Fernando Alonso Abad

Horno Alto número 1, el óxido de la memoria

Su silueta se recorta contra el cielo con tristeza huérfana, como un resto de melancolía corroída por el oxido pero que a pesar de la herrumbre de los largos años de abandono no se resignara al olvido. Legado mudo del cierre de Altos Hornos de Vizcaya hace ahora 25 años, su futuro es incierto.

El horno, proyectado contra el cielo en Sestao. (Aritz LOIOLA | FOKU)
El horno, proyectado contra el cielo en Sestao. (Aritz LOIOLA | FOKU)

El Horno Alto número 1 se alza aún sobre Sestao con orgullo. Por su sangre corren sudor y fuego que nutrieron las raíces de esta tierra más de un siglo.

Referencia de la historia de Ezkerraldea y del pueblo trabajador vasco, son ya 25 años de soledad. Un cuarto de siglo como observador impotente de la radical transformación del mundo que marcaba los pulsos a golpe de turno laboral, de colada incandescente tiñendo de rojo la noche, de rugido nocturno que acompañaba los sueños forjando carácter, conciencia. Cinco lustros sin tener al lado a su hermano gemelo, el Horno Alto número 2, ni al más joven e imponente A2. Y qué decir de los miles de trabajadores que pululaban sin descanso a sus pies. Dos décadas y media para ver, desde la privilegiada atalaya de sus 80 metros de altura, cómo no queda prácticamente nada del pasado industrial de Sestao mientras lo poco que aún permanece podría tener los días contados.

Y es que justo 25 años han transcurrido desde que se apagara el último rescoldo de Altos Hornos de Vizcaya. Superando la dejación de la Administración y el orín corrosivo del tiempo, el Horno Alto número 1 se mantiene firme gracias sólo a que el arrabio ígneo de la memoria continúa encendido en su interior y en el corazón de la gente.

Catalogado al máximo nivel de protección como Bien Cultural con categoría de Monumento desde 1999, el Horno Alto número 1 sigue erguido sobre los antiguos terrenos que ocupara AHV habiendo sobrevivido, milagrosamente, a estos 25 años de abandono, desidia e improvisación por parte de las autoridades competentes. Un monumento maltratado, cuya majestuosa y oxidada presencia provoca más melancolía que nostalgia.

El pasado mes de abril, a iniciativa de EH Bildu, el Parlamento de Gasteiz aprobó por unanimidad de todos los grupos instar a las autoridades españolas e instituciones implicadas a elaborar, en el plazo más breve posible, una hoja de ruta para concluir los trabajos de restauración y adecuarlo para su socialización. Pocos días antes, en el Ayuntamiento de Sestao y también a propuesta de la fuerza abertzale, se aprobó una declaración institucional en ese mismo sentido y en la que el Consistorio se comprometía a tomar las medidas necesarias y propias de la responsabilidad municipal en la conservación, guarda y puesta en valor del horno alto.

También a comienzos de abril, la Comisión de Cultura del Parlamento de Gasteiz, encabezada por su presidenta, Jasone Agirre, visitó el horno alto por ser «una auténtica catedral de la industria vasca, un monumento de valor incalculable cuyo estado de conservación es muy deficiente».

El conjunto de estas iniciativas iba encaminado a afrontar de manera definitiva un plan para convertir el monumento en museo o similar equipamiento que mantenga viva la historia industrial y siderúrgica de esta zona de Euskal Herria. Un plan esperado desde hace nada más y nada menos que un cuarto de siglo y que ahora, gracias a estas iniciativas, podría comenzar a ir tomando forma.  

De hecho, el Ejecutivo de Lakua ha anunciado recientemente una importante inversión, a través de su Departamento de Cultura, para dinamizar zonas desfavorecidas, entre las que figura el Horno Alto número 1 de Sestao. En lo que a este monumento respecta, se prevé una inversión de 2,4 millones de euros para la urbanización del espacio sobre el que se alza y, así, facilitar el acceso tanto a los exteriores como al interior del horno alto. El plan, que arrancaría a lo largo de este año, se llevaría a cabo en colaboración con la Diputación de Bizkaia y el Ayuntamiento de Sestao. Respecto a la restauración del horno alto en sí, correría a cargo del Ministerio español de Cultura, que es su actual propietario.

Un expolio denunciado en vano

Todos estos movimientos llegaron pocas semanas después de que la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública alertara que el horno alto estaba siendo expoliado y el valioso material robado podía estar siendo vendido en chatarrerías de la zona.

