Alessandro Ruta

En Italia la película navideña no es navideña: «Entre pillos anda el juego»

Durante los últimos 25 años, en Italia esta Nochebuena Mediaset programa ‘Entre pillos anda el juego’. Se trata de una comedia negra con muy poco espíritu festivo, y además con una sutil crítica al capitalismo, pero el éxito en audiencias y redes sociales la ha convertido en un ultraclásico.

Un fotograma de «Entre pillos anda el juego», nada navideña pero convertida en ritual.
Un fotograma de «Entre pillos anda el juego», nada navideña pero convertida en ritual.

«No es Navidad sin ‘Entre pillos anda el juego’». Este es el anuncio en las redes de Mediaset en Italia de las vísperas navideñas. Y es que esta Nochebuena y todas las anteriores las familias se reúnen entre el árbol y el belén para ver esta película estadounidense. Una comedia negra que se programa por vigesimoquinta vez este año y se ha convertido en la cita navideña televisiva por excelencia pese a no ser a priori para nada una historia apta para ello.

En Italia la conocemos ya casi de memoria. Dos hermanos mayores de Filadelfia, Randolph y Mortimer Duke, son los propietarios de un grupo que especula con bienes primarios. Probablemente aburridos de sus vidas, hacen una apuesta entre ellos: convertir a Louis Winthorpe, su mas brillante dirigente, en un sin techo, y al mismo tiempo transformar a un vagabundo cualquiera en el líder financiero de la empresa. Todo según la idea de Karl Marx de que «el ambiente crea la personalidad».

Un trueque de puestos de trabajo, en pocas palabras; el nombre original de la película, de hecho, es ‘Trading places’.

A través de cómplices, los Duke logran su objetivo. Winthorpe (Dan Aykroyd) en pocos días pasa de los despachos a afincarse en el modesto piso de la prostituta Ophelia (Jamie Lee Curtis), mientras que su cargo es ocupado con éxito por Billie Ray Valentine (Eddie Murphy), un ladrón que se finge ciego y al que los Duke encuentran por casualidad.

Cuando los dos hermanos quieren salir de la apuesta es cuando empezarán los problemas.

Una explicación

«Esta peli funciona porque en Navidad todos queremos escuchar siempre la misma historia: los niños, la de Santa Claus, y los adultos, otras». Son palabras de Laura Casarotto, directora de la red Italia Uno, de la galaxia Mediaset. Y es que las audiencias de este film, como queda dicho, se han disparado para la cadena año a año: alcanzan un 12-13% cuando el promedio de Italia Uno durante todo el año es del 6%.  

Fue una simple intuición programar esta comedia en Navidades allá por 1989: al principio se encajó el día 25 y después pasó al 24. Hubo un bienio de pausa o de programación en otros periodos, pero ya desde 2012 la cita quedó fijada en Nochebuena, a las 21.15 más o menos, y con ello esta emisión de hoy es la décima consecutiva (y la número 25 en total).

No importa que “Entre pillos anda el juego” no sea una película ni de atmósfera navideña ni estrenada en esta época, sino en junio (del año 1983). Tampoco se trata una historia de dibujos animados ni de una fábula, aunque tenga un final de ese estilo, con una tremenda venganza. El resultado de esa venganza, por cierto, lo veremos más tarde en “El principe de Zamunda”: no flipéis, es así.  

Entrando más en los detalles del film dirigido por John Landis, el mismo de “Animal House” o de “Los Blues Brothers”, se nota además que se trata de una crítica sutil a la riqueza y al capitalismo especulador; un sistema racista y sin escrúpulos, que trata a los seres humanos realmente como objetos, donde la vida de cada uno puede valer apenas un dólar, y es que ésta es la suma que hay en juego en la apuesta entre los dos hermanos. «¿Y tú crees que voy a dejar que lidere la empresa de mis padres un sucio negro?», se enfada Mortimer con Randolph cuando le propone de dejar a Valentine en el máximo cargo de la Duke and Duke.

Estas frases y conceptos chocan algo con la idea navideña del hiperconsumismo, pero a los espectadores les da igual: en el día de hoy se organizan hasta visiones comunitarias de “Entre pillos anda el juego” a través de redes sociales, con comentarios en tiempo real, con miles y miles de participantes. Y así sigue, sin parar, este auténtico ritual de culto que celebra la Navidad sin ser navideño.