Daniel   Galvalizi
Periodista
Entrevue
Manuel Arias Maldonado
Politólogo y profesor de la Universidad de Málaga

«La pandemia ha exacerbado el lenguaje de catástrofe, y eso ha contaminado la política»

El académico Manuel Arias Maldonado –autor de ‘Desde las ruinas del futuro’– advierte de que la instalación del miedo juega a favor de los quieren «regalar nuestra libertad con tal de tener seguridad». Asegura que los vaticinios de grandes transformaciones por el covid no se cumplirán.

Manuel Arias Maldonado.
Manuel Arias Maldonado.

Se cumple un año de los primeros casos del nuevo coronavirus detectado en el Estado español y el crecimiento exponencial de la epidemia, con su traumático correlato del estado de alarma. En aquel momento pocos presagiaban que doce meses después la pandemia estaría vigente y extendida por todo el planeta como ninguna otra en el último siglo, provocando el peor parón económico en décadas.  

Como todo proceso que es un hito de nuestro tiempo, muchos escritores y académicos han teorizado sobre las repercusiones sociológicas y políticas de un fenómeno bisagra. Uno de ellos es el malagueño Manuel Arias Maldonado, autor de ‘Desde las ruinas del futuro’ (Ed. Taurus), editado a fines del año pasado. Allí busca explicaciones para lo incierto de los nuevos tiempos «que va más allá del diagnóstico posmoderno, que se conforma con saberes fragmentarios» y con una razón que entienda que «no puede controlar ni prever todo».  

Para este politólogo y profesor de la Universidad de Málaga, que ha sido investigador en las universidades de Berkeley y Nueva York, «el impacto psicológico de la crisis de 2008 fue mas grave del que va a causar la pandemia» del covid-19 y considera que lo ocurrido viene a recordarnos que «somos criaturas terrenales que dependemos de la tierra», lo que exige enfrentar la crisis climática y abandonar «la tendencia a desnaturalizar al ser humano como algo separado del mundo natural».

Usted en su libro defiende la capacidad del viejo pensamiento ilustrado para procesar con éxito la pandemia. ¿En qué sentido puede ayudar?
La Ilustración es el período histórico que se abre cuando el ser humano destierra las explicaciones religiosas. En las ultimas décadas ha triunfado el pensamiento posmderno que viene a decir que la razón tiene grandes limitaciones, que hay que conformarse con saberes fragmentarios que dependen del contexto y que desde esta perspectiva la Ilustración habría fracasado. Son los que dicen ‘empezamos con Kant y desembocamos en Auschwitz’.

Pero no podemos hablar de la Ilustración como si no hubieran pasado 250 años, hay que tomar en consideración toda esa trayectoria. Lo que reclamo es que nuestra época exige un diagnóstico que vaya mas allá del posmoderno, que me parece ya está un poco superado.

La posmodernidad tiene que ver con lo lúdico, la subtextualidad, la ironía… En un siglo en el que hablamos la lengua de la catástrofe, el 11-S, el cambio climático, la crisis, etc, no podemos seguir jugando el juego posmoderno y no podemos seguir diciendo que cuando llega un virus que nos mata que todo es construido y todo es cultural, esos diagnósticos ya no valen.

Apunto al realismo filosófico. El pensamiento ilustrado, entendido como el lento trabajo de una razón que no puede verse omnipotente y que tiene que verse más cauta y humilde, que no puede controlarlo todo ni preverlo todo, sigue siendo el mejor instrumento que tenemos para comprender la realidad.

Habla de lenguaje de la catástrofe… ¿la pandemia lo ha exacerbado?
Se ha exacerbado ahora, claro que sí. Se ha exagerado en relación con la llamada emergencia climática. Aclaro; yo por supuesto creo en el cambio climático y creo que las sociedades tienen que reaccionar ante él, pero olvidamos otras cosas como las pérdidas de especies, mucho más urgente porque son irrecuperables.

Y volviendo a lo del lenguaje de catástrofe, creo que puede tener recorrido todavía, mientras la realidad nos siga dando motivos para utilizarlo y mientras exista el periodismo y los partidos políticos que necesitan llamar la atención puede ser que el lenguaje sea usado con mucha profesión.

Hoy parece que sin recurrir a la hipérbole no es tan fácil la defensa de determinadas causas, y hacerse eficaz pasa necesariamente por la adulteración de esa causa. El problema de esto es que puede ser comunicativamente eficaz pero se adultera el debate. El debate publico no será de calidad cuando exageras y gritas.

No puedo evitar pensar en Vox y el tono que usan las derechas actualmente...
Bueno, lo primero que hay que señalar es que hay catástrofes, no se puede impedir un lenguaje adecuado ante determinada amenaza. El 11-S fue muy grave, sí. El problema se da cuando se da un totum revolutum que ya no se puede distinguir un problema de gravedad de otro sencillo porque han sido inflados por los actores políticos.

No se puede distinguir un problema de gravedad de otro sencillo cuando han sido inflados por los actores políticos

Pensando en España, el discurso de los populistas es bastante simplista, diciéndole al ciudadano lo que quiere oír. Es una contaminación perjudicial del cuerpo de la política. Y en España nos creemos que el mundo entero es España. La democracia va mal aquí pero la democracia va mal en todas partes, nos decimos, poniéndonos otras gafas para ver las cosas de afuera y nos impide ver políticas que funcionan en otras partes y aquí no se aplican.

