Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

«L’homme qui a vendu sa peau»

Poco a poco se van recuperando películas importantes que por culpa de la crisis pandémica se quedaron sin estrenar en su momento y que ahora deben esperar para encontrar un hueco en el calendario. El viernes 8 de abril la distribuidora Surtsey Films estrenará el segundo largometraje de ficción de la cineasta tunecina Kaouther Ben Hania, con el título en su versión doblada de ‘El hombre que vendió su piel’. Pero hay que retroceder dos años atrás en el tiempo, para recordar que ‘L’homme qui a vendu sa peau’ (2020) se presentó con éxito en la Mostra de Venecia, dentro de la sección Orizzonti, para pasar a convertirse en la primera película de la historia en Túnez nominada para el Óscar de Mejor Película Internacional. Antes, Ben Hania había participado en el festival de Cannes, dentro de su sección Un Certain Regard, con su ópera prima ‘La belle et la meute’ (2017), un valiente drama sobre abusos sexuales a cargo de policías.

Ben Hania había llegado a tan comprometida temática ficcional desde su formación de documentalista. Nacida en Sidi Bouzid en 1977, comenzó a trabajar profesionalmente en el canal de documentales de la televisión Al Jazeera, y pronto dirigió su primer largometraje documental ‘Les imams vont à l’école’ (2010), en torno a los cursos de laicismo para religiones implantadas en el Estado francés, como la musulmana. Su siguiente obra, ya de mayor impacto, fue ‘Le challat de Tunis’ 2014), que se hacía eco del famoso caso ocurrido antes de la revolución en Túnez, de un supuesto maníaco que cometió agresiones sexuales acuchillando culos de mujeres, pero tras el que escondía un misterio que Ben Hania investigó para aclarar la utilización pública y política que se hizo del mismo. Por último, se dio a conocer internacionalmente con ‘Zaineb odia la nieve’ (2016), donde empezaba a abordar el tema de la inmigración, a través de una niña que no se adaptaba a su nuevo domicilio en Canadá, como consecuencia de una dolorosa ruptura familiar.

En ‘L’homme qui a vendu sa peau’ (2020) esta cineasta se centra en el conflicto entre modo de vida occidental e inmigración desde otra perspectiva, ya que el protagonista es un hombre adulto, que en teoría debería poder tomar sus propias decisiones, las cuales se ven condicionadas por la prioridad de la supervivencia. Por lo tanto se cuestiona tanto el derecho internacional como la libre circulación de personas por suelo europeo, y yendo más lejos todavía, la relación entre el arte elitista y las personas desplazadas, mediante creaciones de teórica denuncia de la violación de los derechos humanos, pero que en el fondo forman parte de dicho sistema explotador.

El protagónico Sam Ali (Yahya Mahayni) es un exiliado que huye de la guerra de Siria, tras ser acusado por error de revolucionario. Se instala en Beirut y trabaja en una explotación avícola, hasta que se enamora y le surge la necesidad de viajar a Europa para poder reencontrarse con su querida Abeer (Dea Liane), lo cual no será nada fácil, porque entre otras cuestiones, está casada con un diplomático sirio que reside en Bruselas.

Desesperado, acepta un pacto mefistofélico con el cotizado artista Jeffrey Godefroi (Koen De Bouw) y su agente Soraya Waldy (Monica Bellucci), que consiste en tatuarse en su espalda una Visa Schengen, que le permitirá circular libremente por 26 países. El precio a pagar es quedar atrapado en su propio cuerpo, al convertirse en una obra de arte ambulante, sujeta a un contrato para exposiciones y ventas. Una especie de mercancía humana.

No es ninguna invención, puesto que Ben Hania se basa en una exposición real realizada por el artista belga Wim Delvoye, que aparece en un papel secundario de vendedor de seguros de vida. Trabajó sobre el cuerpo del suizo Tim Steiner, expuesto al público entre los años 2006 y 2008. A la cineasta le sirve para reflejar el choque cultural entre el lujo occidental del ambiente de las galerías y la problemática del inmigrante procedente del Norte de África.