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Glasgow

La energía nuclear busca en la COP26 un nuevo impulso en plena crisis climática

«No éramos bienvenidos, pero eso ha cambiado», afirman. Impulsados por la crisis climática, los defensores de la energía nuclear, empezando por el jefe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), han llegado a la COP26 de Glasgow para promover sus méritos y relativizar sus riesgos.

Delegados en la COP26 pasan junto a un stand de la campaña ‘Net Zero Needs Nuclear’, que sostiene que la nuclear es una energía «limpia». (Oli SCARFF/AFP)
Delegados en la COP26 pasan junto a un stand de la campaña ‘Net Zero Needs Nuclear’, que sostiene que la nuclear es una energía «limpia». (Oli SCARFF/AFP)

«Esta COP es, quizás, la primera en la que la energía nuclear tiene un lugar en la mesa de negociación, se la tiene en consideración y puede hablar sin la carga ideológica que existía antes», comenta a AFP el argentino Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

En los años posteriores al accidente en la central nuclear de Fukushima (Japón), ocurrido en 2011, hubo una creciente reticencia, pero ahora «han cambiado las tornas», asegura.

En el contexto del cambio climático, gana importancia el argumento sobre sus bajas emisiones de CO2, vinculadas principalmente a la extracción del uranio y al hormigón necesario para construir las centrales.

«La energía nuclear es parte de la solución al calentamiento global. No es una panacea, puede que no sea para todos, pero ya proporciona más del 25% de la energía limpia», señala Grossi. «Sin ella, no lo conseguiremos», defiende.

«Mi primera COP fue en Madrid –a finales de 2019, recuerda–. Fui allí a pesar de la idea generalizada de que la energía nuclear no sería bienvenida. Ahora, no solo no es mal recibida, sino que despierta gran interés».

¿Reactores con 100 años de vida?

En Glasgow, se ha entrevistado con ministros y otros responsables políticos, intentando convencerles de que esta tecnología puede sustituir a los combustibles fósiles.

El átomo conlleva grandes riesgos: accidentes, complicado almacenamiento y tratamiento de residuos altamente radiactivos durante miles de años, costes elevados... todos ellos argumentos que movilizan en su contra a muchas ONG.

Pero Grossi afirma que esas críticas hacen agua: «Hay que ver los hechos. En Francia representa más del 70% (de la electricidad), en Estados Unidos el 20%, en Rusia lo mismo... La energía nuclear nunca se detiene, sirve de complemento con otras fuentes, incluidas las renovables».

En su opinión, «los accidentes son raros y, si se miran las estadísticas en términos de consecuencias, muy por debajo de lo que generan otras fuentes de energía».

Pero, ¿podrían desplegarse nuevos reactores con suficiente rapidez para reaccionar al cambio climático? «Hemos de empezar por preservar los existentes», responde de entrada el director de la OIEA.

Entonces, ¿hasta cuándo pueden prolongarse su vida? «Estamos viendo centrales previstas para 60 años con las normas más estrictas aplicadas por los reguladores nacionales y supervisadas por la OIEA. ¿Qué puede ser más eficaz que un equipo que le abastezca durante casi cien años?», replica.

«Cuando digo cien, es un poco una provocación, pero tal vez no, porque bien podría ser el caso», agrega poniendo el ejemplo de la central de Beznau, la más antigua de Suiza, que se puso en marcha en los años 1960.

En los pasillos de la COP26, los activistas de ‘Nuclear for Climate’ –algunos de ellos profesionales del sector– se hacen oír.

«¡Hablemos de energía nuclear!», se lee en la camiseta azul que viste Callum Thomas, observador británico en las negociaciones en nombre del Foro Industrial Atómico de Japón. «Muchos ven que los precios del gas se cuadruplican y se plantean la viabilidad de la energía nuclear», subraya.

¿Una energía para todos?

En la mayoría de escenarios elaborados por el Grupo Intergubernamental de Expertos de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC), para limitar el calentamiento a +1,5°C a finales de este siglo, la proporción de energía nuclear ha aumentado, aunque también advierten de que su despliegue «puede verse limitado por las preferencias de la sociedad».

Los países están divididos al respecto. Alemania se opone mientras que el Estado francés lo defiende, China tiene el mayor número de reactores del mundo y la UE se debate sobre si incluirlo en su clasificación de inversiones «sostenibles».

Muchas instituciones también han dejado de financiar proyectos nucleares, como el Banco Mundial, visitado recientemente por Grossi, en cuya opinión, pese a sus costes, todo el mundo puede aspirar a la energía nuclear. En esta cumbre, «países en desarrollo, especialmente, vinieron a pedirnos ayuda», afirma.

«Los países ven las unidades pequeñas como una alternativa interesante, que implica cientos de millones (de dólares) y no miles de millones», explica, proponiendo también «programas por etapas» para acompañar a los recién llegados.

Canadá y Estados Unidos ya desarrollan pequeños reactores modulares (SMR por sus siglas en inglés), aunque de momento solo Rusia ha abierto una central flotante utilizando esta tecnología.