Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Claves de la ruptura total con Marruecos por parte de Argelia

La ruptura formal por parte de Argel de las relaciones con Rabat, realmente inexistentes desde hace años, responde al acercamiento entre Marruecos e Israel a costa del pueblo saharaui. Pero tiene una lectura interna y remite al temor de Argelia a una explosión de la cuestión de la Kabilia.

Un argelino lee un periódico cuya portada aparece copada por la ruptura de relaciones entre Argelia y Marruecos. (Ryad KRAMDI/AFP)
Un argelino lee un periódico cuya portada aparece copada por la ruptura de relaciones entre Argelia y Marruecos. (Ryad KRAMDI/AFP)

Tras varios meses de crecientes tensiones bilaterales, y en medio de la crisis del congelado proceso de paz por autodeterminación del pueblo saharaui, Argelia ha anunciado la ruptura de relaciones con su vecino Marruecos.

Varios son los factores que explican un movimiento que, por lo demás, tiene un impacto más simbólico que real, toda vez que las relaciones bilaterales llevan decenios rotas «de facto».

La cuestión saharaui: Las relaciones ente Marruecos y Argelia están lastradas por el contencioso saharaui y la ocupación por parte de Marruecos de la antigua colonia española.

Argelia es el principal, cuando no hoy el único, apoyo del pueblo saharaui, y no solo al ofrecerle refugio en los campamentos de Tinduf.

Más allá de la convulsa historia en la que ambos países vecinos han librado guerras, el conflicto saharaui es la gran falla bilateral.

Y Argelia estaba obligada a dar un paso al frente después de que, a finales del pasado año, el Frente Polisario diera por reiniciada su guerra de liberación nacional tras la represión por parte de Rabat de protestas saharauis por el control de la frontera del Sahara ocupado con la vecina Mauritania.

El factor israelí: La reciente normalización de relaciones de Marruecos con Israel –en contrapartida por el reconocimiento por parte de EEUU de la «soberanía» marroquí sobre el Sahara– ha reavivado las tensiones con Argelia, ferviente defensor de la causa palestina. Estamos pues ante una respuesta en diferido a los llamados Acuerdos de Abraham (entre varios regímenes árabes e Israel).

Una respuesta, la de Argelia, que incluye su reposicionamiento en el marco del panarabismo frente, cómo no, a Israel, pero a su vez ante el Estado francés, ante el islam político rival y en apoyo a la idea de la Unión Panárabe, del Magreb y, por descontado, a los palestinos.

Argelia no ocultó su malestar por las declaraciones del ministro de Exteriores israelí, Yaïr Lapid, quien, en su reciente visita a Marruecos, mostró su inquietud por el «papel de Argel en la región, su acercamiento a Irán y su campaña contra la admisión de Israel como observador de la Unión Africana».

El ministro argelino de Exteriores, Ramtane Lamamra, denunció que, en el marco de la seguridad regional, el hecho de que las autoridades marroquíes introduzcan a una potencia militar extranjera (Israel) en la región del Magreb e inciten a sus representantes (Lapid) a mostrar una actitud agresiva con un país vecino constituye un acto grave e irresponsable».

Biden versus Trump: Argel habría decidido la ruptura formal de relaciones en un momento de debilidad diplomática de Marruecos tras la decisión del presidente estadounidense, Joe Biden, de desmarcarse de la política promarroquí de su predecesor, Donald Trump, sobre el Sahara.

La nueva Administración Biden no solo ha congelado la orden presidencial por la que EEUU reconocía la soberanía marroquí sobre la antigua colonia española sino que parece priorizar la recuperación del diálogo a través de la ONU, roto desde que, en 2018, Rabat vetara la independencia a cambio de una «amplia» autonomía.

Clave interna o la Kabilia: Pero la ruptura de relaciones de Argelia con Marruecos responde, sobre todo, a claves internas.

El Alto Consejo de Seguridad argelina acusa a Marruecos y a Israel de apoyar al independentista MAK (Movimiento para la Autodeterminación de la Kabilia) y a la organización islamista Rachad. Ambos movimientos tienen en común que sus direcciones están en el exilio.

El apoyo de Israel a luchas de liberación en países enemigos (por ejemplo, a los kurdos frente a los regímenes árabes e Irán) es un hecho en el marco de la tradicional política de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo».

Tampoco es descartable que, enardecido por Tel Aviv, Marruecos apoye a los kabileños en respuesta al sostén histórico de Argelia a los saharauis.

Ahora bien, de ahí a denunciar un complot, recurso tan manido en la región para negar, en este caso, un problema político, va un trecho.

Y la imputación por parte de Argel al MAK de los incendios que han dejado 90 muertos en el país y han asolado todo el Mediterráneo y, a la vez, del linchamiento de un joven árabe acusado de ser el causante del fuego en la Kabilia apunta a que estamos ante una reedición interesada de las teorías conspirativas.

Las mismas con las que intentó criminalizar al movimiento opositor Hirak.

Las mismas que, por otro lado, maneja Marruecos para tratar de deslegitimar la lucha del pueblo saharaui.