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La desigualdad social, otra barrera para la vacunación contra el covid en Marsella

En los barrios desfavorecidos de Marsella, donde faltan transporte público, empleos y médicos, la vacunación contra el covid está muy por debajo de la media en el Estado francés. Pero con paciencia, una asociación intentar convencer a los habitantes recelosos.

Un hombre se vacuna contra el coronavirus en un centro social del popular barrio de Septeme-Les-Vallons, cerca de Marsella.
Un hombre se vacuna contra el coronavirus en un centro social del popular barrio de Septeme-Les-Vallons, cerca de Marsella. (Clement MAHOUDEAU/AFP)

La desigualdad social es otra barrera para la vacunación contra el covid en Marsella, aunque una asociación se esfuerza por convencer a los habitantes de los barrios desfavorecidos para que se la pongan.

En un edificio de viviendas sociales en el noroeste de la ciudad, cerca de la autovía, Yasmine Cherfi, mediadora de la asociación Sept, que lucha por un acceso justo a los cuidados, llama a la puerta del apartamento de Rachida.

Esta discreta madre de familia de 56 años, que prefiere no decir su apellido, no está vacunada, aunque es consciente del peligro que representa el coronavirus. La enfermedad mató a su padre en Argelia.

El miedo a contagiarse la llevó a confinarse en casa. En las pocas salidas fuera de su impecable apartamento, en cuya entrada hay un gel hidroalcohólico, aplica las normas de distancia social a conciencia.

Las conversaciones con Yasmine lograron que esta mujer, que padece una enfermedad crónica, cambie de opinión. Con su hija de 12 años, tomó cita para recibir la primera dosis de la vacuna anticovid.

«Yasmine encontró las palabras y, sobre todo, se tomó el tiempo necesario para explicármelo. Mi médico siempre tiene prisa y me dice que tiene ‘efectos secundarios, como todo’», explica en un francés básico.

«Tuve miedo y no sabía qué vacuna escoger», explica con su voz dulce. Abrumada por la gran cantidad de información, en ocasiones contradictoria, esta madre de familia no entendía los tecnicismos de los médicos y prefería «no tomar decisiones antes que tomar la mala».

Trabajo de «hormiguita»

En los barrios empobrecidos y aislados de Marsella, muchos habitantes, como Rachida, no han recibido ninguna dosis de la vacuna.

En la segunda ciudad del Estado francés, alrededor del 60% de sus 860.000 habitantes cuentan con las dos dosis. Pero en los barrios más populares, menos de la mitad ha recibido las dos primeras inyecciones, es decir 30 puntos menos que la media estatal, según datos oficiales de finales de diciembre.

La asociación Sept, que cuenta con médicos de cabecera, enfermeros y mediadores, lucha contra esta situación puerta a puerta, con el apoyo de la agencia regional de salud.

Muchos responden a Yasmine que no cambiarán de opinión. La mujer intenta, de todas formas, conversar con ellos y les deja gel desinfectante, mascarillas y autotest, los datos de la asociación y del centro de vacunación más próximo.

Cuando no pueden desplazarse, les propone una vacunación a domicilio. Desde marzo de 2021, ha vacunado a más de 4.000 habitantes y ha orientado a otros 3.000 hacia puntos de inmunización.

«Es un trabajo de hormiguita. Sobre todo no hay que juzgarlos, sino explicar, repetir y escuchar», resume la mediadora, que días más tarde continuará su trabajo en Septèmes-les-Vallons, una localidad próxima a Marsella en cuyos barrios populares faltan médicos.

Ante la entrada del centro social, Riad Boukhiane, de 37 años, duda, mira a sus ‘compañeros’ desfilar por la sala de espera, antes de decidirse a dar el paso, minutos antes del cierre.

«Lo he hablado durante más de tres semanas con Yasmine», explica. «Yo no era antivacunas, pero necesitaba las palabras adecuadas para tranquilizarme y confiar», agrega.

La salud, la última preocupación

«No es gente que se manifiesta contra el pasaporte sanitario o la vacuna. Lo que necesitan es buena información», asegura Yazid Attalah, presidente de Sept, que subraya la falta de doctores.

«Para estas personas, la salud es la tercera o cuarta de sus preocupaciones. Su día a día es buscar cómo pagar el alquiler, encontrar un trabajo, para algunos tener qué comer, cuidar de los niños...», agrega el médico.

En estos barrios abandonados desde hace años, «la pobreza se concentra siempre en los mismos sitios», constató el presidente francés, Emmanuel Macron, durante una visita en setiembre, lamentando «una red local de asistencia sanitaria que falla».

«Esta oferta de proximidad es esencial», abunda Olivier Gauché, enfermero y responsable del centro de vacunación de Aygalades, un barrio del norte de Marsella, ante una sala de espera llena.

«A cuatro kilómetros de aquí, hay un gran centro de vacunación, pero para las personas mayores, sin vehículo ni medio de transporte, es demasiado lejos», cita como ejemplo.

Fue en Aygalades donde Paul Liotardo, de 90 años, decidió en octubre vacunarse, después de haberlo pospuesto mucho, temiendo que su medicación para el corazón interfiriera con el inyectable.

«Cuando me enteré de que este centro al lado de mi casa estaba abierto sin cita previa, me apresuré para llevarlo antes de que cambiara de idea», explica su hija, acompañándolo ya para su dosis de refuerzo.