Víctor Esquirol
Crítico de cine

La solidez del punto de vista estático

Punto de Vista va encarando su recta final.
Punto de Vista va encarando su recta final. (NAIZ)

Adoptando la posición desde la que nos relacionamos con las películas, Punto de Vista hace de la observación inamovible un vibrante canto al dinamismo. ‘Film Balkonowy’, de Paweł Łoziński y ‘To Pick a Flower’, de Shireen Seno, componen un memorable díptico en el que la lucidez se conquista a través de la pausa y clarividencia que solo puede otorgar la quietud.

Seguimos en Punto de Vista, en una 16ª edición que encara su recta final. Seguimos en marcha, vaya, montados en una programación que, no obstante, ha decidido detenerse (físicamente). Plantarse en un punto concreto para tener una visión más lúcida del mundo en el que vivimos. Un programa doble compuesto por un cortometraje (‘To Pick a Flower’, de la filipina Shireen Seno) y un largo (‘Film Balkonowy’, del polaco Paweł Łoziński) nos lleva a lugares exóticos, a tiempos remotos; nos descubre historias increíbles, anécdotas que divierten en primera instancia y que a posteriori calan muy profundo…

Todo esto teniendo en cuenta que la experiencia cinematográfica, a nivel de visionado, transcurre normalmente desde un punto estático. Elemental. Ahí estamos, instalados en las butacas de las distintas salas del Baluarte, viendo la vida pasar ante nuestros ojos. Y ahí está Paweł Łoziński, en el balcón de su piso de Varsovia, viendo a la gente de la capital polaca pasear, y detenerse, y hablar, y compartir con él un poco de sus experiencias vitales. ‘Film Balkonowy’ es exactamente esto, una «película de balcón» en la que director y espectador se relacionan como nos relacionamos nosotros con el mundo durante la pandemia del coronavirus: sin salir de casa.

En esta atalaya privilegiada desde la que algunos salían a aplaudir cada tarde; también ese punto observacional desde el que se ponía la lupa –inquisitiva– sobre el (in)civismo de nuestros vecinos. Por suerte, las intenciones de Łoziński son mucho más amistosas. Su actitud con los viandantes se parece mucho a la curiosidad con la que John Wilson, ese «extraterrestre bonachón con síndrome de Asperger», se relacionaba con la jungla urbana de Nueva York en ‘How To’. Estos bocados de realidad, encuadrados siempre entre la misma acera y jardín comunitario, pretenden derribar la barrera que separa un espacio del otro.

«Perdone, ¿tiene un momento para hablar? Sí, estoy aquí arriba». La gente, al principio, no da crédito. Normal, Paweł Łoziński juega con ventaja: él sabe de qué va el asunto y los demás no. Como si la perspectiva de cámara de seguridad en la que se apoya fuera el punto de partida de un programa televisivo de cámara oculta. Pero la meta no está en el contrapié; el director no pretende descolocar a sus conciudadanos, sino justo lo contrario: establecer, desde la distancia, una complicidad que rompa la capa de hielo con la que habitualmente nos enfrentamos a los desconocidos.

Las suspicacias y reticencias de los primeros instantes se van fundiendo para acabar convirtiendo esa escena improvisada en un confesionario donde la gente acabe abriéndose en canal. El «cinéma vérité» se convierte entonces en una obra demasiado buena para ser cierta. En casi todos los picos de intensidad de ‘Film Balkonowy’ sobrevuela una pregunta incómoda: «¿Esto es un documental o una ficción tragicómica?». Y la verdad es que el resultado final es tan divertido, tan incisivo, tan desgarrador, que poco importa la respuesta.

Mientras, en un impresionante archivo fotográfico, damos con la presencia sedante y al mismo tiempo híper-estimulante de Shireen Seno. ‘To Pick a Flower’ es una crónica-ensayo histórica sobre la violencia inherente en el gesto de recoger una flor. No es poesía; por desgracia, es la lúcida recopilación de algunos de los horrores coloniales perpetrados en suelo filipino. En unos territorios progresivamente deforestados, por obra y gracia del implacable avance de las lógicas demenciales del capitalismo.

La narración de Shireen Seno se apoya exclusivamente en instantáneas de la época (esto es, imágenes tomadas a principios de siglo XX); en un blanco y negro amarillento que atestigua el paso del tiempo, pero que también da fe de los males del pasado que perviven en nuestro presente. ‘To Pick a Flower’ se comporta como un pase de diapositivas en el que cada encuadre es diseccionado con rigor académico, pero también con esa calidez humana que brilló por su ausencia cuando Occidente y Oriente empezaron a solidificar sus, aún a día de hoy, desiguales relaciones. Una lección magistral de miradas hacia atrás que nos remiten al ahora y que hacen del punto de vista estático un elocuente expositor de los procesos de cambio traumáticos con los que casi siempre se ha escrito la historia.