Ni Iñigo Urkullu, lehendakari de la Comunidad Autónoma del País Vasco, en la que por ley se decidió en el Congreso que tuviera su sede el Centro Memorial para las Víctimas del Terrorismo; ni Gorka Urtaran, alcalde de la ciudad en la que se ha construido, han podido decir nada en su inauguración. Solo ha habido lugar para los discursos del director del Memorial, Florencio Domínguez, del presidente de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Tomás Caballero, y del rey de España, Felipe de Borbón.
En consecuencia, tampoco ha habido lugar para el euskara en el acto, más allá de un breve saludo de Florencio Domínguez y de que Felipe VI haya citado en ambos idiomas los cargos institucionales locales.
Reproducción del zulo de Ortega Lara
El centro abrirá sus puertas al público este miércoles. Cuenta con tres plantas. En la baja se ha colocado, entre otras cosas, una reproducción del zulo en el que estuvo secuestrado el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. En esta planta se encuentra también el centro de documentación.
En el primer piso hay objetos personales donados por la familia de Jesús Velasco, jefe del Cuerpo de Miñones desde 1974, al que ETA mató en 1980. También hay una obra de Agustin Ibarrola alegórica de la muerte a tiros del periodista José Luis López de la Calle. Figura además una cronología de atentados desde 1960 hasta la actualidad.
En la segunda planta se ha instalado lo que se denomina «sección discursos y prácticas de odio» oficialmente dividida en cuatro partes: «primero, ETA y el terrorismo nacionalista radical; segundo, el de ultraderecha y parapolicial; tercero, el de extrema izquierda, sobre todo los grapos; y cuarto, el yihadista».
No se informa de otras reproducciones
Hay también una llamada «sección respuesta al terror», que está dedicada a «la reacción policial, judicial, política y social». La nota oficial no dice nada de que haya ninguna reproducción de las instalaciones en las que fueron torturados Lasa y Zabala antes de que dispararan mortalmente contra ellos, ni de las bañeras por las que pasaron miles de detenidos, tampoco de las picanas y electrodos.
Los actos de inauguración han comenzado sobre las 12,45 con todos los representantes institucionales, incluidos el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y las autoridades locales, esperando la llegada de Felipe de Borbón y su esposa Letizia Ortiz, que los han saludado uno a uno llevándose la mano al pecho. Después han formado y una pareja de dantzaris les han dedicado un aurresku.
Además de las movilizaciones de protesta convocadas en las inmediaciones, al lugar se han acercado también elementos de la derecha con banderas de España que han vitoreado a los reyes y abucheado a Pedro Sánchez, además de pedir la dimisión del ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska.
Después de que el rey descubriera una placa, las autoridades e invitados han entrado en el centro para participar en una visita guiada al memorial.
Pacto de 2000, rechazado en Euskal Herria
El acto ha concluido con los discursos que han recorrido los lugares comunes en estos casos. El presidente de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Tomás Caballero, ha roto un poco el protocolo antes de iniciar su alocución para confesar que «he pasado un mal rato con la visita de hace un momento». Después ha arrancado su discurso señalando que «cuando hacemos el repaso de la lucha contra el terrorismo en España coincidimos en señalar el Pacto Antiterrorista del año 2000 como un hito esencial. La herramienta más poderosa frente a los violentos, al vertebrarse gracias al consenso de los demócratas».
Se trata de una cita poco inocente, puesto que aunque Tomás Caballero ha destacado que en ese acuerdo se decidió la creación de la Fundación, tampoco se puede olvidar que su preámbulo recoge afirmaciones como que «el retorno de ETA a la violencia terrorista, tras el cese temporal anunciado en septiembre de 1998, ha puesto dramáticamente en evidencia la situación en el País Vasco. Con ello, ha quedado también de manifiesto el fracaso de la estrategia promovida por el PNV y por EA, que abandonaron el Pacto de Ajuria Enea para, de acuerdo con ETA y EH, poner un precio político al abandono de la violencia. Ese precio consistía en la imposición de la autodeterminación para llegar a la independencia del País Vasco». Estos partidos e incluso el Gobierno de Lakua de aquellos años fueron muy críticos con ese pacto, que desde luego no suscribieron. El «consenso» del que ha hablado Caballero no fue tal en Euskal Herria.
Carrero Blanco y Melitón Manzanas, ¿referentes?
También el discurso de Felipe VI ha caído en las habituales generalizaciones de este tipo de actos, al asegurar que las víctimas, todas ellas, son «uno de los pilares éticos de la democracia». Ha insistido en ello al afirmar que el Centro Memorial será «un referente internacional para la visibilidad de las víctimas del terrorismo, de su memoria y dignidad y, por tanto, para el fortalecimiento de los valores democráticos que las víctimas representan y que nos hacen mejores como sociedad».
Según la literalidad de estas palabras del monarca, Luis Carrero Blanco o Melitón Manzanas, ambas víctimas de ETA, son ya por ello «pilares éticos» de la democracia que fortalecen unos valores «que nos hacen mejores como sociedad»