La obra sobre ‘Egunkaria’ despierta emoción y solidaridad en Madrid
“Los papeles de Sísifo” culminaron un mes de presentación en el teatro María Guerrero, con ovaciones todas las noches y sin incidentes. El director, Fernando Bernués, y la actriz Dorleta Urretabizkaia compartieron con GARA-NAIZ su experiencia y sorpresa ante la empatía recibida.
Se oye una broma cuyo remate es con el uso irónico de Txanogorritxu. A los dos segundos la actriz traduce en voz alta “caperucita”. Y entonces sí, la platea entiende y se ríe. Uno de “los malos” de la obra es sarcástico sobre el euskara y comienza a parodiar sus palabras de origen latino como “komunikazioa”. La platea vuelve a reír. Es que esto es el teatro María Guerrero y es la primera vez, en sus 120 años de historia, que la lengua de los euskaldunes se oye en sus tablas.
La última función coincide con la jornada del cierre de campaña de las autonómicas anticipadas de Díaz Ayuso. Son tiempos revueltos en la metrópoli castellana que ha cobijado durante un mes a todo el equipo de “Los papeles de Sísifo”, la pieza de Fernando Bernués, escrita por Harkaitz Cano, que ha sido traída a Madrid por el Centro Dramático Nacional dependiente del Ministerio de Cultura.
Antes del estreno, a principios de abril, de este proyecto que recuerda el cierre de Egunkaria en 2003, “Los papeles de Sísifo” ya había pasado por Gasteiz, Bilbo, Donostia y Tolosa. En los próximos días será llevada a Andoain, Iruñea e Irun y esperan antes de fin de año llegar a Barcelona.
«Es una obra muy grande y no puede estar en cualquier escenario», explican desde la productora Tanttaka, que ha desarrollado el proyecto que coproducen también los teatros públicos de las tres capitales de la CAV. Pero Madrid ha tenido, si cabe, un sabor especial.
Entusiasmo y solidaridad
«Estrenar aquí lo veíamos con cierta… bueno, algunos nos decían ‘os van a tirar piedras’. Pero, todo lo contrario. Mucha gente vino a verla y muy a favor que se hable el tema desde esta mirada, que se exponga», cuenta Bernués a GARA, quien destaca que a pesar de las reducciones del aforo de público por la pandemia, «no ha estado nada mal» la venta de entradas.
Dos días antes de la última función hubo dos casi íntegramente en euskera, subtitulada en la pantalla, siendo la primera vez en el centenario teatro del barrio madrileño de Goya y una de las pocas, en general –hace cuatro años se hizo “Los Gondra” en euskara en el teatro Valle Inclán–.
En estas funciones peculiares hubo «un silencio sepulcral (del cuando nos escuchaban; cuando hay público euskaldun los chistes entran muy rápido y sino no tanto, pero oía que escuchaban muy atentos», relata la actriz donostiarra Dorleta Urretabizkaia.
«Hubo una respuesta muy entusiasta y muchas personas que se han puesto de pie para aplaudir», recalca Bernués, quien es el artífice de esta obra, cuya idea transmitió y encargó a Cano hace siete años, aunque la misma nació en 2003, tras los Premios de la Música, cuando Fermin Muguruza recibió un premio y criticó el cierre de ‘Egunkaria’. «La mayoría del auditorio empezó a abuchear y a negarle la palabra. Y a mí se me saltaron las lágrimas por aquel absurdo, sentía desconsuelo. ¿Cómo esta gente comprometida podía comprar ese relato perverso de que todo lo producido en euskera era custodiado por ETA? Un disparate. Y me dije que algún día tendría que hablar de esto y así fue».
Bernués escuchó antes de venir algunas preocupaciones de gente que temía por las reacciones en Madrid a una obra que contradice el relato hegemónico sobre el conflicto vasco, especialmente en estos tiempos políticos convulsos y, para más inri, coincidentes con la crispada campaña electoral.
«Esta obra no esquiva los episodios más duros de la tortura y la violencia. En ese sentido, es verdad que alguno pensaba que podía haber una actitud diferente de algunos sectores pero afortunadamente no hemos tenido ningún episodio duro. Los malos presagios no ocurrieron», señala.
