Víctor Esquirol
Crítico de cine

La matanza que no mancha

L​as sagas fílmicas y, en especial, las de terror, tienden a apoyarse en una máxima de la condición humana: somos los únicos animales que tropezamos dos veces con la misma piedra.

La silueta de Leatherface, indistinguible de la de Jason Voorhes (por ejemplo), en la nueva «Matanza de Texas».
La silueta de Leatherface, indistinguible de la de Jason Voorhes (por ejemplo), en la nueva «Matanza de Texas». (NAIZ)

En el caso que hoy nos ocupa, esta será ya la octava, sin contar las ocasiones en que otras cinematografías, aparte de la estadounidense, han dado réplica al fenómeno. Para entender de dónde salió todo esto, evidentemente tenemos que recuperar el epicentro; una primera sacudida cuyos efectos, visto lo visto, aún se notan. Y a decir verdad, no sorprende lo más mínimo, pues hablamos de uno de los slasher más influyentes de la historia del séptimo arte.

Estrenada en 1974, ‘La matanza de Texas’ no tardó en convertirse en un fenómeno de culto que encumbraría a su autor, Tobe Hooper, quien con el tiempo se acabaría convirtiendo en uno de los más célebres ‘directores malditos’ de la irrepetible hornada del Nuevo Hollywood.

Pero antes de ser engullido por algunos de los miembros de dicha generación, este cineasta nacido en Austin nos enroló en uno de los viajes más infernales jamás proyectados en una pantalla. Al fin y al cabo, cuando se cumple casi medio siglo de su presentación oficial, echar la mirada atrás para volver a dicho film sigue siendo una garantía absoluta de éxito.

Dicho de otra manera, ‘La matanza de Texas’ primigenia (disponible en Filmin y en Amazon Prime Video, por cierto) conserva todas sus –putrefactas– propiedades, luciendo a día de hoy como una de las películas más repulsivas con las que nos podamos cruzar. Por supuesto, llegados a este punto, la pregunta que nos tenemos que plantear es si el cine de ahora tiene el estómago lo suficientemente curtido como para enfrentarse a una experiencia tan desagradable como la propuesta por Hooper. La respuesta, por si había dudas, la encontramos en Netflix, y es un rotundo ‘No’.

‘La matanza de Texas’ del año 2022 está dirigida por David Blue Garcia, quien cuenta en el apoyo de uno de los grandes talentos del cine de género moderno: Fede Álvarez. Este cineasta uruguayo, detrás del magistral remake de ‘Posesión infernal’ (estrenado en 2013, a partir del clásico de 1981, a manos de Sam Raimi), pone su nombre en los títulos de crédito a través de la concepción de una historia que, como ya se ha dicho, celebra nuestro a veces nulo instinto de supervivencia.

Al rebufo

Ahora, el grupo de jóvenes-carnaza es una panda de hipsters de gran ciudad. Un atajo de sabelotodos que se propone revitalizar un pueblo semi-fantasma ubicado, cómo no, en lo más profundo de Texas. Lo que no saben estos repelentes agentes de la gentrificación es que es que por esas calles y construcciones desoladas mora la destructiva presencia de ‘Leatherface’. Un ‘Caradecuero’ evidentemente envejecido, pero para el que no pasan los años a la hora de la verdad; es decir, cuando toca enfundarse el mono de trabajo y agarrar con fuerza esa icónica sierra mecánica.

Este es el propósito de ‘La matanza de Texas’ de 2022, una secuela que, a la hora de recuperar a la sufrida heroína de la original, va a rebufo de las recuperaciones del mito de Michael Myers a cargo de David Gordon Green, en ‘La noche de Halloween’ (2018) y ‘Halloween Kills’ (2021). Así pues, el interés en esta nueva apuesta de Netflix podría estar puesto en el personaje de Sally, en cómo aquella superviviente ensangrentada se ha asentado, con el paso de los años, en la empoderada posición de quien se niega a huir gritando; temiendo por su vida.

Lo más reseñable de ‘La matanza de Texas’ de David Blue Garcia está en su inconveniente punto de vista. Esto es, el de una juventud cuya sensibilidad y conciencia no es herramienta de cambio, sino más bien síntoma de esa arrogancia e hipocresía con las que los seres privilegiados se relacionan con el mundo. Visitándolo sin instalarse en él; matándolo (aunque sea involuntariamente) sin mancharse.

Ni rastro de la mugre de Tobe Hooper, es la insipidez de los parques de atracciones de ahora.