Eskarne, una mujer vasca de 86 años, ha sido la primera persona fallecida tras haber apelado a la recientemente puesta en vigor Ley de Eutanasia en el Estado español, según ha indicado el presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente, Rafa Sal, en Radio Euskadi.
Sal ha manifestado que, tras la entrada en vigor de la Ley de Eutanasia el pasado 25 de junio, esa mujer había solicitado el procedimiento «con el objetivo de finalizar su vida» y falleció hace unos días.
Ha explicado que esa persona, tal y como recoge la ley, lo solicitó a su médico de familia, que en una entrevista con la persona debe verificar que cumple los requisitos y le informa de su enfermedad y posibilidad alternativa de tratamiento, así como «le invita a la reflexión» al respecto, antes de volver a citarle en 15 días para que vuelva a presentar la solicitud, tras ese plazo dado de deliberación.
Si la solicitante lo tiene claro después de esas dos semanas, firma un reconocimiento de que ha sido informada del procedimiento y que sigue adelante, tras lo que se pone en contacto con el médico colaborador que haga otro informe de la situación de la persona y, con ambos informes favorables se pasa a la comisión de garantía de evaluación en la que otro médico y un jurista confirman que se cumplen todos los requisitos legales y hacen un informe favorable para que otro médico y la persona que presente la solicitud acuerden el momento de finalizar la vida.
Todo ese procedimiento debe durar un máximo de 40 días y los solicitantes no se pueden saltar ningún paso, ha aclarado.
Hasta la fecha, tras la muerte de esa mujer hay «otros dos o tres personas» con casos «muy claros» que han solicitado iniciar el procedimiento. «Están muy contentas con la acogida y el acompañamiento que les han ofrecido el personal» de Osakidetza, a pesar de que ha habido «muy poco tiempo para poner en marcha el procedimiento».
«Llevaba varios años sin ser persona»
Entrevistado por ‘El País’, el hijo de la mujer fallecida explica que hace una década, cuando se encontraba en buenas condiciones, ella ya registró un documento de voluntades anticipadas en el que exponía su deseo de acogerse a la eutanasia en caso de llegar a determinadas condiciones de vida.
«Nuestro caso era muy claro, no planteó ninguna duda a los médicos. Ella no estaba consciente, llevaba varios años sin ser persona y necesitaba morir», apunta el hijo al periodista Mikel Ormazabal.
Tras superar todos los trámites, el 23 de julio, menos de un mes después de que la Ley entrara en vigor, el personal de Osakidetza se desplazó hasta la vivienda familiar para administrarle la sustancia que pondría final a su vida.
«Todo ha sido muy rápido, sin ninguna complicación, y discurrió de forma especialmente correcta y natural. Es frío pero a la vez muy humano, un final muy digno. Para nada resultó violento. Fue en el dormitorio, con todos los seres queridos a su lado. No es fácil morir así, pero ella ya no estaba en esta vida y no quería estar», añade.
«Todos los médicos y enfermeras tuvieron una atención muy cercana, con mucha sensibilidad y humanidad. Fueron especialmente cuidadosos en el momento de la muerte, cuando tuvieron que explicarnos de forma muy precisa cómo iba a ser el final. Nos sentimos muy arropados», asegura este familiar.
El precedente de Maribel Tellaetxe
Una oportunidad que no tuvo Maribel Tellaetxe, fallecida en marzo de 2019, doce años después de que le diagnosticaran alzhéimer. La familia de esta mujer de Portugalete entregó en el Congreso de Madrid miles de firmas a favor de despenalizar la eutanasia y el suicidio médicamente asistido, y dos años después vio cómo sus esfuerzos cristalizaban en esta ley.
Cuando se aprobó la norma, esta familia lamentó que «todas estas conquistas que se hacen desde la ciudadanía siempre llegan tarde. Sin embargo, hay que dejar el pasado atrás y pensar que a partir de ahora todo individuo va a poder elegir cómo quiere vivir y cómo quiere morir, y eso es una gran conquista social».