Ameno debate
Hubo una jornada en la que se celebró una charla-debate entre el equipo de la obra y el público. «Había gente con intervenciones interesantes, siento menos crispación en lo que hace a la convivencia. Ese día el público madrileño nos dijo lamentar la dudosa independencia judicial. Fueron críticos y comprometidos, nos dieron la enhorabuena, y pusieron el acento en el asunto de la irregularidad judicial. Aplaudieron el hecho que el espectáculo tenga algo de reparación con las personas que pasaron por ello», recuerda Bernués de aquel debate.
Ante la pregunta de si ha vivido alguna vez alguna situación de rechazo, el director asegura que «nunca» y que lo único que sucedió una vez fue que dos personas en el público decidieron no aplaudir. «No ha habido reacciones críticas, siempre aplausos con entusiasmo, y nos han agradecido mucho. Les sorprendía saber que hablábamos de hechos del siglo XXI aunque parecían de los 80», dice sin ocultar su alegría al respecto.
Urretabizkaia reconoce que se va «con pena» de Madrid, donde se ha sentido bien acogida, no solo ella sino también su pareja, Asier Hernández (también protagonista de la obra), y sus dos hijos. «Es la primera vez que vivo un mes entero aquí. Mi familia decía ‘uy vas a ir a contar esto a Madrid, van a ir los de Vox, no salgáis nunca’. Sobre todo mi madre, tenía miedo», recuerda.
«Ahora les respondería que nada que ver (se ríe). Ha sido una sorpresa muy grata ver a gente tan consciente, tan abierta, muy puesta. Nos preguntaron cómo era posible que esto no lo hubieran sabido, cómo no tener la información y cómo podía ser que hace solo 17 años cerraran periódicos. Y en el debate que hubo hemos visto que hay heridas que hemos pasado los vascos que las pasaron aquí también», añade.
Para la actriz donostiarra exhibir la pieza en Madrid la ha hecho reafirmar en que «esta historia se tiene que contar y se tiene que contar aquí sin ningún miedo, en democracia se puede hablar de todo. Hay muchos prejuicios y lo que hay detrás son miedos».
En ese sentido, admite que «ni de coña» se hubiera imaginado en sus comienzos que algún día estaría en uno de los principales teatros madrileños hablando en euskera en el escenario. «Me sentí un poco embajadora de la cultura y parte de la historia, pequeñita pero historia al fin», agrega, y reclama que haya más obras en euskara, catalán y galego en Madrid y en otros sitios del Estado. español
Nada indiferentes
En la última función, la sala estaba todo lo llena que el limitado aforo permite. José, un zamorano de 39 años, estaba en el palco superior. Al salir, reconoció a GARA-NAIZ que le gustó «mucho, fue bastante fuerte. No me acordaba de estas cosas, la memoria a veces es selectiva. Pero está bien recordar estos episodios. En España cosas históricas que pasaron recientemente existe mucho miedo a documentarlas, y a través de una obra de teatro no me lo esperaba».
Que se haga en Madrid le parece muy bien porque «muestra el otro lado, el del avance democrático, porque hay un ministerio que de alguna manera garantiza este tipo de cultura». También confiesa no sentirse «nada orgulloso de las cloacas y la tortura del Gobierno español. Es lamentable esa guerra clandestina».
Inmaculada tiene 72 años, madrileña de siempre. Sale de la platea un poco emocionada. Se define «de izquierdas» y afirma que las partes de la obra relacionadas a la tortura le hicieron recordar relatos de la guerra civil por parte de sus abuelos que preferiría olvidar. «Estoy agradecida de que el teatro público que pagamos todos tenga estas obras. Lo que sucedió allí mucha gente lo desconoce. Es una bendición poder verlo».
Javier es navarro, tiene 51 años y hace dos que vive en Madrid. Los 25 previos los pasó en Irlanda. «Después de haber estado tantos años fuera, me sorprende ver una obra como ésta aquí. Me acuerdo cuando en nuestras cuadrillas pagábamos cada uno para conseguir dinero para financiar Egunkaria. Las escenas de malos tratos me han conmovido, algo que siempre ha estado presente en la sociedad vasca y es un tema tabú que el Estado español no ha aceptado. Fueron tiempos duros y no sé como se podrá percibir esto desde el público madrileño».
Bernués ya decía que «indagar en esos terrenos de violencia policial es difícil en un país que no ha sido capaz de enfrentarse con las cuentas del franquismo y menos aún con los miles de casos de tortura».
Sin embargo, se va de la capital con un poso de alegría porque «pasan tantas cosas que la memoria es pequeña» y con ‘Los papeles de Sísifo’, se ha refrescado con arte y gloria.