Iñaki  Iriondo
Cronista político

«Los responsables que supuestamente entienden»

El lehendakari y la consejera de Salud, el 28 de diciembre tras la última reunión del LABI.
El lehendakari y la consejera de Salud, el 28 de diciembre tras la última reunión del LABI. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

Este no es un comentario tanto sobre la continuidad de las medidas restrictivas de la vida social avanzadas este jueves por el lehendakari, Iñigo Urkullu, como sobre el momento y la forma de tomar las decisiones o, al menos, de anunciarlas. Lehendakaritza (el LABI solo dice amén a sus decisiones) parece haberle cogido el gusto a hacerlo todo a última hora.

El decreto del 28 de diciembre fijaba límites horarios y de aforo hasta el 28 de enero, y no solo para la hostelería, sino también para la cultura y otros, por lo que los profesionales de esos sectores habían empezado a hacer planes con ese plazo que, de nuevo, van a tener que cambiar sobre la campana, con los perjuicios que ello conllevará. ¿Había que jugar al escondite hasta el último momento? Esta manía de apurar hasta el final, ¿figura en algún código de buena gobernanza o es solo un rasgo de megalomanía?

Iñigo Urkullu justifica la prórroga en que «la Comisión científico técnica, las autoridades sanitarias nos recomiendan mantener las medidas en vigor. Nos recomiendan mantener la prudencia y el rigor». Hace bien el lehendakari en seguir las prescripciones científicas (aunque sea una comisión gubernamental), pero debería hacerlo siempre, por ejemplo, también a la hora de ampliar la exigencia del pasaporte covid.

La Ponencia de Alertas del Consejo Interterritorial avisó en un informe del 23 de noviembre de que la implantación del pasaporte podía incentivar la vacunación, pero que «no hay evidencia» de que sirva para reducir la transmisión del virus, porque ya había antecedentes en otros estados de que no estaba siendo útil. Es más, los integrantes científicos de la Ponencia de Alertas recordaban que los vacunados también contagian y pronosticaban que el pasaporte, por dar una sensación de falta seguridad, podían acabar aumentando las infecciones. Pese a ello, se tomó la decisión de imponerlo. Y ahora que se ha demostrado que los miembros de la Ponencia tenían razón y el pasaporte, si no pernicioso, cuando menos es inoperante, Lehendakaritza, contumaz, persiste.

Quizá sea porque el lehendakari piensa que su Comisión es la buena y la Ponencia aquella está compuesta por «responsables que supuestamente entienden», como definió el miércoles a los miembros del Comisión de Salud Pública estatal por los cambios en los plazos de vacunaciones y su «un ejercicio permanente de prueba-error». Responsables que supuestamente entienden. Así, como definición. ¿A qué suena eso?