Cuestión de fe
Los argumentos racionales indican que imponerse en una final al Barcelona es casi imposible. Tienen un mayor presupuesto, una plantilla más amplia y a Messi, el mejor jugador del mundo. Pero... la esperanza es lo último que se pierde y más complicado era ganar la Supercopa.
Reconozco que sigo hundidísimo desde la final perdida contra la Real. No soy el único ya que sé que muchos amigos y conocidos no han querido ni mirar las noticias desde entonces. En el chat futbolero que tenemos se habla más de Haaland y Mbappe y del partido entre Bayern y PSG, que del Athletic.
Los ánimos están por los suelos. Y no por la derrota en sí, ni el rival sino por las formas. Una vez más, el Athletic volvió a fallar. La Real se llevó el triunfo con todo merecimiento porque acertó en el penalti que tuvo, pero lo que duele es que no hubo posibilidades de poner en duda esa victoria. Ni siquiera un mísero uy para decir que lo intentamos. No hubo nada a lo que agarrarse.
Construimos un relato sobre la competitividad del Athletic y la capacidad de sufrimiento de los jugadores en las eliminatorias, pero se desvanecieron en La Cartuja. Seguro que son los propios futbolistas los más afectados.
Se siente una infinita tristeza al ver pasar oportunidades y no dar la talla en el momento oportuno. Ocurrió en Bucarest frente al Atlético en Europa League y tampoco se pudo hacer nada en los duelos ante el Barcelona de 2009, 2012 y 2015.
Sin embargo, no perdemos la esperanza. Se acerca la fecha para otra final y vuelve a aparecer ese cosquilleo y los nervios. Decimos que no queremos ni ver el partido, pero se mantienen las banderas en los balcones y preparamos la camiseta.
La pasión rojiblanca nunca se pierde. Nos inculcaron desde críos ese sentimiento y al tomar conciencia sentimos que este equipo representa una forma de hacer de este pueblo con su particular filosofía. Un país con el que soñamos compitiendo sobre el terreno de juego. ¡Aupa el Athletic, que yo ya me entiendo!
Los que no lo comprenden dirán que somos forofos sin percatarse de sus filias y fobias.
Está difícil hacerse ilusiones contra un Barcelona con Messi al frente. Pero, sabemos que el sábado ahí estaremos, ¿por qué? Cuestión de fe, no hay otro modo de explicarlo.
Más complicado era ganar la Supercopa en enero a unos días de llegar Marcelino y mira.