Sonrisas y lágrimas. El desenlace se sabía de antemano, pero faltaba poner el nombre propio a cada protagonista de la fiesta que se ha celebrado este sábado en Biarritz. Unos ríen porque jugarán el año que viene en el Top 14, y otros lloran porque lo harán una categoría por debajo, en la ProD2, pero viniendo de donde venimos conviene usar con mayor cautela términos como «drama» o «tragedia». Fiesta, sí, en la que miles de personas han cantado, bebido, saltado y animado a sus colores hasta la extenuación. Había ganas.
Biarritz Olympique ha reído y Aviron Bayonnais ha llorado después de un derbi a cara de perro, duro, sin concesiones, que ha terminado con 3-3 los 80 minutos reglamentarios, 6-6 después de la prórroga y que se ha decidido en una tanda de tiros a palos, los ‘penaltis del rugby’. Tras cinco aciertos por bando, Aymeric Luc ha fallado el sexto de los albiazules y el tercera línea y capitán rojiblanco Stefon Armitage ha inscrito su nombre en los libros de historia con un derechazo certero.
Ambientazo
Con las consabidas limitaciones decretadas por la pandemia, pero dos horas antes del pitido inicial los exteriores de Aguilera ya sonaban a derbi, ya olían a derbi. Bocinas, bengalas, pólvora de petardos y cánticos en rojo y blanco, con alguna pincelada suelta de albiazul. Las 5.000 localidades permitidas volaron entre semana, más del 80% reservadas para los abonados del conjunto local.
La semana se preveía calentita y así ha sido, pero no por el tema deportivo, sino por la decisión de la Prefectura de Pirineos Atlánticos de prohibir que el partido se viera por televisión en bares y restaurantes de la costa labortana, a fin de evitar aglomeraciones fuera de control.
Los hosteleros protestaron en Baiona y hasta presentaron un recurso, pero finalmente los que no han tenido la suerte de entrar en el estadio biarrota han tenido que conformarse con las fan-zone organizadas por los ayuntamientos de ambas localidades o con ‘emigrar’ a los pueblos del interior, a salvo del veto gubernativo.
Dentro del Aguilera el ambiente ha sido tremendo. Después de tantos meses de sequía sin deporte en vivo, pocos platos mejores que este derbi, ya de por sí intenso cuando solo hay cuatro puntos en juego, qué decir si sobre el verde se pelea por una silla en la mesa de los grandes, el Top 14.
Sorotan Bele por megafonía
Dos minutos antes de las 17.30, ambos quinces saltaban al campo a los sones de Sorotan Bele, mientras el speaker coreaba «Gora Euskal Herriko derbia!». Biarritz ha puesto el oval en juego. Primeros minutos parejos, si Baiona se presentaba a la cita como un equipo con más calidad, los locales lo compensaban con el aliento de su bulliciosa parroquia.
A los 12 minutos, el BO ha encadenado una buena jugada de continuidad, pero Baiona ha robado el balón y el ala fijiano Ravouvou ha estado en un tris de estrenar el marcador. Sí lo ha hecho tres minutos más tarde, cuando ha culminado una jugada que había empezado con un saque lateral en la banda opuesta. Sin embargo, el árbitro ha anulado el ensayo, al apreciar un pase adelantado.
El encuentro era duro, se placaba sin remordimientos y los puntos de encuentro eran una trinchera sin prisioneros. El técnico local tenía que cambiar a dos piezas importantes como su apertura y su zaguero –Perraux y Lonca– y su homólogo visitante perdía al inicio al tercera línea Taofifenua y al talonadorUlugia cerca del descanso.
Gilles Bosch tampoco ha podido mover el electrónico recién ingresado al campo, a pesar de que el golpe de castigo no parecía excesivamente complicado. Con el punto de mira mejor calibrado, no ha fallado pasada la media hora (3-0, 31’). El intento de réplica de Gaetan Germain se ha marchado desviado. Con esa corta ventaja local se han marchado al vestuario ambos conjuntos.
Más bajas en cada bando
La batalla ha seguido en toda su crudeza en la reanudación, y las bajas seguían cayendo en uno y otro bando. Lafage ha empatado en el minuto 51, quitando por fin el cero del marcador visitante (3-3). Media hora para el todo o nada, con el cansancio, los golpes, la tensión y el calor acumulándose en las piernas y los pulmones.
Aviron ha podido voltear la tortilla a falta de un cuarto de hora, cuando ha dispuesto de dos saques laterales a cinco metros, pero Biarritz ha defendido con el cuchillo en la boca hasta recuperar el oval. La recta final se presentaba agónica.
Era el turno de Biarritz. Una falta por placaje alto al australiano Speitght ha dado a James Hart la oportunidad de sumar tres puntos a falta de cinco minutos, pero su zurdazo no ha encontrado la dirección correcta. Baiona ha tenido la permanencia en el último minuto, pero no se ha atrevido a jugarse un drop y no ha podido anotar pese a chocar una y otra vez con su delantera muy cerca de los palos. A la prórroga.
Biarritz ha sacado fuerzas de nadie sabe dónde para meter otra marcha, que Hart ha convertido en tres nuevos puntos, aunque podían haber sido seis (6-3, 82’). El irlandés ha perdonado y Aviron se ha aferrado a ese salvavidas para volver a igualar (6-6, 94’).
Y así se ha llegado a los tiros a palos. La gente en pie, rostros de pánico, el fallo de Luc, la patada de Armitage, sonrisas y lágrimas.