En su libro dice que la pandemia no es por el fracaso de la modernidad, sino déficit de la misma, y también por su carácter asimétrico. ¿A qué se refiere?
Con déficit de modernidad me refiero al insuficiente desarrollo de políticas de prevención y control del riesgo, en este caso de contagio zoonótico, que es mas acusado en algunas zonas del mundo. Las sociedades occidentales que no han invertido lo suficiente como sí han hecho otras sociedades mas advertidas de este riesgo como la coreana y la taiwanesa. Lo contrario hubiera sido en fin entender que el capitalismo trae las epidemias y que la modernidad es forzosamente destructiva.

Por otro lado, la modernización y la globalización siguen ritmos asimétricos, China va a una velocidad y Alemania va a otra. La peculiaridad es que en China conviven un desarrollo capitalista casi salvaje con practicas culturales atávicas como los mercados húmedos, con políticas de control alimentario que brillan por su ausencia. A eso me refiero con las asimetrías.

Si la pandemia hubiera tenido su origen en plantas de procesamiento industrial de carne, aquí estaríamos hablando de la explotación moderna del mundo natural, como lo de la vaca loca. Pero aquí la cadena causal por lo que sabemos es primitiva, es un señor que se come un animal que ha sido mordido o algo así por un murciélago.

En su libro usted recalca que no estamos en indefensión y que la pandemia ha demostrado que la extinción de la especie no está cerca. Sin embargo algunos medios y personas viven esto como si fuera el apocalipsis mientras que otros son negacionistas que se creen inmortales. ¿Cómo ve esta bipolaridad?
Puede ser un efecto de la falta de reflexividad sobre quienes somos, dónde estamos y un mínimo conocimiento de las circunstancias que implica el ser humano y su mundo natural. En el humano conviven la sofisticación tecnológica con rituales colectivos muy atávicos.

Ha habido una tendencia, y eso tiene que ver con el discurso de la modernidad, a desnaturalizar al ser humano, presentarlo como una criatura que se distingue hasta el punto de separarse del todo del mundo natural y esto ya Darwin dejó claro que no era el caso.

Después hemos visto que el mundo natural se empeña en recordarnos que existe, que está ahí, y con el cambio climático lo que se nos está diciendo es que somos criaturas terrenales que dependemos de la tierra.

También hay negación por razones psicológicas de aquella realidad que nos incomoda y nos esforzamos por contarnos historias que nos reconfortan. Hay que tener en cuenta que el miedo es la emoción dominante del ser humano.

Es dominante y muy poderosa, también en la política…
Sí. Mira, en 1968 en Francia, por ejemplo, murieron 25.000 personas con la gripe estacional. Debería asumirse entonces con normalidad que de vez en cuando hay una epidemia que matará mucha gente. Pero no pasa.

Muchos incluso llegan a decir que regalan su libertad con tal de tener seguridad. La histeria social tiene que ver mucho con el modo en que los medios funcionan hoy, esa búsqueda desesperada de espectador y una sociedad que tolera con menos facilidad este tipos de riesgos socioambientales.

En su libro habla del sentido de lo colectivo. ¿La pandemia ha permitido que el individualismo y la cultura del desapego se marquen un gol?
No lo sé, no estoy seguro que así sea. Gracias a la existencia de internet los gobiernos han podido emprender confinamientos que quizás en otro momento no se hubieran aguantado. Con la web se pudo compartir visiones, controversias, una ventana al mundo que si hubiera estado cerrada hubiera complicado más la existencia.

No obstante, creo que la figura del distanciamiento social es paradójica, porque es la separación de los miembros de una sociedad pero una separación que sirve a un fin mayor que es comunitario, que es la protección de la vida de esa comunidad.

Yo no creo que la sociedad sea radicalmente individualista, veremos en 30 años

También es inevitable esa fatiga pandémica. Yo no creo que la sociedad sea radicalmente individualista. Veremos qué pasará en 30 años cuando mi generación que no ha tenido hijos o los ha tenido muy poco sea mayor y se note más esa fragmentación.

Usted ha dicho que actualmente la verdadera pugna no es derecha-izquierda sino populismo-democracia. La pandemia parece haber ayudado a echar a Trump pero fortalecido a personajes como Bolsonaro. ¿Cómo lo ve a un año de haber empezado?
Dije eso porque me parece una pelea más existencial que la otra, porque derecha-izquierda exige muchas cualificaciones. ¿De qué hablamos cuando hablamos de derechas o izquierdas? La discrepancia entre el que está en contra de la democracia liberal es más sustancial que lo que pueda separar a Merkel de Sánchez.

Creo que el test en este terreno del populismo no será tanto la pandemia sino la crisis económica. Por el tejido productivo de España la crisis se sentirá mucho, aunque el impacto psicológico de la crisis de 2008 fue mas grave del que va a causar la pandemia.

Por último, su libro lo acabó de escribir a fines de julio. ¿Hoy qué le cambiaría o quitaría? Porque la pandemia sigue a tope...
Nada... quizás le retocaría alguna frase en la que asomaba cierto optimismo en otoño. Intente mantener tono abstracto. No le cambiaría gran cosa. No me ha dado tiempo a cambiar de opinión a mí tampoco (risas).