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Pedro Castillo, de maestro sindicalista a la Presidencia de Perú

Maestro y sindicalista, Pedro Castillo llega a la Presidencia de Perú con una victoria histórica de la izquierda en este país, pero además desde fuera de la política tradicional, aupado por el medio rural tradicionalmente marginado, pero también por el rechazo furibundo al fujimorismo.

Pedro Castillo saluda a sus seguidores desde la sede de Perú Libre en Lima. (Luka GONZALEZ/AFP)
Pedro Castillo saluda a sus seguidores desde la sede de Perú Libre en Lima. (Luka GONZALEZ/AFP)

Pedro Castillo ha logrado con su victoria en las elecciones presidenciales peruanas dar un vuelco político a décadas de gobiernos neoliberales llegando desde el Perú más rural y marginado. Y lo ha hecho en uno de los países más anclados a la derecha del continente y con los medios de comunicación, las grandes empresas y los grupos de presión en contra.

Castillo, profesor de primaria de 51 años, es oriundo de Tacabamba, en el departamento de Cajamarca, una zona rural de las que en Perú ha estado históricamente olvidada y marginada.

Sin traje ni corbata, con sombrero «chotano» y un lápiz como símbolo, Pedro Castillo encarna los valores humildes y campesinos de la zona andina, en la que ejerció como maestro rural y trabajó en el campo.

Maestro rural y sindicalista

Es en este contexto en el que el presidente electo ha forjado su popularidad, al margen de la política tradicional. Los maestros rurales y agricultores, que ven en él una figura cercana y ajena a las élites limeñas, se han encargado de auparlo frente a la oposición de medios de comunicación, futbolistas o el premio Nobel Mario Vargas Llosa, otrora enemigo político de Alberto Fujimori, contra quien perdió las elecciones de 1990.

«Es pobre como nosotros, es una persona campesina. Él ha sufrido y ha vivido en carne propia como nosotros ahora estamos viviendo, trabajando con el sudor de nuestra frente», señala la agricultora y vendedora de frutas Marcelina Condor.

Su figura se dio a conocer con la huelga general de la enseñanza de dos meses y medio en 2017 contra el gobierno de Pedro Pablo Kuczynsky.

También formó parte de las rondas campesinas, la milicia rural que vigila allí donde el Estado no llega y entre las que también ha recabado apoyos.

Desde la izquierda

Pero Castillo llega además a la Presidencia de la mano de una fuerza de izquierdas, Perú Libre, que se define como marxista-leninista-mariateguista. (José Carlos Mariategui, fundador del Partido Socialista de Perú, luego Partido Comunista de Perú).

La izquierda peruana, limitada por múltiples divisiones durante décadas, incluso en los momentos de mayor movilización social, ha logrado en esta ocasión movilizar detrás de Castillo el voto de los sectores apartados de la política tradicional, bajo el lema «no más pobres en un país rico».

Pero Castillo no viene de Perú Libre. Sus primeros pasos en política los dio bajo el partido del expresidente Alejandro Toledo. (2001-2006), Perú Posible, como candidato a una alcaldía en 2002.

Se mantuvo en esta formación hasta 2017, el año en el que se dio a conocer como líder sindicalista.

Aunque su programa recoge propuestas del Perú Libre, como la nacionalización de sectores estratégicos, durante la campaña ha intentado marcar un perfil propio.

Eso sí, en otros ámbitos aparece el poso del catolicismo rural y mantiene un perfil conservador. Así, es contrario a la educación con enfoque de género, al aborto y a la expansión de los derechos de la comunidad LGTBI.

Propuestas

Aun así mantiene suficientes planteamientos para suponer un giro radical a las políticas neoliberales que han dominado el país y su origen parece hacer pensar que evitará una deriva derechista como la de Ollanta Humala (2011-2016).

Una de sus principales propuestas es la derogación de la Constitución vigente desde 1993, creada por Alberto Fujimori (1990-2000) y abiertamente neoliberal, y la creación de otra donde el Estado tenga mayor cabida como proveedor de servicios e impulsor de la economía.

En ese mismo sentido, prevé una mayor participación del Estado en asuntos de materia energética, ahora en manos de grandes empresas extranjeras.

También propone mayores presupuestos para la agricultura con créditos on bajas tasas de interés, «un sector prioritario donde queremos llegar porque es donde están los grandes bolsones de pobreza».

El incremento del 3,5% del PIB actual al 10%  para educación es otra de sus banderas, así como un nuevo impuesto a los beneficios de las grandes empresas mineras.

El terror de la derecha a estas políticas han hecho que Fujimori y sus apoyos agiten los fantasmas del comunismo y el chavismo e incluso vinculen a Castillo con la guerrilla de Sendero Luminoso.

El propio candidato ha intentado desmarcarse del chavismo y del comunismo tanto en campaña como tras la larga espera hasta que los resultados se han hecho oficiales.

Pero el triunfo de Castillo no solo se debe a un proyecto transformador sino que debe buena parte a un voto de rechazo al fujimorismo y a la corrupción endémica en todos los presidentes del país desde hace décadas. Keiko Fujimori, con la herencia política de su padre y sus propias imputaciones judiciales, es la imagen de la corrupción, el autoritarismo y la mentira.

Muchos habrán votado a Castillo con la nariz tapada para evitar la llegada al poder de Fujimori, lo que hace que ahora tenga la difícil tarea de conseguir apoyos para sacar adelante sus políticas, con un Congreso muy fragmentado y la mitad del censo electoral en contra.