Dado que la legislación no establece diferenciación alguna en cuanto al bien protegido, «el allanamiento del Horno Alto n.º 1 tiene la misma consideración que si se hubiera producido en el interior del Museo de Bellas Artes de Bilbao y con los bienes muebles artísticos que custodia», se lamentaba el 2 de marzo ante las cámaras de ETB Javier Puertas, presidente de esta asociación que ha sido protagonista fundamental para que el paso inmisericorde de los años no haya dado al traste con este icono de la siderurgia vasca.

Y es que en la tarde del 27 de febrero la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial tuvo conocimiento de que en el interior del horno alto se estaba produciendo un expolio de objetos que eran transportados al exterior en carros de supermercado y carretillas. Inmediatamente se pusieron en contacto con la comisaría de la Ertzaintza de Sestao para denunciar los hechos, advirtiendo que se trataba de un bien cultural protegido. Una patrulla se habría personado entonces en el lugar y, por lo reportado, no observó ninguna actividad extraña.

Pero los miembros de la asociación sabían fehacientemente que algo estaba ocurriendo, así que acudieron a la Policía Municipal y, con posterioridad, se desplazaron al horno alto y realizaron una serie de fotografías. En ellas, tal y como recogen en su página, «se puede observar que las vallas de acceso al recinto patrimonial se encuentran violentadas y que ya estaban señalizadas con cinta de la Policía Municipal de Sestao. Se observa, asimismo, que en el interior del recinto y del horno alto se encuentran múltiples enseres, tales como colchones, lo que parece indicar la permanencia en el mismo de intrusos. También se observan carros de supermercado, con instalaciones e instrumentos; y carretillas, una de ellas cargada con una valiosa pieza de arrabio del horno alto protegido. Y, tiradas en el suelo, otras piezas, como cuadros eléctricos o restos de tuberías. Se observa claramente la rotura de los cristales de la fachada del edificio del primer nivel, ya restaurado, la antigua Sala de control del Horno Alto. Nuestro temor es que se haya producido ya el expolio de los bienes más valiosos patrimonialmente (y también en chatarrería), como los instrumentos de control de bronce o los bobinados de motores de cobre, que se alojan en distintas partes del horno alto, y en el edificio del segundo nivel, la antigua caseta de control de cargue del horno».

Con todos los datos recogidos acudieron nuevamente a la Ertzaintza, en esa ocasión a la Comisaría de Deustu, y presentaron la correspondiente denuncia. «Lamentablemente -recuerdan-, en la comisaría de la Ertzaintza se nos ha comunicado que el escrito presentado no contiene suficientes datos probatorios que permitan solicitar al juzgado la detención o desalojo de los autores, y que dado que no podemos presentar testigos identificados del expolio es por lo que la denuncia no nos ha sido admitida. Se nos ha invitado a recabar más datos, encontrar testigos de los sucesos y presentar de nuevo la denuncia».

Sería de suponer que la labor que se les pedía a los miembros de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial era la propia de los policías. Aun así, semejante actitud no les hizo desistir y regresaron nuevamente a la Ertzaintza de Sestao dónde, al fin, sí les fue admitida la denuncia. Los miembros de la asociación se brindaron a colaborar y a hacer un seguimiento en desguaces. De hecho, una chatarrería de la zona reconoció haber comprado y destruido más de media tonelada de tuberías cuyo origen desconocía.

En ese contexto, el parlamentario de EH Bildu Iker Casanova anunciaba que su grupo ya había registrado una proposición no de ley en Gasteiz para defender, mantener y poner en valor el horno alto y darle una mayor proyección social. «Desde que en 1848 se encendió el primer horno en la fábrica Santa Ana de Bolueta los Altos Hornos han sido probablemente el elemento más significativo en el paisaje de la ría de Bilbo», declaraba entonces Casanova y añadía que «las nuevas generaciones deben conocer su historia y su patrimonio cultural, pero puede que solo conozcan la instalación de grandes praderas logísticas».

Paradojas de la vida, el expolio que se producía exactamente veintiséis años después del apagado del Horno Alto número 1 de AHV, la mañana del 28 de febrero de 1995, que había encendido definitivamente todas las luces rojas institucionales.

