Primer mes de guerra en Kiev con el avance ruso estancado
Las fuerzas ucranianas han logrado, de momento, contener los logros rusos en ambos flancos de Kiev. Con la posibilidad de un cerco total sobre la ciudad aún lejos, los kievitas son optimistas respecto a las posibilidades de victoria de sus tropas. Una población cuya vida ha dado un giro de 180º.
La invasión rusa de Ucrania que comenzó el 24 de febrero ha cambiado radicalmente la fisionomía urbana de la capital. El lento avance ruso hacia Kiev ha permitido al Gobierno de Volodimir Zelensky tener tiempo suficiente para preparar diferentes anillos defensivos provistos de trincheras y barreras, y establecer cientos de checkpoints en las diferentes arterias y barrios de la ciudad. En tan solo treinta días, Kiev ya luce el mismo aspecto que Mosul o Alepo, urbes también golpeadas por conflictos.
Aunque se estima que la población kievita ha disminuido a la mitad –eran cerca de tres millones de habitantes–, la fortificación del casco urbano provoca, por ejemplo, que para cruzar los dos puentes que siguen operativos sobre el río Dniéper se formen largos atascos que pueden extenderse varias horas. Sin combates urbanos y las tropas terrestres rusas más cercanas situadas a 20 kilómetros de la periferia, el principal peligro para los civiles proviene del fuego de artillería y los misiles rusos de largo alcance.
En las últimas horas, fuentes de las Defensas Territoriales han emitido diferentes informaciones indicando que las fuerzas ucranianas han conseguido rodear a los efectivos rusos desplegados en Bucha e Irpín, dos localidades de la periferia al noroeste de Kiev. Dicha información, no confirmada aún por el Ministerio de Defensa ucraniano, corría ayer de boca en boca entre los ciudadanos que compraban verduras y carnes en el mercadillo de Troyeshchyna, un barrio arquetipo soviético del este de la ciudad construido en la década de los 80.
Moral alta entre los kievitas
Con el avance ruso estancado en ambos flancos septentrionales de la ciudad, la población ve cómo por el momento se aleja la posibilidad de un cerco total a la capital, lo que les supone una inyección de moral. «Si se cerrase el espacio aéreo venceríamos a los rusos en dos semanas», declara a GARA Valery, un pensionista de 67 años que trabajó como administrativo en dependencias presidenciales y que, según cuenta, renunció a su puesto cuando Viktor Yakunovich llegó al poder.
«Zelensky antes no me gustaba, pero ahora está gestionando bien la situación de guerra. Eso sí, no debe ceder en la negociación y mantenerse firme en que se respeten las fronteras de 1991, cuando Ucrania se independizó», señala Valery. Por su parte, Natasha, una vendedora de manzanas de 62 años, explica entre lágrimas que nadie imaginaba que Vladimir Putin iba a cumplir su amenaza de invadir Ucrania, aunque remarca que «todos los ucranianos creen en la victoria». Valery, un taxista de 60 años enrolado en las Fuerzas de Defensa Territoriales, dice que «las sanciones económicas sobre Rusia y la ayuda militar exterior comenzarán a hacer efecto muy pronto».
La épica del triunfo también está presente en una gran cantidad de pancartas y grafitis que han ido floreciendo como setas en centenares de puntos de la ciudad. En la pared de un centro comercial situado enfrente del mercadillo de Troyeshchyna hay una gran pancarta con letras blancas sobre fondo negro donde puede leerse: «Soldado ruso, Putin perderá la guerra porque todo el mundo está con Ucrania. Regresa a casa sin sangre en las manos».
Treinta días atrás
Las vallas publicitarias luminosas que también ofrecen mensajes propagandísticos y esquelas de combatientes caídos durante las 24 horas del día, contrastan con carteles que anuncian eventos futuros en Kiev y que, muy probablemente, no tendrán lugar en la fecha indicada. Es el caso del concierto de Iron Maiden que debía celebrarse el próximo 29 de mayo en la capital ucraniana.
La inesperada ofensiva rusa ha provocado que, de la noche a la mañana, la situación en la ciudad y la vida de sus habitantes haya dado un giro de 180 grados. Valentin, de 26 años, era programador informático antes del conflicto y con su estallido se ha alistado a las Fuerzas de Defensa Territoriales. «Mi padre murió dos meses antes de la invasión rusa y mi familia ha podido refugiarse en Polonia. Sin cargas familiares, ahora solo me centro en combatir», explica este joven desde un vehículo varado en uno de los monumentales atascos para cruzar del este al oeste de la ciudad. El joven cuenta que, bajo fuego ruso, tomó parte en la evacuación de civiles de la población de Hostomel, situada 30 kilómetros al noreste de Kiev y donde se encuentra el Aeropuerto Antonov, ahora controlado por las tropas de Moscú.
Mientras muchos kievitas se han desplazado al oeste del país o se han refugiado en el extranjero, otras personas llegan a la capital ucraniana huyendo de regiones donde se registran combates. Natalia, de Slavutich, una ciudad al norte de Kiev junto a la frontera bielorrusa, pasea junto a sus dos hijos de tres y siete años en un gran parque cerca del Dniéper. «Llegamos hoy a la capital. Intentamos esperar a ver si la situación mejoraba, pero los niños y yo estábamos exhaustos de oír las sirenas y los drones sobrevolando nuestra ciudad», apunta esta ama de casa de 32 años que tiene intención de continuar su viaje hasta Polonia para ver qué encuentra más allá de la frontera.