«Se reían de nosotras, pero ahora es real, te las puedes poner»
MyWay Heels ha creado un innovador calzado que permite cambiar la altura del tacón mediante un mecanismo desarrollado por cinco estudiantes del grado de LEINN Internacional. A meses de acabar sus estudios, trabajan en el modelo industrial para su fabricación así como en la patente de su prototipo.
Los tacones tienen sus ventajas estéticas, pero también inconvenientes que muchas veces se solucionan cargando con otro par de zapatos planos para cambiarse llegado el momento. Poder pasar de un zapato de tacón a uno plano es un simple movimiento es lo que permite el innovador mecanismo que han desarrollado cinco estudiantes del grado Internacional de Liderazgo Emprendedor e Innovación (LEINN). Desde China hasta Berlín, pasando por Bilbo, el proyecto MyWay Heels se ha ido gestando a lo largo de todo su recorrido educativo. La última parada es Corea donde esperan cerrar los últimos flecos antes de crear la empresa y comenzar la fabricación de este calzado.
Una idea, un tacón roto y algún esguince. Yaiza Barandiaran, Aroa Ugarte, Clara Abades, Yago de la Rica y Jon Ander Merodio arrancaron el grado en Shanghai (China) en 2019. Al poco de llegar debían llevar una idea a un evento sobre emprendimiento, y las tres jóvenes optaron por una que Barandiaran tuvo cursando el Bachillerato: unos zapatos a los que se les pudiera quitar el tacón. «Dos días antes salimos a tomar algo y Clara, que llevaba tacones, rompió uno bajando las escaleras; se hizo un esguince y acabó descalza. A las tres nos había pasado y empezamos a desarrollar mi idea», recuerda. Gustó mucho tanto a inversores como a gente de la moda que acudió al evento, lo que les motivó a seguir. A su vuelta a Bilbo fueron a la Semana de la Moda Sostenible de Madrid donde mostraron un diseño 3D.
Entonces llegó la pandemia que les sirvió para impulsar la iniciativa y crear comunidad en redes sociales. Necesitaban financiación para desarrollar el prototipo, por lo que realizaron una campaña de crowdfunding y otra de merchandise, para la que diseñaron 150 bolsas y pegatinas. «Las vendimos todas, ¡fue una locura! Nos encontrábamos por Bilbo a un montón de gente que no conocíamos como las bolsas». Con el dinero que habían obtenido, a finales de 2020 acudieron a un Centro Tecnológico de Calzado. «Nos pedían 36.000€ para desarrollar el prototipo. No teníamos esa cantidad, tampoco queríamos destinar todo el dinero al prototipo y quedarnos parados», apunta Barandiaran.
Dieron con la solución en Berlín. En su estancia tuvieron la oportunidad de trabajar en un makery space donde aprendieron sobre impresión 3D y prototipado. A base de probar distintos mecanismos, estudios, testeando… lograron el prototipo y el mecanismo que mejor funcionaba. «Lo testamos nosotras mismas, se lo dimos a gente para que lo probara, lo fuimos mejorando, y creamos el prototipo final. Una podóloga nos verificó que era bueno para el pie y el cuerpo».
Es una sandalia básica de tacón que tiene tres alturas: alta, 10cm; media, 5,5 cm; y baja, 2,5. Tiene la suela dividida y un mecanismo que hace posible el cambió de tacón: se gira la pieza y se intercambia con otra más o menos alta. Están en proceso de patentar el producto así como en crear el diseño industrial para llevarlo a fabricación. Para ambos fines necesitan dinero, por lo que hace unas semanas llevaron a cabo en Bilbo un evento de moda sostenible y vintage. También están aplicando a todo tipo de ayudas y competiciones. De octubre a febrero han participado en Bridge for Billions, aceleradora de proyectos de Mondragon Unibertsitatea.
Reconocimiento y respaldo
En esa búsqueda dieron con Global Entrepreneur Student Awards, donde MyWay Heels ha sido uno de los seis finalistas de la competición estatal celebrada el 4 de marzo. Reconocen a quienes compaginan estudios y emprendimiento, pero al presentar la iniciativa la bilbotarra no sabía que premian a la persona que lidera el proyecto. Barandiaran admite que no esperaba ser escogida, y considera que es una recompensa a muchos meses de trabajo. «Son casi tres años luchando todos los días. Nosotras mismas, con los pocos recursos que teníamos, hemos llegado hasta aquí. Lo empezamos las tres y no nos valoraban mucho: tres chicas, un proyecto de moda... Al principio, se reían de nosotras; pero ahora es real, te las puedes poner. Es un orgullo y una locura».
El viernes volvió a presentar la iniciativa en Barcelona ante el jurado y esperaba ganar, pero el pase a la final mundial que se lo llevó el proyecto madrileño Unigow. Sin embargo, Barandiaran ha conseguido muchos de los objetivos que tenía al escoger sus estudios. Quería compaginar empresa y moda en un entorno internacional. Barajó distintas opciones, pero ninguna le convencía, hasta que dio con LEINN Internacional. Además deseaba salir de su zona de confort y lo ha conseguido. «Mis días son todos distintos, la gente con la que trabajo es con la que convivo, son mis amigos… Es una experiencia. Tengo 20 años y lo primero que hice fue crear una empresa. Es una locura».
Ahora está camino a Corea, último destino del grado, para reunirse con su equipo. Allí planificarán los siguientes pasos a dar. Esperan constituir la empresa en junio y empezar a producir en noviembre. Su intención es que se fabriquen en el Estado, y aunque depende de los costes, el precio rondará los 150€. Durante los primero tres años abordarán el mercado a través de su e-commerce, trabajando con influencers así como showrooms de moda, y después mediante partnerships con tiendas físicas o multimarca.