 

Monumento protegido

El Horno Alto número 1 es el único de los tres que había que se consiguió conservar cuando el día 2 de julio de 1996 se cerró para siempre la última puerta de Altos Hornos de Vizcaya. No fue fácil lograr que no corriera la misma suerte que sus dos hermanos ya que, como no olvidan muchos antiguos trabajadores, no se percibía demasiado interés en que quedaran restos varados de la brutal desindustrialización de Ezkerraldea.

Al final, los hornos Número 2 y A2 fueron vendidos a la India y a Indonesia, respectivamente, mientras que el Número 1, encendido el 18 de noviembre de 1959, quedó conservado, aunque sin ningún planteamiento concreto respecto a su futuro.

Tanto es así que, en la actualidad, el icónico monumento está enfangado en un caos competencial. El horno en sí es propiedad del Gobierno español, concretamente de su Ministerio de Cultura a través de la sociedad Cofivacasa; el suelo sobre el que se alza pertenece a ArcelorMittal Sestao -antes Acería Compacta de Bizkaia, ACB-; el perímetro es del Ayuntamiento de Sestao; y las competencias de protección y valoración, de la Diputación de Bizkaia y del Gobierno de Gasteiz.

En junio de 1999 fue declarado Bien Cultural con categoría de Monumento e inscrito, veinte años más tarde, en el registro del Patrimonio Cultural Vasco como Bien Cultural de Protección Especial. Desde entonces, el Instituto de Patrimonio Cultural de España ha llevado a cabo entre los años 2008 y 2014 dos fases de restauración con una inversión declarada de algo más de tres millones de euros, quedando pendiente una anunciada tercera fase. Los últimos siete años lo han sido de abandono total y ello ha supuesto un importantísimo incremento del deterioro general de las instalaciones e incluso el daño en zonas que ya estaban de una u otra forma recuperadas y sobre las que se deberá intervenir de nuevo.

Ahora que parece que la maquinaria institucional se pone en marcha para rehabilitar definitivamente este magnífico resto de la historia industrial de Euskal Herria toca recuperar el debate sobre el futuro del monumento y desoxidar la memoria siderúrgica. A este respecto, parece haber un consenso general en torno a transformarlo en un equipamiento museístico que conserve la memoria e historia industrial de Ezkerraldea y sirva incluso de recurso turístico para la zona. El Ayuntamiento de Sestao está en esa idea y considera que el horno alto puede ser un foco de atracción para el turismo «que podría ser una herramienta más para dinamizar la economía y propiciar la creación de empleo».

Mikel Izquierdo, concejal de EH Bildu en Sestao, lo tiene claro: «Ahora que ya no echa humo se trata de convertirlo en un bien cultural, de esa cultura industrial tan nuestra; algo que ayude a las próximas generaciones a no perder su pasado y a nuestro pueblo conservar un icono. El Ayuntamiento ya ha manifestado en varias declaraciones su voluntad, ya sólo queda la determinación para llevarlo a cabo. Apostar por Sestao, en definitiva».

Izquierdo considera que la posición del Horno Alto «es excepcional para el desarrollo de un entorno agradable con grandes posibilidades de desarrollo, de formación, de turismo industrial y comarcal». Inserta en ese proyecto el bidegorri pensado y aprobado para Ezkerraldea y que uniría Zierbena con Bilbo por la ribera de la ría. «Tenemos la suerte de poseer ‘despojos industriales’ como el Horno Alto, la Escuela de Aprendices, el cargadero o las grúas de La Naval, que nos brindan una oportunidad de valoración increíble», destaca y alerta sobre la posibilidad de que se pretenda privatizar la gestión.

No obstante, el concejal de EH Bildu recuerda que la apuesta de la formación abertzale para la zona es netamente industrial y, a ese respecto, advierte de la sombra de incertidumbre que ha aparecido recientemente sobre los astilleros con la adjudicación de los terrenos de La Naval a una compañía belga de logística. «Estamos luchando activamente por la implantación de nuevas actividades de alto valor para recuperar la esencia industrial de Ezkerraldea y Meatzaldea», subraya Mikel Izquierdo al tiempo que señala que su formación ya está llevando adelante en el Parlamento de Gasteiz una iniciativa para declarar monumento las grúas de La Naval. De lograrlo, la compañía logística se vería obligada a respetar la zona.

