Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

«Baghdad in my Shadow»

A causa de la pandemia nos hemos acostumbrado ya a los estrenos con retraso, y así ocurre también con ‘Baghdad in my Shadow’ (2019), que llega a nuestras salas dos años después de su presentación en el festival de Locarno y de haber participado en los premios anuales del cine suizo, en los que obtuvo el de Mejor Montaje para Walter Mair y Tom Linden. La distribuidora Surtsey Films hace posible su recuperación para acabar el año, con el título de ‘My Beautiful Baghdad’. No tiene mayor importancia, pero el título original conlleva una intencionalidad, porque uno de los protagonistas es poeta y se refiere a su condición de exiliado dentro de la comunidad iraquí de Londres como a ‘sombras humanas’ que arrastran consigo un doloroso pasado.

‘Baghdad in my Shadow’ (2019) forma parte de una trilogía iraquí que completan los documentales ‘Forget Baghdad: Jews and Arabs-The Iraqi Connection’ (2002) e ‘Iraqi Odyssey’ (2014). Su autor es Samir, cuyo nombre completo es Samir Jamal Al Din. Este productor y realizador suizo, nacido en Baghdad, es hijo de madre suiza y de padre iraquí. En 1961, cuando sólo contaba seis años de edad, la familia emigró a Suiza, país en el que se ha formado y ha establecido su actividad profesional. A pesar de la dificultad y el riesgo que entraña hacer películas sobre su lugar de origen, máxime al tratar como trata la cuestión de la occidentalización, Samir ha intentado ser fiel a si mismo y hablar de su doble identidad cultural.

Una dualidad que constituye el tema central de su nueva película, ya que Samir se plantea la narración como un thriller que critica los tabúes de la religión musulmana desde el punto de vista de las refugiadas y refugiados políticos. Son gentes que viven entre dos mundos, porque nadie les asegura su libertad en Londres, pues hasta allí se extiende la realidad que dejaron atrás. A la dictadura de Sadam Husein en Iraq le sobreviene la radicalización en Occidente de la segunda generación de migrantes árabes.

Samir ha querido ante todo ofrecer un retrato realista y coral del exilio iraquí, para lo que se ha propuesto, en su calidad de productor, evitar el eurocentrismo de las coproducciones que como la suya agrupan a inversores suizos, británicos y alemanes. Por eso las actrices y actores más conocidos quedan relegados a roles secundarios, interpretados por Kerry Fox, Andrew Buchan, Hazel O’Connor, Helen Bradbury, Ken Bones, Felix Scott o Daniel Abdeboyega. Son la población nativa que pone el telón de fondo a esta historia, protagonizada por la comunidad iraquí en el exilio.

El casting iraquí no fue nada fácil, dado el lógico temor a participar en un proyecto de estas características, pero al final se pudo completar todo el elenco, excepto en el caso del personaje homosexual, que sigue siendo el mayor tabú de todos. El trío estelar lo componen Zahraa Gandour, Haitham Abdel-Razzaq y Waseem Abbas. Interpretan respectivamente a Amal, Taufiq Jasim y Muhammad.

Amal es una joven arquitecta que tuvo que huir de su país con pasaporte falso, acusada de un grave delito de adulterio por no soportar a un marido abusivo y dominante. Taufiq es un poeta, perseguido por ateo y comunista, y que fue torturado por publicar escritos en contra del régimen. Muhammad es un chico homosexual que mantiene una relación de pareja con un inglés.

Los tres coinciden en el café Abu Nawas, situado en el centro de Londres, y donde se reúnen con otras personas exiliadas. Es como una sociedad paralela en la que pueden hablar libremente, un refugio que, sin embargo, cada vez resulta ser menos seguro. Muy cerca hay una mezquita regida por un iman que llama a la juventud a cometer acciones violentas, y dentro del grupo de adoctrinamiento musulmán se encuentra el sobrino de Taufiq, que ha empezado a frecuentar compañías peligrosas. Todo ello genera un clima de intranquilidad a partir de la división entre las costumbres musulmanas y las occidentales.