquillo tras la anulación europea, sabiendo que el debate se había reabierto?
Sinceramente, no, teniendo en cuenta las propias decisiones previas. Pero en las últimas semanas sí estábamos percibiendo movimientos de entidad en el Estado profundo, con una voluntad evidente de dar golpes en el tablero político para ver si saltan fichas. Hemos visto la Operación Albatros en el ámbito militar, la actitud de PP y Vox, hemos visto un ‘Albatros togado’ que ha dado un golpe antes con los presos independentistas catalanes [reversión del tercer grado] intentando reducir los márgenes de acción política de ERC... Ahora hace lo mismo con EH Bildu en el caso Bateragune. Pretenden condicionar la posición política del independentismo catalán y vasco, que no solo se han convertido en un muro contra el trifachito sino que estamos siendo piezas fundamentales para empujar al Régimen del 78 a otra gran encrucijada política. Todo el mundo entiende que esta decisión no tiene percha jurídica y que responde a impulsos políticos evidentes.
¿Encaja en esa tesis la unanimidad del Supremo? Es un elemento sorprendente, con dieciséis jueces de diferentes tendencias...
Está ligado a lo anterior. Muestra que este tema ha salido del carril jurídico y ha entrado en parámetros estrictamente políticos. El Supremo ha cerrado filas, con un mensaje hacia dentro y hacia fuera. El Poder Judicial toma una posición de Estado también ante Europa, en un contexto de grave crisis de los pilares del Régimen del 78. Nos muestra un ámbito fáctico que ha tutelado y sigue tutelando un régimen que está en una metástasis de crisis política.
Aparte del ataque a los independentismos y el desafío a Europa, ¿puede haber una intención de marcar al Gobierno español?
Los objetivos son múltiples e interrelacionados. Por un lado, criminalizar el liderazgo político de la izquierda independentista. En paralelo, condicionar la posición de EH Bildu sobre el Gobierno de PSOE y UP, aunque ya ha quedado claro que no van a conseguirlo. En tercer lugar, mandar un mensaje al independentismo catalán de que los procesos en desarrollo van a verse enfrentados a una Judicatura «hooligan». Y, claro está, también es una decisión desafiante con Europa.
Estos objetivos interrelacionados se dan en un momento inédito de crisis de régimen, tanto en lo que respecta al modelo territorial como a la monarquía –neutralizada como bóveda del régimen por su situación– o a la crisis de un modelo productivo de monocultivo –basado en el turismo– que ha sido sacudido por la pandemia. En este momento, resulta que el independentismo vasco y el catalán están jugando un papel relevante incluso en la gobernabilidad del Estado. Y eso no lo pueden soportar.
En 2009-2011 apreciaron un objetivo de impedir el cambio de ciclo, aseguraron que no prosperaría y así ocurrió. Ahora hay otra finalidad pero también afirman que no se va a conseguir...
Entonces Pérez Rubalcaba, los tribunales, la parte del Estado que manejaba aquella operación buscaba sabotear el cambio que emanaba de la izquierda abertzale. Intentaron descabezarla para lograr un escenario de escisiones, confrontación interna, debilitamiento estratégico del proyecto independentista... Fracasaron. Eso sí, con el coste de nuestra sentencia y de otras sentencias, porque hubo más redadas y condenas.
¿Qué buscan ahora? No pueden asimilar que el liderazgo que protagonizó aquel cambio estratégico no solo haya conseguido articular una izquierda soberanista e independentista y lograr una influencia evidente en Gasteiz, Nafarroa... sino que además hemos llevado los efectos del cambio estratégico al corazón del Estado, hasta el punto de poder determinar el carácter de su propio Gobierno. Y como entonces, pretenden hacer descarrilar esta situación. Para ellos es una humillación que aquel liderazgo de hace diez años tenga en estos momentos semejante influencia política. Lo metabolizan como una humillación.
El independentismo de izquierda tampoco está en la situación de aquel 2009 de la redada, el impacto de un nuevo juicio no sería igual ahora...
