Maddi Txintxurreta
Aktualitateko erredaktorea / Redactora de actualidad
Entrevue
Marta Olazabal
Investigadora del BC3

«Hay que integrar criterios climáticos para prepararnos ante los riesgos que ya nos afectan»

A la investigadora del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3) Marta Olazabal (Bilbo, 1981) le ha sido concedida una de las becas ‘Starting Grant’ del Consejo Europeo de Investigación (ERC) para desarrollar su proyecto ‘IMAGINE Climate Change Adaptation in Urban Areas’.

Marta Olazabal, investigadora del BC3.
Marta Olazabal, investigadora del BC3. (Aritz Loiola | Foku)

Durante los próximos cinco años y con una financiación de 1,5 millones de euros, Marta Olazabal se propone adentrarse en una ciencia poco transitada: la adaptación de las ciudades al cambio climático.

Teniendo en cuenta que la inversión en I+D en la CAV se sitúa por debajo de la media europea, ¿qué significa para usted disponer de 1,5 millones de euros para desarrollar su proyecto?

Por fin estabilidad. Tener la posibilidad de estar cinco años seguidos sin tener que preocuparte de cómo te vas a financiar al año siguiente es un sueño hecho realidad para cualquier científico. Nuestro hándicap es que somos autónomos por cuenta ajena, porque estamos contratados por centros de investigación o la universidad, pero estamos año tras año buscando financiación. Nos enfrentamos entre intentar producir ciencia y buscar financiación, además de un montón de actividades de divulgación, de comunicación o enseñanza.

¿Cuál es el principal objetivo de ‘IMAGINE Climate Change Adaptation in Urban Areas’?

El principal objetivo del proyecto es saber cómo entendemos la adaptación al cambio climático para poder llegar a unas evaluaciones más correctas. Actualmente existe el IPCC, el panel de expertos intergubernamental del cambio climático de las Naciones Unidas, que tiene una definición de la adaptación. Pero esta definición no es suficiente para poder desarrollar indicadores y métricas adecuados para ver cuáles son los impactos de las medidas para la adaptación que se están llevando a cabo por gobiernos o comunidades. La idea de este proyecto es, por una parte, cambiar el paradigma de cómo entendemos la adaptación al cambio climático y, por otra, poner el foco en las ciudades para ver cuáles son las formas en las que la adaptación se está llevando a cabo y ver si realmente esas formas van a tener éxito en preparar a la población y a las infraestructuras para el cambio climático o van a provocar otros efectos negativos que no se hayan previsto inicialmente.

«La razón de la posible inefectividad de los planes de adaptación en el futuro es que falta motivación para priorizar la adaptación al cambio climático»

Este campo tiene un recorrido relativamente corto.

Sí, es un tema que casi se ha tratado primero en política internacional. En el Acuerdo de París ya se decía que se tenía que empezar a pensar en cómo pretendíamos evaluar la adaptación. Una de las razones más importantes, a parte de que necesitamos saber si estamos preparados o no para los cambios del clima, es saber cómo distribuir la financiación de la adaptación. Si no sabemos qué tipo de intervenciones se están haciendo bien, difícilmente podremos distribuir el dinero de forma justa. En el Acuerdo de París, en la COP21, se dijo que esto era importante. Desde entonces, todo el esfuerzo y la dedicación científica ha incrementado, pero no mucho. Todavía no se sabe cómo hacerlo.

En febrero de 2021, la revista ‘Landscape and Urban Planning’ publicó un estudio que realizó junto a María Ruiz de Gopegi donde alertaban de que es poco probable que la planificación de la adaptación al cambio climática de las grandes urbes sea eficaz. ¿Tiene que ver esto con la falta de voluntad?

Nosotras hicimos un estudio de 59 planes de adaptación a nivel mundial e intentamos evaluar los contenidos de esos planes. Vimos que había un montón de problemas significativos en las políticas. Muchísimas políticas que fueron adoptadas no tenían ninguna financiación asociada, había algunas incluso que no tenían calculado el presupuesto de las intervenciones en adaptación. Otro de los aspectos más importantes era la falta de conocimiento científico detrás de la toma de decisiones respecto a qué medidas de adaptación había que desarrollar.

Sí que vimos que había procesos de participación que no estaban mal, pero constatamos que los grupos que participaban eran siempre los mismos. Faltaban representantes de grupos vulnerables, faltaba la voz de los grupos marginados.

La razón de esta posible inefectividad en el futuro es que falta motivación para priorizar la adaptación al cambio climático. Hay una falta de liderazgo y de motivación.

¿Ha constatado diferencias entre las ciudades de los países del Norte y Sur Global respecto a la implementación y eficacia de este tipo de planes?

Nosotras ya habíamos identificado en un trabajo anterior cuáles eran las lagunas de los procesos de adaptación. La representatividad de ciudades del Sur Global en esta base de datos de 59 ciudades es muy baja, porque no tienen planes de adaptación. No se están dedicando esfuerzos a la adaptación. En ese trabajo estudiamos 136 ciudades costeras de más de un millón de habitantes. Lo que vimos es que la adaptación se concentra en los países más ricos. Una de las razones es la falta de recursos. A pesar de ello, a nivel de país, la adaptación sí que es prioritaria en los países del Sur Global. En estos países no dedican tantos esfuerzos a la mitigación como a la adaptación, como es obvio, porque no emiten tanto CO2, lo que más les importa es prepararse para el cambio climático. Pero el liderazgo de las ciudades del Sur Global es bastante escaso.

