Se trata de una efeméride sobre la que existen pocas certezas más allá de que se produjo en la actual República Dominicana, en una explotación azucarera del virrey Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón, y que dio pie a las primeras leyes sobre esclavos en el continente.
Recientemente se ha corregido la fecha del suceso, que durante siglos se dató en 1522, y se ha situado el 26 de diciembre de 1521. Pero también han surgido divergencias entre los especialistas acerca del lugar en el que se produjo, explica a Efe el catedrático experto en antropología Carlos Andújar, durante una ruta por varios ingenios.
Algunos plantean que fue en Boca de Nigua, a 25 kilómetros al suroeste de Santo Domingo, otros que el levantamiento fue en los primeros establecimientos instalados por la familia Colón en la zona cercana al río Isabela, más próxima a la ciudad de Santo Domingo.
Los rebeldes de la etnia gelofe, «buscaban reproducirse como movimiento» y se desplazaron «a conquistar (liberar) otros ingenios y asaltar las casas de los amos».
Primeros africanos en América
Los primeros negros fueron trasladados en 1501 a la Española, hoy territorio compartido por la República Dominicana y Haití, cuando el gobernador Nicolás de Ovando solicitó permiso para que su séquito trajera consigo a sus esclavos domésticos.
Ya en 1520 llegaron más de 2.000 esclavos que se repartieron para trabajar las tierras, entre 150 y 400 hombres por explotación, según los historiadores.
«Era la primera experiencia con esclavos fuera de Europa» y se decidió traer negros ladinos, que estaban cristianizados, conocían el castellano y se les creía más dóciles que los negros bozales, los que llegaban directamente a América tras su captura en África.
Se instalaron con «la excusa de que había problemas con la producción del oro y que, si se sustituía por la caña de azúcar, había que sustituir también la mano de obra», hasta el momento fundamentalmente indígena, por esclavos africanos «que ya conocían la producción».
Además, Isabel la Católica promulgó en 1500 una real provisión prohibiendo esclavizar a los nativos, al considerarlos súbditos de la Corona, lo que hacía necesaria una alternativa para cultivar la caña de azúcar.
Los esclavos se rebelaron pronto, al año de llegar a Santo Domingo, y «no solo por los castigos físicos, también por la negación del espacio cultural, los trabajos forzados o la falta de alimentación».
Aún así, se daba a los esclavos «ciertos espacios de libertad: la música, la religión», pero tras los sucesos del 26 de diciembre se les prohibió reunirse en grupo, única manera en la que pudo surgir el germen de la rebelión.
Leyes y castigos
Tan solo doce días después del levantamiento, el 6 de enero de 1522, se promulgó una ley de esclavos para evitar futuras rebeliones, al tiempo que se rastreaban las lomas a las que huyeron.
Cuando eran capturados, se les sometía a castigos ejemplarizantes, como la amputación de pies o manos, se les colocaban «bozales para que no se comunicaran entre ellos, algunos terminaban ahorcados».
La dependencia de la mano de obra africana en ese momento era grande, la población era tres a uno y la demanda de azúcar iba creciendo.
Por ello, hubo algunos acuerdos para crear «avenencias con los esclavos», uno de ellos consistente en que si el huido retornaba en un plazo de diez días no se le daba castigo.
Las rebeliones posteriores
Esta primera rebelión creó «una conciencia libertaria en los grupos africanos» y fue precursora de insurrecciones entre 1530 y 1540, «el periodo de mayor demanda de azúcar y en la que mayor fuerza adquiere la industria azucarera colonial».
Tras los hechos de 1521, los españoles empezaron a llevar a los ingenios a negros bozales, en lugar de ladinos, esperando que fueran más sumisos, pero «fracasaron, porque el movimiento siguió».
«Los negros no se adaptaron a la colonización acá, si bien fueron sometidos por el poder militar español, presentaron permanente rebeldías», señala Andújar.
La mayor rebelión de esclavos de la historia colonial de Santo Domingo se produjo en 1796 en Boca de Nigua, en un ingenio cuyos restos siguen en pie, y la abolición oficial se produjo en 1822.