No ha acabado Osasuna la primera vuelta liguera como cabría esperar de un equipo que ilusionó a su parroquia en el inicio de temporada, especialmente por su sobresaliente bagaje foráneo. De nuevo, los de Jagoba Arrasate han vuelto a ser ese conjunto irregular que, prácticamente con los mismos jugadores, ofrece dos versiones diametralmente opuestas.
En apenas dos meses, el cuadro navarro ha afeado ese gran comienzo competitivo con una nefasta racha de diez jornadas –la mitad de esta primera vuelta– consecutivas sin conocer la victoria y firmando tan solo un triunfo en El Sadar, frente al Rayo Vallecano, por la mínima y en el descuento.
Con semejante comportamiento ciclotímico, no es de extrañar que el actual momento deportivo de los rojillos preocupe y mucho a su parroquia. Osasuna lleva demasiado tiempo viviendo de las rentas, pero ese margen poco a poco se está consumiendo y ya ha quedado reducido a seis puntos respecto del descenso, con un partido trascendental frente al Cádiz a la vuelta de la esquina.
Buscarle explicaciones a ese brusco cambio a peor no parece una tarea sencilla, ni siquiera para el propio cuerpo técnico, que ha reconocido que su tarea ahora mismo es volver a conseguir un dibujo táctico en el que los futbolistas se sientan cómodos. Algo que resulta paradójico teniendo en cuenta que si por algo había destacado este equipo desde la llegada del tándem Arrasate-Alkiza es por su capacidad camaleónica para adaptarse a diversas disposiciones estratégicas.
Pérdida de consistencia defensiva
Independientemente de lecturas más sesudas sobre la actual coyuntura, lo que parece bastante claro es que Osasuna ha perdido consistencia defensiva. Un dato que refuerza dicha tesis es que desde principios de octubre, solo ha mantenido su portería a cero en dos encuentros ligueros, el meritorio punto arrancado en el Bernabéu y un empate sin goles en casa del colista Levante.
Casualidad o no, este menor rendimiento en el apartado de la contenición casi ha coincidido en el tiempo con la ausencia de Aridane en el eje de la zaga. El majorero, que formó junto a David García una de las mejores duplas de centrales de la pasada campaña, lleva lesionado desde finales de septiembre –solo ha jugado la primera ronda copera desde entonces– y sin visos de pronta recuperación, con una nueva recaída de sus dolencias en el sóleo de manera reciente.
Si a ello le sumamos que el equipo ha anotado solo cinco dianas en las diez jornadas que lleva sin conocer la victoria, pues queda bastante claro que el bloque rojillo ha perdido mucho fuelle en ambas áreas, un doble déficit que está provocando la lenta pero constante caída clasificatoria.
Unos números que no se corresponden con el esfuerzo económico realizado por el club este pasado verano para disponer de una nómina de delanteros que, a priori, parecían garantizar una intensa competencia en ataque y la presencia del gol. Que Budimir –el mayor desembolso en la historia de la entidad rojilla– hubiese anotado once dianas la temporada anterior y que se firmase la incorporación de un Kike García tras marcar una docena de goles como armero, junto a la continuidad de Chimy Ávila, presagiaban una mayor productividad ofensiva.
Sin embargo, los contratiempos físicos del croata no le han permitido todavía encontrar el adecuado punto de forma, las dos graves lesiones del argentino han obligado a que su regreso a los terrenos de juego se vaya materializando de forma paulatina –sumado a sus problemas extradeportivos–, mientras que el conquense no está teniendo la misma puntería que el ejercicio pasado, aunque sí aporta una enorme carga de trabajo en la primera línea de presión.
Ya ha vivido situaciones parecidas
Que un defensa –David García– comparta las mismas cifras anotadoras de dos de los delanteros específicos de la plantilla dice mucho de la escasa capacidad realizadora que ha mostrado el cuadro navarro en esta segunda parte de la primera vuelta.
La ventaja con la que cuenta Osasuna para salir del actual atolladero es que ya ha pasado con antelación por situaciones similares. Sin ir más lejos, el curso pasado vivió la misma situación, aunque a la inversa, yendo de menos a más, después de un inicio competitivo que le hizo caer a posiciones de descenso.
Ahora, sin estar en idénticas circunstancias, también va a ser obligado un viraje drástico del timón o, de lo contrario, peligrará de manera muy seria la continuidad del equipo en la máxima categoría, una condición sine qua non para que el club pueda afrontar las cargas económicas que ha asumido en los últimos tiempos.