Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Las superbacterias aceleran

Un siglo después del descubrimiento y empleo masivo de antibióticos, varias especies de bacterias se han hecho resistentes a ellos. El día en que las superbacterias superen al cáncer en muertes anuales parece más cerca de lo esperado.

Un investigador prueba con distintos antibióticos en un cultivo bacteriano.
Un investigador prueba con distintos antibióticos en un cultivo bacteriano. (GETTY)

Un estudio dirigido por Jim O’Neill en 2014 sostuvo que las bacterias multirresistentes –las superbacterias– matarían a 10 millones de personas en 2050, superando así al cáncer. Pronto se convirtió en el dato de referencia, el que concienció y empujó a varios países a tomar medidas. Esta cifra no parece cierta. Un estudio más reciente y amplio de la universidad de Oxford sostiene que el problema avanza a mayor velocidad. Gisela Robles, coautora de este último trabajo, lo explica desde el otro lado de la pantalla del ordenador, en videollamada.

«Llegaremos a los 10 millones de muertes antes. Hemos estimado que, en 2019, murieron entre 1,2 y 5 millones de personas a causa de estas bacterias», comenta Robles. Su trabajo, publicado a finales de enero por “The Lancet” afina dónde se producirán esas muertes por superbacterias, pues los datos por países están desagregados. La peor parte se la llevará el África Subsahariana.

La cantidad de infecciones, el peor acceso sanitario, el consumo de agua no potable o los brotes de tuberculosis son algunas razones de que las bacterias que han aprendido a sobrevivir a los antibióticos se ceben en la región subsahariana. A Robles le preocupa, en particular, los efectos de la tuberculosis resistente por su fácil propagación. El tratamiento antibiótico actual contra esta enfermedad –explica– es largo y con efectos secundarios, lo que favorece que la gente no lo termine. Y si la infección no se erradica, se da una oportunidad a esas bacterias para hacerse resistentes al fármaco.

Mientras el coronavirus mata principalmente a ancianos, con las superbacterias sucede a la inversa y una de cada cinco muertes se producen en menores de cinco años.

 

La tuberculosis no es lo peor a nivel global. «El estafilococo aureus hoy es la bacteria que más muertes está provocando. Una sexta parte de las personas que mueren por una bacteria en América Latina lo hacen a causa de este estafiloco multirresistente», prosigue Robles, investigadora de Oxford, pero natural de Sonora, México. 

La científica cita otro patógeno más: la Escherichia Colli –que se identifica con la «E» de ESKAPE, acrónimo de las bacterias que más preocupan a la OMS–. «Lo peligroso de la E. Colli es que es muy común. Está en el intestino de cualquier persona o animal y por eso la encontramos en cualquier parte».

Robles recuerda, además, que mientras el coronavirus mata principalmente a ancianos, con las superbacterias sucede a la inversa y la mayoría de las muertes (una de cada cinco, aproximadamente) se producen en menores de cinco años.

Superbacterias dentro del hospital

María Eugenia Portillo trabaja en un laboratorio de Osasunbidea de grado 3 de seguridad, donde cultiva y experimenta con estos seres unicelulares. Su trabajo consiste en averiguar qué bacteria ha infectado a un enfermo del hospital para poder darle un antibiótico válido, si queda alguno. 

El problema, tal y como lo expone esta microbióloga, comienza hace poco menos de un siglo, cuando la Humanidad descubrió los primeros antibióticos. El hito estudia en la escuela: Flemming en el año 1940 vio que sus cultivos bacterianos estaban muriendo. La causante resultó ser la penicilina. ¡Eureka! El mundo acababa de cambiar.

El uso masivo de antibióticos, desde entonces, ha salvado millones de vidas, animales y humanas. Pero las bacterias han tenido otros tantos millones de oportunidades para evolucionar, y algunas de ellas lo han sabido aprovechar, haciéndose más o menos inmunes a estos venenos. Y, mientras la capacidad de adaptarse de las bacterias parece ilimitado, el arsenal de antibióticos es finito.

«Si tienes una infección grave por una bacteria, lo único que existe es un antibiótico. Y si no hay antibiótico, ya está. No hay solución». 

 

Portillo identifica en su día a día bacterias para las que ya no hay medicamento en muestras que le traen de pacientes. En su laboratorio puede adivinarse ya si la infección le matará. «Si tienes una infección grave por una bacteria multirresistente, lo único que existe es un antibiótico. Y si no hay antibiótico, ya está. No hay solución». 

Luchan cada caso, ensayando qué va bien en los cultivos primero, pero el arsenal parece agotado. «Probamos con antibióticos nuevos, pero no existe ninguno que realmente funcione. Son fármacos más caros y las estancias de pacientes que sí logramos sacar adelante son más largas. Estas bacterias traen muerte y gasto», explica Portillo. 