Efectivamente. Entonces el independentismo estaba ilegalizado y/o atomizado en diferentes alternativas. El unionismo gobernaba en Gasteiz y UPN en Nafarroa. Hoy la izquierda independentista es la segunda fuerza en Euskal Herria, la primera a nivel municipal y determinante en el Estado y en Nafarroa. Y sobre todo somos determinantes para cualquier proceso de cambio en este país. Mientras tanto, el unionismo ha sufrido un debilitamiento evidente en los cuatro herrialdes.
Diez años después, podemos decir que aquel cambio estratégico ha consolidado una EH Bildu que quiere ser tractor de proceso político y que también quiere ser influyente, en acuerdo estratégico con ERC, aportando a la democratización del Estado y de sus pueblos, siempre desde nuestra posición independentista, de búsqueda de la República vasca. Aunque ahora el Supremo pretenda reavivar estas brasas de Bateragune, la historia carga de razones nuestras reflexiones en aquel juicio y el cambio estratégico que pusimos en marcha.
En diez años también ha cambiado mucho la situación política vasca y la propia Euskal Herria. ¿Puede tener esta decisión de repetir el juicio un efecto bumerán?
Yo creo que desencadena de nuevo la percepción de que no podemos seguir en este Estado, con unas estructuras judiciales plagadas de neofranquistas, con un andamiaje legislativo que condiciona nuestros derechos, con niveles de autogobierno que pueden ser intervenidos permanentemente por el Constitucional de turno... Desarrolla una sensación colectiva de que en la escala vasca democracia y soberanía van de la mano, de que para la democracia es indispensable la soberanía. Ese humus se está ampliando.
El juicio de 2011 estuvo marcado por un esfuerzo pedagógico para explicar el cambio de estrategia, desatendido por cierto por la Audiencia Nacional. Ya no tendría mucho sentido a estas alturas. ¿Están abocados ahora a otro tipo de juicio, en clave de ruptura?
De momento, no damos por finiquitada la batalla contra esta decisión del Supremo, vamos a agotar todas las respuestas jurídicas, sobre todo en el marco europeo, porque esta decisión no tiene soporte. A partir de ahí, nos podrán volver a sentar en el banquillo, ya sabemos de qué cariz es la Judicatura española, pero no van a poder cambiar la realidad. Y la realidad es que lo que nosotros impulsamos hace diez años se ha convertido en un hecho objetivo en la sociedad vasca y está teniendo efectos positivos en el proceso de emancipación nacional y social. Esta es nuestra victoria y desde esa victoria abordaremos lo que suceda.
Hablaba del humus en la ciudadanía vasca. ¿Cómo cree que leen este hecho las generaciones jóvenes que no han vivido el enfrentamiento armado y quizás ni siquiera conozcan estos juicios políticos?
Cuando hablamos de Régimen del 78 a esas nuevas generaciones, a veces cuesta que nos entiendan: ‘¿qué es eso? ¿es un cliché? ¿qué tiene que ver con la sociedad actual?’, nos dicen. Pero están viendo Altsasu, la represión al 1 de Octubre, Bateragune, Albatros... elementos que les hacen palpar la situación de fondo del Estado, esos resortes antidemocráticos. Eso desarrolla una conciencia colectiva de que la escala vasca es la que permite construir la democracia en todas sus dimensiones. Últimamente se habla de que hay una erosión de la pulsión nacional, y efectivamente hay indicadores a considerar, pero creo que los jóvenes y toda la sociedad vasca cada vez están más impregnadas de la concepción de que necesitamos soberanía para tener democracia.
A nivel personal, fue el último que salió de prisión, sufrió este caso desde las detenciones de 2009 al fin de la cárcel en 2017. ¿Qué siente uno por dentro ante esta vuelta a la carga, cómo la afronta?
Desde la concepción de militante político con casi cinco décadas de implicación, afrontaremos también esta situación, aunque lógicamente genera incertidumbres y tensiones inevitables. Hace diez años yo estaba en una situación familiar con hijos estudiando y ahora soy aitona, tengo otro horizonte personal. Los nubarrones aparecen pero los afrontaré desde una concepción de militancia política y de servicio a este país.