Tras su paso por diversos certámenes internacionales como los de Berlín y Donostia, recala en nuestras pantallas esta coproducción argentino-franco-suiza con la que ha debutado en la realización el suizo Andreas Fontana. Ambientada a finales de los 70 y comienzos de los 80, su engranaje dramático se escenifica en una Argentina azotada por la represión y las desapariciones consentidas por la dictadura militar del general Jorge Rafael Videla.

En ese contexto de incertidumbre, saqueos y terror constante se desarrolla la trama de una historia basada en episodios reales relacionados con un banquero privado de Ginebra que se trasladó a Buenos Aires para sustituir a un socio que entró en la lista de desaparecidos. Dicho arranque nos coloca ante un filme que si bien vuelve a profundizar en la tragedia de la dictadura, lo hace desde un punto de vista novedoso ya que la irrupción del banquero Yvan De Wiel –encarnado por Fabrizio Rongione– aporta la perspectiva de la maquinaria de corrupción que acogió el regimen de Videla y el papel de la oligarquía que se plegó ante los designios de semejante terror.

Dividida en cinco capítulos, la película nos traslada a un mundo opresivo, cargado de angustia y cerrado en el que se palpa el miedo y el asco que provocan los actos de una clase alta sumida en lujos y escudada en secretos y complicidades.

En clave de thriller, asistimos a la investigación que lleva a cabo el banquero suizo que, ejerciendo de detective accidental, pretende descubrir los motivos que supuestamente provocaron una huida precipitada de su socio. En su intento por dar con el rastro preciso, el protagonista choca de bruces con una realidad insospechada para él. El reparto se completa con las presencias de Alexandre Trocki, Stéphanie Cléau y Elli Medeiros.