Por su parte, Javier Puertas, presidente de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial, considera que el horno alto debería ser visitable porque supone un activo turístico de primer orden que beneficiaría a la localidad. «Existen experiencias en toda Europa de instalaciones de este tipo reconvertidas en espacios turístico y culturales. Aquí vamos muy por detrás en el aprovechamiento de nuestro patrimonio industrial. Hay cosas que se recuperan pero a las que luego no se les da uso y se dejan olvidadas».

EL DECLIVE DE UN SÍMBOLO

La empresa Altos Hornos de Vizcaya fue el eje del desarrollo siderúrgico e industrial de Ezkerraldea. Nada habría sido igual en esa zona de Bizkaia si allá por abril del año 1902 no se hubieran fusionado las dos pequeñas siderúrgicas Altos Hornos de Bilbao y La Vizcaína con La Iberia, dedicada a la fabricación de hojalata; de aquí el nombre, ‘La hojalatera’, de la trainera del Club de Remo Iberia.

Las tres fábricas de las que nació AHV estaban instaladas en una ubicación privilegiada para su actividad empresarial. Comunicadas con la la zona minera, Meatzaldea, por medio de ferrocarril, con salida al mar y muelles en la margen izquierda del Ibaizabal se extendían a lo largo de un territorio de cinco kilómetros entre la dársena de la Benedicta y la desembocadura al Ibaizabal del río Kadagua. Entre medio de esa planicie que habían sido marismas también había astilleros y alguna otra pequeña empresa siderúrgica que con el paso del tiempo fueron absorbiendo.

Altos Hornos de Vizcaya fue creciendo y consolidándose hasta convertirse en la empresa más grande del Estado español, con exportaciones de hierro y acero a toda Europa. Símbolo de la economía industrial, marcó el devenir de Ezkerraldea en todos sus aspectos, desde el migratorio y demográfico hasta el socio-político pasando por el paisajístico e incluso el lingüístico.

Uno de cada cuatro habitantes de Sestao trabajaba para Altos Hornos, que tenía en Sestao y Barakaldo colegios, cines, economato, centros de salud e incluso fue construyendo barrios en los que vivían sus empleados.

Barakaldo pasó de tener 14.000 habitantes a 120.000 en los años 80 del pasado siglo. Por su parte, Sestao, que cuando se constituye como municipio a finales de 1805 estaba formado por 70 caseríos y 340 habitantes, comienza a desarrollarse demográficamente al ritmo de la industrialización de su suelo. Cuando nace AHV tenía ya 10.000 habitantes, que alcanzaron su cifra máxima en los años 80 con casi 43.000 personas y convirtiéndose, así, en la zona urbana más densamente poblada de Europa. En la actualidad son algo más de 27.000 los residentes en Sestao.

Cuando a mitad de los años 80 comenzó la reducción del volumen de sus instalaciones y los planes de «reindustrialización», Altos Horno de Vizcaya daba empleo directo a 11.000 trabajadores –llegó a tener 13.000- y de modo indirecto a otros 40.000. El apagado definitivo de sus hornos altos llevó el desempleo a cotas impensables y colocó a Sestao en la tasa de paro más alta de Euskal Herria. En el año 2011, el 20,76% de los sestaotarras estaban aún sin trabajo; en la actualidad son el 19,34%, cuatro puntos por encima de las localidades vecinas.

Las cifras son, a todas luces, dramáticas para una zona que en el último cuarto de siglo ha cambiado radicalmente su estructura económica e incluso su fisonomía. Las chimeneas, las grandes empresas, los astilleros, los mares de tejados de naves industriales en febril actividad han ido dando paso a un enjambre de macro superficies comerciales de todo tipo que han colocado Ezkerraldea y Meatzaldea en la economía del empleo precario de ínfima calidad y que ha supuesto el hundimiento del pequeño comercio tradicional de la zona.   

La reciente adjudicación y compra de los terrenos de los astilleros de La Naval por parte de la compañía belga de logística VGP puede convertirse en un nuevo golpe de gracia a la tradición laboral de Sestao. Con más de un siglo de historia, sus grúas mirando a la ría compartieron espacio con las altas chimeneas de Altos Hornos componiendo el cuadro más representativo de la industrialización del pasado siglo; oscuras siluetas entre sirimiri, polvo y humo que acompañaron los recuerdos de varias generaciones como escenarios indelebles de su memoria.

Al tiempo que se vayan alzando sobre los terrenos de La Naval los anunciados enormes pabellones de la compañía logística VGP se irán desvaneciendo los últimos vestigios de toda una época de la historia industrial de Euskal Herria.