«Los modelos de gobernanza que tenemos tienden a crear silos; así es muy difícil hacer políticas transversales»

Las ciudades del Pacto de las Alcaldías para el Clima y la Energía se comprometieron en 2015 a reducir los Gases de Efecto Invernadero en un 40% para 2030. Sin embargo, seis años más tarde, la COP26 acordó reducir el metano en un 30%. ¿Cómo interpreta este tipo de rebajas en la ambición de la lucha contra el cambio climático?

Yo creo que se marcaron inicialmente objetivos demasiado ambiciosos. No demasiado ambiciosos para lo que necesitábamos, sino para el nivel de esfuerzo que se quería poner. Para cumplir esos objetivos, tendría que haber estrategias más radicales y no ha habido ese tipo de apuesta en las ciudades. Yo no he visto en las ciudades que conozco la motivación o el liderazgo de hacer una transición ecológica más fuerte. Supongo que ahora se intenta marcar una línea más realista. Aun así, que sea suficiente o no es otro tema que se tendría que evaluar.

¿Hay alguna ciudad a nivel global que sirva de referencia por sus políticas en materia climática?

Hay muchas ciudades que siempre se mencionan, no como modelo de lo bien que están implementando sus medidas, pero sí por cómo están progresando, aunque evaluar el impacto de todas estas políticas climáticas nos va a llevar más tiempo de lo esperado. Esas ciudades pueden ser Nueva York, Copenhague, Durban, Rotterdam… a nivel estatal están Barcelona, Gasteiz, Donostia también tiene muy buenas políticas, Pontevedra en materia de movilidad y peatonalización es un ejemplo claro. Cada una de estas ciudades es buena en algunas cosas y esto es bueno para saber qué puede funcionar, pero a excepción de Gasteiz, Donostia y Pontevedra, todas las demás son mega-ciudades y transferir lo que han hecho estas ciudades a pueblos o a ciudades medias es difícil.

¿La adaptación al cambio climático requiere de un cambio en el modelo de gobernanza?

Sí, está claro. No hay sector público actualmente que no necesite integrar criterios climáticos para mejorar nuestra preparación para los riesgos que nos están afectando ya. Los modelos de gobernanza que tenemos tienden a crear silos, no se comunican los departamentos y no se transfiere el conocimiento; así es muy difícil hacer políticas transversales. Y la mitigación y la adaptación al cambio climático necesita políticas transversales.

¿Tienen las administraciones locales las competencias suficientes para implantar estos planes?

Depende. En costas no tienen todas las competencias, pero tienen directrices. A nivel regional, el Gobierno Vasco, las Diputaciones, están haciendo mucho trabajo para proporcionar marcos legislativos y regulatorios que proporcionen una guía a las ciudades. Ahora está el plan litoral del País Vasco [Plan Territorial Sectorial de Protección y Ordenación del Litoral], donde se está integrando la adaptación al cambio climático, de forma que se van a dar recomendaciones a los distintos municipios sobre qué hacer en las zonas donde tengan competencia para prepararse mejor, sobre todo en términos urbanísticos.

«Tenemos que prepararnos no solamente para cambios puramente climáticos, sino también para cambios sociales y económicos derivados»

Y si no se aplican adecuadamente los planes de adaptación, ¿cuáles podrían ser las consecuencias del cambio climático en las ciudades de Euskal Herria?

Podría ser, por ejemplo, que construyésemos en zonas de riesgo de inundaciones. Creo que la parte de inundaciones y riesgos costeros es algo principal, somos muy vulnerables. Si bien en la escasez de agua no somos tan vulnerables, cuando hablamos de temperaturas extremas u olas de calor… hay varios municipios en el País Vasco que tienen planes de adaptación y el Gobierno Vasco, a través de proyectos de investigación está trabajando en las olas de calor con el departamento de Salud de una manera bastante transversal. Está también la Estrategia del Clima 2050. Pero si no existiesen este tipo de políticas, la afección de olas de calor y de frío, sobre todo la afección costera con la subida del mar y las inundaciones sería un gran problema para el País Vasco. De manera directa.

Nos olvidamos cómo indirectamente nos va a afectar el cambio climático. Si los impactos climáticos están afectando en sequías en el sur de España, va a afectar a nuestro abastecimiento en ciertos tipos de alimentos, por ejemplo. Si miramos más allá, uno de los temas que a mí me preocupa mucho es la migración climática. Cada vez va a aumentar más. Tenemos que prepararnos no solamente para cambios puramente climáticos, sino también para cambios sociales y económicos derivados. Y además tenemos que seguir reduciendo las emisiones de CO2. Todo esto tiene que ir de la mano, por eso se habla de transiciones ecológicas, que pueden englobar todos estos temas que han de ser tratados de manera integrada para que sean más efectivos.

¿En los próximos cinco años, cómo va a desarrollar su trabajo?

Voy a contratar a un equipo de gente especialista en adaptación al cambio climático en zonas urbanas y también en temas de monitorización y evaluación de la adaptación. La idea es desarrollar primero un trabajo conceptual para intentar entender cuál es el punto de partida y saber si nuestra definición de adaptación al cambio climático es suficiente para poder evaluarlo. Después vamos a hacer un trabajo de campo en doce ciudades de todo el mundo para observar y evaluar el desarrollo de diferentes intervenciones en adaptación en todas estas ciudades durante tres años. Buscaremos poder compararlos y poder desarrollar marcos de evaluación que sean efectivos y puedan hacer que la adaptación al cambio climático sea sostenible.