En boca de esta investigadora, lo de terminarse la pauta del antibiótico no suena a regañina de abuela. «Si te haces una herida, por ejemplo, se va infectar por varias especies de bacterias. Si no terminas el antibiótico, morirán casi todas, pero las bacterias multirresistentes no. Y, créeme, no quieres tener una infección por bacterias multirresistentes y tampoco contagiarlas a nadie».

Preguntada sobre la superbacteria que más problemas les da, confiesa que está dando muchos problemas la Pseudomona Aureoginosa (la «P» de ESKAPE).

Los avances del PRAN

La mayor prevalencia de una u otra bacteria depende de muchas variables, como el clima, etc. A nivel estatal, se está registrando ahora dónde aparece cada especie. Para ello, Portillo –así como el equipo que dirige Andrés Canut en Osakidetza– deben dar cuenta a un laboratorio de referencia de Madrid de cada uno de sus hallazgos.

Esta labor de mapeo, así como las campañas de concienciación, se ejecutan a través del Plan Nacional de Resistencia a los Antibióticos, el PRAN. Desde que arrancó el Plan en 2014, en medicina humana, se ha reducido en un 32% el uso de los antibióticos gracias a un uso racional de los mismos, pero aún queda camino. Un reciente estudio, apuntaba que el 43% de la sociedad creía que los antibióticos servían contra los virus (falso) y más de la mitad pensaban que eran válidos para gripes o el control de fiebres.

La disminución del uso de antibióticos en animales ha sido superior que en humanos, del 56% en 8 años. Y esto supone un logro, porque mientras que más del 90% de los antibióticos para personas se recetan desde lo público, en animales sucede a la inversa: todo lo prescriben veterinarios privados.

Uno de los cambios principales pasó por la prohibición del tratamiento profiláctico (medicar para prevenir) y la exigencia de un diagnóstico

 

«En 2014 éramos los segundos que más antibióticos usábamos en veterinaria, por debajo de Chipre, que hoy sigue igual de mal. Ahora estamos en la media, quizá ligeramente, por encima», explica Jesús Mari Razquin, veterinario del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno navarro. 

Unos de los cambios principales pasó por la prohibición del tratamiento profiláctico (medicar para prevenir) y la exigencia de un diagnóstico antes de emplear un antibiótico (que puede darse a todo un grupo de animales). Además de esto, se creó un registro donde figuran todas las recetas de todos los tratamientos que hace cada veterinario.

Los veterinarios también catalogaron en cuatro los tipos de antibióticos a su disposición. Los del grupo B, solo se pueden usar si antes se ha probado con catalogados con las letras C o D. Mientras, los antibióticos A están reservados para animales de gran valor, como las mascotas, y no se emplean para animales criados por su carne. 

A día de hoy, el sector porcino sería el que más antibióticos consume en números totales. Si bien, en la UE se trabaja en otra medición más equitativa, la PCU, que sopesa la cantidad de antibiótico necesaria para producir un kilo de carne (sea de pollo, cerdo, vaca...). La PCU del cerdo no es la más alta.

Razquin cree que en veterinaria no se ha llegado al punto crítico que se ha alcanzado en la medicina humana. «Las bacterias multirresistentes son un problema, pero eso de quedarnos sin absolutamente nada con qué tratar... No lo sé. A tanto no hemos llegado». Eso sí, matiza que existen enfermedades animales donde la política es la erradicación, como la gripe aviar donde, tras la aparición de un caso, se decreta el sacrificio de toda al explotación y se indemniza al ganadero. Algunas de ellas, como la peste porcina, las causan bacterias. 

Enlazando con la reciente polémica de las macrogranjas, el veterinario del Gobierno navarro concede que, a mejores condiciones de cría –menor hacinamiento, limpieza, aireación...– menos antibióticos es necesario emplear para producir carne. «A mayor higiene y control, menos enfermedades, esto funciona así a todos los niveles». 

Planteada esta misma disyuntiva entre condiciones de cría y empleo de antibióticos a la investigadora de Oxford que sigue al otro lado de la pantalla del ordenador, la autora del reciente estudio lo tiene claro: forma parte del problema. «No podemos precisar el peso del uso de antibióticos en veterinaria en el problema global, pero sí hay estudios contrafácticos de cómo se ha reducido la presencia de bacterias multirresistentes en Países Bajos tras controlarse el uso de antimicrobianos en las granjas». 

Por ello, a Robles no le gusta la disyuntiva entre carne barata o carne cara tal y como se formuló en el Estado español.